Tepoztlán.— La pandemia del Covid-19 regresó a Tepoztlán su imagen rural de hace unos 40 años, cuando el silencio sólo era roto por el tañer de las campanas y sus habitantes respiraban quietud en ese pueblo cobijado por una cordillera de macizos montañosos, otrora residencia del gran guerrero Tepuztecatl, según la leyenda local.
Pero hubo un momento en que el pueblo se abrió al turismo nacional y extranjero y ahí inició su transformación, porque de la agricultura pasó a la industria turística, y eso perfiló a Tepoztlán como el municipio con mayor número de paseantes y con gran dependencia de esta actividad.
Actualmente, dice el secretario del ayuntamiento, Samuel Noriega Aguilar, la afluencia turística aproximada de cada fin de semana es de entre 5 mil y 8 mil visitantes, con un gasto promedio individual de entre 250 y 500 pesos.
Así se explica, dice Columba Rodríguez, líder de comerciantes del mercado municipal, la caída de la economía y la amenaza de quiebra de varios negocios, porque tan sólo en este lugar participan unos 163 locatarios, y con la contingencia sólo acuden entre 20 y 30 para vender alimentos, principalmente. Tepoztlán es hoy un pueblo con restaurantes cerrados, museos, sitios de senderismo o zonas para cuatrimotos, no hay ninguna diversión, todo es silencio, y desde hace 15 días sus calles lucen vacías.
Los mayordomos y ayudantes municipales convocaron al pueblo a sellar los accesos para impedir el trasiego del nuevo coronavirus a través de los paseantes, incluso de aquellos que tienen casas en Tepoztlán pero que viajan constantemente a la Ciudad de México.
En el principal filtro las guardias atajaron la entrada de autos foráneos con la advertencia de que no había lugar para el turismo y tampoco para los visitantes de las familias tepoztecas.
La organización del pueblo es similar, dice el secretario municipal, a lo que sucedió en la década de los 90, cuando un sector de la población llamó a rechazar un proyecto para construir un club de golf en campos del corredor biológico Ajusco-Chichinautzin y el Parque Nacional El Tepozteco.
Sólo que en aquella ocasión, recuerda Noriega, se permitió el ingreso parcial del turismo y eso ayudó a fortalecer la economía local.
En Tepoztlán se puede encontrar desde un collar de piedras hasta baño de temazcal, un buen aguardiente y excelente gastronomía. Tiene también su excovento, su museo y en la cima de la montaña se yergue la Pirámide del Tepozteco, ese guerrero que siempre salva a la comunidad de sus males, dicen sus habitantes.
Es una calma obligada, dicen autoridades, comerciantes y taxistas, pero de manera paradójica la mayoría de la población prefiere este ambiente que el escenario convulso que provocan los visitantes. Para lograr ese ambiente tranquilo y libre de contagio, el pueblo de Tepoztlán colocó filtros en todos sus accesos desde hace 15 días.
“Nuestra salvación será otra vez el Tepozteco, porque cuando abran la pirámide la gente volverá a Tepoztlán”, asegura Columba Rodríguez, representante de los comerciantes del centro.