San Pedro Pochutla, Oaxaca
No siempre se piensa, pero las playas también son cementerios. Estos últimos días, las finas arenas que tapizan la costas de Oaxaca se convirtieron en la tumba de casi tres centenares de tortugas marinas que murieron por ahogamiento, pues su sistema motriz se paralizó y les impidió salir a la superficie a respirar.
Más antiguos que los dinosaurios, estos seres del mar que pasan sus años entre tanta agua perecieron por falta de aire para llenar sus pulmones y seguir viviendo.
De acuerdo con autoridades ambientales, la causa de esta mortandad es un fenómeno natural conocido como marea roja, en el cual aumentan las microalgas tóxicas en el agua del océano, mismas que son alimento de las salpas, criaturas que a su vez constituyen parte de la dieta de los quelonios. Su esfuerzo por alimentarse y vivir fue lo que llevó a las tortugas a su muerte.
Según la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), hasta el 3 de enero sumaban 292 las tortugas marinas que habían muerto por este fenómeno en sólo 10 días, pues el inicio de la marea roja se reportó el día de Navidad. La mayoría pertenecían a la especie Chelonia agassizi o tortuga prieta.
Custodiado por varios jóvenes, el cuerpo putrefacto de una enorme tortuga yace en la arena de este pedazo de tierra perteneciente a San Pedro Pochutla, luego de ser arrojado por el mar. Las miradas no se separan del hallazgo. De pie, hombres mujeres y niños lo observan como queriendo descifrar las causas de su muerte.
Convertidas en estandarte del cuidado del ambiente, ser testigos de cómo mueren las tortugas incomoda. Sólo unos minutos después, los gritos y la extrañeza se repiten, pues un segundo cuerpo es expulsado del agua. En dos días suman seis las tortugas arrojadas por un océano que mata.
Lo que sigue son sepelios improvisados y salvavidas convertidos en sepultureros que transforman la arena en tumbas. Ahora las playas también son cementerio.
“Esta es una zona de anidación, es común que lleguen las tortugas y que alguna muera en el trayecto, pero de ninguna manera es normal que aparezcan seis en dos días”, dice uno de los hombres mientras escarba un agujero de más de un metro de profundidad. Luego, el quelonio es depositado en la arena que quema y los testigos ayudan a cubrirla con los pies.
“Por allá enterramos dos, otra acá y la otra hasta allá. No es normal”, repite el hombre mientras traza en el aire un plano con las manos.
No, no es normal, pero la postal se repitió tantas veces en las playas de Pochutla que el 6 de enero el gobierno municipal anunció que trabajaba con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) para sepultar a todas las tortugas para evitar que se convirtieran en un foco de infección.
Aunque no es algo común, no se trata de la primera vez que la marea roja golpea las costas de Oaxaca. Denisse Bermúdez, encargada del Centro Mexicano de la Tortuga, ubicado en Mazunte, explica que en 2016 se vivió una situación similar, pero entonces las muertes llegaron sólo a 200, aproximadamente.
Agrega que este fenómeno puede verse potenciado por la contaminación, el cambio climático y la sobrepoblación, pero que aunque las tortugas se consideran en peligro de extinción y están protegidas bajo la Norma Oficial 59, esta mortandad no significa ningún riesgo para la especie.
Es por ello que en el Centro se mantiene a 22 quelonios afectados, 11 en rehabilitación y bajo tratamiento, incluso con chalecos salvavidas para que puedan flotar y respirar. Una vez que mejoren y pase la contigencia, podrán ser devueltos al mar.
Los que no sobrevivan, luego de que los biólogos les tomen datos y muestras, serán sepultados en la playa, como todas las demás, pero bajo un protocolo especial.
Sobre la cifra de muertes, se prevé que aumente, pues aunque han disminuido, las microalgas tóxicas aún tienen presencia en el Pacífico, y las tortugas siguen muriendo y llegando a las playas, ahora su cementerio.