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Puebla.- De la ciudad fantasma a la pachanga masiva, así vive la capital del estado en días de emergencia sanitaria .
Los contrastes de la contingencia delatan los niveles de preocupación, del “no pasa nada”, a la expectativa del “peor escenario” por el coronavirus .
Con 401 positivos -más de 65% de los caos en la Angelópolis- y 78 muertes, Puebla ha fluctuado entre el tercero y quinto lugar con más contagios.
Sin embargo, en las colonias de la periferia, como la populosa Bosques de San Sebastián - con su paisaje de edificios y casas de interés social- que fue un hervidero de gente acudiendo a su tianguis lo mismo a comprar alimentos, ropa que películas pirata.
La zona fue escándalo en redes sociales , cuando el domingo pasado se organizó un torneo de futbol en sus canchas, con abundancia de cervezas entre los espectadores. La Policía Estatal, que desde el pasado 25 de marzo tiene a su cargo la seguridad de la capital, sólo pudo mirar y pedir a los asistentes que se dispersaran. No ocurrió.
Las fiestas comunitarias también son recurrentes en los fines de semana, a pesar de la emergencia sanitaria.
Igual pasa en los llamados portales de Amalucan, ahí cerca, que en la primera unidad multifamiliar de edificios de esta ciudad, La Margarita, que se fundó en 1979 y que hoy tiene más de 6 mil departamentos.
El cinturón de la capital, de sus juntas auxiliares y zona conurbada, vive como si se tratara de un día más.
A pesar de que las rutas de autobuses han bajado la frecuencia de sus vueltas, el tránsito se ve abultado hacia el mediodía.
El gobierno del estado ha pedido a los tianguistas que no se instalen y hasta a la gente que no les compre, pero pocos obedecen.
Un decreto del gobernador Miguel Barbosa exige el uso de cubrebocas en lugares públicos y, ahí sí, se le hace caso, aunque no hay sanciones para quien no lo porte.
En el viejo Centro Histórico, el ayuntamiento prohibió el tránsito de vehículos en todo el primer cuadro.
Algo funciona, pues las calles aledañas al zócalo y la Catedral son fantasmales.
Pocos las andan a pie, a pesar de que un par de cafés se niegan a cerrar y es donde beben y charlan los pocos que por ahí cruzan.
Igual ocurre en su Avenida Juárez, famosa por sus restaurantes y bares, que hoy ha dejado para otras ocasiones los festejos.
Es Puebla, hoy, con la vida intocada en su desorden cotidiano en la periferia y calles fantasma, en su centro, con un sabor dominical.