Pachuca.— A los seis años, Samuel escuchó por primera vez que bordar era cosa de mujeres, pero para él era su pasión. Su vida había transcurrido entre el hilo y la aguja, entre la manta y los tenangos, así que decidió transformar las burlas en lienzos que hoy han conquistado a Estados Unidos y Canadá.
La Sierra Otomí-Tepehua guarda uno de los secretos más famosos de la costura en los últimos años: los bordados de Tenango, que llevan consigo figuras de flores y animales coloridos.
Samuel y su familia son originarios de San Pablo El Grande, una comunidad de apenas unas 800 personas, enclavada entre las montañas y un camino de terracería; este lugar se encuentra a 45 minutos de la cabecera municipal de Tenango de Doria.
Como la tradición indica, en la casa de Samuel, como en las de todo el pueblo, al calor de una fogata se reúne la familia desde que él tiene memoria. Ahí, los hombres contaban cómo había transcurrido su día en el campo, mientras las mujeres se dedicaban a dar vida a los lienzos de manta con hilos en color amarillo, naranja, verde o azul.
En tanto, los más pequeños correteaban por la casa, recuerda Samuel. Así, comenta que fue al cumplir los seis años que le comenzó a llamar la atención el bastidor y la aguja.
Cuenta que la primera vez que le pidió a su madre un pedazo de manta para bordar, ella lo miró extrañada, porque hasta ese momento el hilo y la aguja estaban reservadas para las mujeres.
Luego de la sorpresa, recibió su primer lienzo; sin embargo, ahí mismo escuchó una frase que lo marcó: “Eso es de mujeres”. Fue ese comentario lo que le impidió bordar por un tiempo y al hacerlo nuevamente decidió esconderse debajo de un árbol de durazno.
Su esfuerzo por aguantar las risas de sus amigos y vecinos pronto rindió frutos, y después de un mes de coser, vendió su primer lienzo en cinco pesos.
Samuel a sus 32 años ha pasado la mayor parte de su vida con el dedal, por ello, al escuchar la frase del Movimiento Nacional de Tejedoras Mayas de Guatemala no dudó en rendirle homenaje. En cada puntada, añade, existe una historia no sólo del dibujo, sino también del tejedor y eso nada ni nadie se lo puede arrebatar.
“Si adquieres una prenda no sólo te llevas una camisa con flores o animales, te llevas una parte del bordador, pues al pasar la aguja por la tela, tal vez va una lágrima, una sonrisa o una oración de quien realizó el trabajo. Más allá de una costura, es un arte”.
Al recordar su niñez dice que a los 12 años no sólo quería bordar sino también diseñar, hacer sus propias creaciones y verlas convertidas en prendas que fueran importantes para alguien. Pero la vida lo llevó por el mundo de los números y migró de su pueblo a la Ciudad de México, donde estudió Contaduría.
El artesano que llevaba dentro no se rindió y cuenta que a la par de su carrera continuaba con el bordado y los diseños.
Su marca Më M’onda, que significa México, nació por necesidad y competitividad: “Vendíamos lo tradicional, los caminos de mesa, cojines, manteles, pero nos empezaron a pedir vestidos, blusas y no sabíamos cómo hacerlo”.
Vino entonces la decisión de estudiar diseño y con ello incursionar en el diseño de alta costura con vestidos de novia y XV años, diversificar era el objetivo.
Më M’onda es una empresa familiar constituida por Samuel, sus padres, hermanos y sobrinos. Con ella, refiere, han podido alcanzar el mercado nacional e internacional con países como Canadá y Estados Unidos, principalmente. Y es a través de internet donde realizan sus ventas.
Para Samuel, adueñarse de la propiedad intelectual de los tenangos, que han realizado algunas casas de moda, ha dañado a los artesanos, pero también considera que les ha dado visibilidad en todo el mundo.
Sin los reflectores que se dieron a los casos de plagio, tal vez los tenangos no tendrían la importancia con la que cuentan en la actualidad, por eso indica, “a lo malo hay que sacarle lo bueno”.
“Uno de los retos que tienen los tenangos es que los mexicanos se apropien de ellos, que no sean sólo productos de consumo internacional; eso es lo que tenemos que hacer”, subraya.
En Hidalgo, al menos 40 municipios realizan el bordado de estas piezas con un padrón de más de 10 mil artesanos, quienes en estos años han podido lograr el registro de marca; además, el Congreso local decretó el 8 de abril como el Día del Tenango.
Con ello se busca frenar la apropiación indebida de estas creaciones como ha sucedido con empresas como Mango, Chocolate Abuelita o editoriales como Alfaguara, o incluso, casas de moda como Carolina Herrera y Hermes. “Todavía no se logra, pero se ha avanzado mucho en el camino”, asevera.
Mientras en la Otomí-Tepehua, entre el hilo y la aguja se cose la vida, un secreto que ha pasado de generación en generación y que Samuel está dispuesto a seguir con sus hijos, ya sean niños o niñas, porque el arte no tiene género.