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El rapto o huida es una vieja tradición que se practica muy rara vez y es muy controversial entre los mismos zapotecas del Istmo de Tehuantepec, en donde algunos la defienden por ser parte de los usos y costumbres, mientras que otros la critican por ser un acto violento a la intimidad de las mujeres y más si es menor de edad.
Para la poeta Natalia Toledo, el rapto se da en un espacio sagrado e íntimo, la mujer muestra su honor al sangrar por el contacto con el dedo índice de su novio, quien a su vez tiñe un pañuelo blanco para mostrar a las más viejas de ambas casas: la del novio y la novia.
“ Yo lo veo de esta manera, el rapto, el ritual es bello por como acuestan a la mujer y la cubren de flores rojas, me gusta también ver a las mujeres beber, en honor de otra mujer, hasta caerse al piso, ese día todas llevan una corona de flores en la cabeza, se vuelven reinas. Por otro lado lo siento injusto porque a los hombres no se les exige virginidad”, argumenta.
Sin embargo, la poeta no está de acuerdo que en este ritual participen las niñas porque es violento. “De ahí pasan a los hijos y no es lo mismo jugar a la muñeca que darle vida a un niño y cuidarlo, etcétera. Es muy irresponsable mandar a las niñas al matadero, sufren muchos abusos porque no han madurado”, resalta.
El rapto y el riesgo de cáncer. La doctora en sicología y salud, Minerva Saldaña Tellez, quien realizó un estudio sobre el cáncer entre las zapotecas de Juchitán, encontró que el rapto “influye en que las niñas y adolescentes sean más vulnerables a enfermedades de transmisión sexual y al embarazo, el cual, por la corta edad de las madres, tiene consecuencias médicas como el parto prematuro, complicaciones en el parto y consecuencias de tipo sicosocial, las cuales han sido ampliamente documentadas, como problemas económicos, deserción escolar, violencia intrafamiliar”, explica Saldaña.
Invisibilización, un delito. La abogada feminista y especialista en violencia de género, Mayra López Pineda, considera que el rapto es uno de los rituales más arraigados en la sociedad juchiteca, que si bien, se ha ido modificando, aún prevalecen prácticas que colocan a las mujeres en una situación de vulnerabilidad.
Para que el rapto se lleve a cabo se requiere del acuerdo de la mujer y del hombre, pero, puede haber confusiones y con ello permitir la violencia sexual contra niñas y adolescentes, quienes pueden ser engañadas u obligadas al matrimonio, y “bajo la normalización o permisividad que otras mujeres le otorgan a este ritual se llega a invisibilizar la comisión de delitos”, sostiene. Consideró que hay rituales que no se deben perder, pero los pueblos tiene la obligación de proteger a la niñez y no someterles a riesgos.