Ocampo, Michoacán
Bajo un clima templado y tras recorrer cerca de 4 mil kilómetros desde el norte de Canadá, cruzando Estados Unidos, la mariposa monarca arribó al oriente de Michoacán, donde permanecerá hasta marzo como parte del paisaje de los aromáticos árboles de oyamel.
Silvestre de Jesús Cruz tiene 47 años de edad, los últimos 20 los ha dedicado a la prestación de servicios en el santuario El Rosario de la mariposa monarca, el más grande de México, situado en el municipio de Ocampo, donde este año está como guía de turistas.
“De la mariposa monarca les puedo decir que el año pasado llegó 144% más que en todos los años, llegaron más de 200 millones de mariposas. Aquí hay unos 3 mil 200 árboles llenos de mariposas. Esta temporada se ve que también va a estar bonita”, asegura.
Las mariposas, explica, recorren de Canadá a México 4 mil 500 kilómetros (km) en un viaje que dura de seis a ocho semanas. Si la corriente es a favor, puede avanzar 125 km por día, pero si no, logran 70 km o menos.
Cuando llegan al santuario El Rosario, a mediados de noviembre, se ponen en las partes más altas de los árboles; ya en enero y febrero se ubican en las partes más bajas.
La mariposa monarca que se ve en este lugar es la que nació en agosto y septiembre en Canadá (su ciclo de vida es de ocho a nueve meses) y realiza la migración hasta Michoacán. De noviembre a marzo inverna y en marzo es su época de apareamiento. Después, aprovechan las corrientes de marzo para ir rumbo al norte; regresar a Texas o Monterrey, donde depositan huevecillos y mueren. Las nuevas generaciones son las que llegan a Canadá.
Parte del bosque
Silvestre asegura que lo importante para él es ser parte del cuidado de la reserva natural.
“Las conocí [a las mariposas] desde el año 2000; me llamó la atención y aquí estoy. Mientras Diosito me dé vida, aquí voy a estar echándole ganas”, afirma y sonríe.
“No ganamos muy bien, pero me gusta mucho el trabajo. Gano 900 pesos a la semana, pero he aprendido mucho”, agrega el campesino, quien es habitante de la zona, al igual que sus compañeros, quienes llevan la protección del bosque como parte de su identidad.
Silvestre se siente orgulloso de que siempre lleguen visitantes de todas las edades de diferentes partes del país y del mundo.
“Los turistas no quedan a la deriva. Debemos tener cuidado porque de todos modos si vienen 40 personas, nos venimos dos guías y uno debe bajar con las últimas personas que se queden hasta atrás”, explica Silvestre.
Los visitantes
Ana Victoria y Alejandro, de 23 y 26 años, salieron de Panamá el pasado 15 de julio. Desde entonces han recorrido más de 10 mil kilómetros y siete países.
Aunque su objetivo final es Alaska, aseguran que eligieron una ruta que los llevara al santuario de la mariposa monarca.
Su expedición “Panamá-Alaska” es a bordo de una camioneta todoterreno equipada como una casa rodante. A kilómetro y medio arriba de la entrada del santuario, ambos son-ríen y se toman la selfie.
Ana Victoria asegura sentirse maravillada al estar en contacto con las mariposas, “me parece mágico; les encanta la naturaleza, los árboles, el clima, parecen felices. Yo soy fanática de las mariposas; si me rodean va a ser el paraíso”, dice.
Mientras platica, los lepidópteros le dan una cálida bienvenida: la siguen, se le suben a la nariz y a sus manos y dejan de aletear. “[La mariposa] me parece un animal que es un acto natural, que viene migrando del frío, se refugian aquí, pero además me parecen un animal noble, lindo y libre”.
La joven panameña afirma estar sorprendida por la cantidad de mariposas que vuelan a su alrededor. “Nada como esto; es un crecimiento propio, el contacto con lo que uno va conociendo y vas viendo es algo único”, alcanza a decir.
Alejandro, novio de Ana Victoria, pierde su mirada ante el colorido de las mariposas y no da crédito al espectáculo. “Escuchamos de este evento y tomamos la decisión de visitarlo. Sin duda es algo inolvidable, es precioso; no nos imaginábamos que iba a ser así de bonito; no tengo palabras”, reconoce.
Para el venezolano, su expedición es un viaje de autoconocimiento más que de cualquier otra cosa, para descubrir de qué son capaces y lo que pueden llegar a hacer, y agrega que le agradaría alentar a las personas de cualquier nacionalidad para que “hagan los que más deseen y lo disfruten sin importar los retos”.
A unos metros de la pareja está Arturo González Alanís y su esposa, originarios de Ciudad Mante, Tamaulipas. Ellos recorrieron más de 650 kilómetros en unas 10 horas para llegar al santuario de la monarca.
Don Arturo es pensionado del Instituto Nacional Electoral y relata que habían escuchado mucho de la existencia del santuario de la mariposa monarca, pero apenas tuvo la oportunidad de conocerlo, “y para mí, esta es una experiencia inolvidable.
“Esperamos 15 minutos a ver si se corrían las nubes y al salir el sol fue increíble ver volar a todas esas mariposas. Realmente hermoso, no sabemos los mexicanos lo que tenemos”, expresa mientras camina con su esposa de la mano.
“Te dan ganas hasta de llorar; sientes una emoción muy grande; nada se compara con esto”, reconoce don Arturo apenado y con la voz entrecortada.