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Torreón, Coah.
En el grupo de WhatsApp “Biología G”, Perla Juárez recibe un mensaje de la maestra en esa materia: uno, investigar qué es la sexualidad; dos, consultar las características sexuales primarias y secundarias en hombres y mujeres, y tres, hacer una maqueta de los aparatos reproductores e identificar los órganos que lo componen.
En total son seis puntos, seis indicaciones que Perla, alumna de primero de secundaria, tendrá que hacer este día como parte de las actividades académicas a realizar desde casa.
“Por teléfono la maestra nos manda las tareas”, cuenta la joven, de 13 años, sobre la forma en que ha tomado las clases desde que la Secretaría de Educación Pública (SEP) mandó a todos los alumnos a resguardarse y tomar las clases a distancia por la emergencia sanitaria del Covid-19.
Esta mañana Perla no se levantó a las ocho de la mañana para ver a su maestra en línea, porque no tiene una computadora para conectarse a las clases.
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Ella y su familia son parte de las más de 19.8 millones de familias en México que no cuentan con una computadora, según la Encuesta Nacional Sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), es decir, 5.57% de los hogares mexicanos.
Según la encuesta, 53.3% de los hogares que no cuentan con una computadora es por la falta de recursos económicos; 20.9% porque no les interesa; 16.5% porque no saben usarla, y 5.6% porque usan un smartphone u otro dispositivo para conectarse a internet.
Sin embargo, aunque Perla tiene un celular e internet, asevera que no puede conectarse a las clases.
No son vacaciones
Perla va a la secundaria del ejido Paso de El Águila, de Torreón. Platica que cuando se dio la orden de suspender las clases y tomarlas en línea, la maestra de biología preguntó quiénes no tenían computadora y ella fue una de varias que alzó la mano. La maestra acordó enviarles las clases, actividades y tareas por WhatsApp y responder dudas por el mismo canal.
“Nos manda hacer cuadros sinópticos, leer un tema, hacer un resumen”, comenta Perla, una alumna menudita que quiere en el futuro ser militar.
Sin embargo, desde el “regreso a clases” después de las vacaciones de Semana Santa, únicamente ha hecho tareas de la clase de biología y de otras materias como español, geografía, matemáticas, física o historia no ha hecho nada.
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“¿Por qué de las otras materias no has hecho nada?”, se le pregunta, a lo que la joven responde que la maestra de biología pidió los teléfonos y creó un grupo. Los otros maestros no lo hicieron.
Cuando Perla termina de hacer las tareas, le toma fotos a lo realizado y las envía al grupo. Su maestra tiene que revisar de acuerdo a las fotografías que capturan los alumnos. Cuando no entiende a algún tema, pregunta por mensaje.
“La maestra sí les responde, está pendiente y a cualquier hora les contesta”, refiere Martha Genoveva, la abuela de 67 años que cuida de su nieta porque la mamá de Perla sale a trabajar.
“Prefiero que esté en la escuela para que le enseñen bien”, añade la señora sobre las diferencias entre el aprendizaje en el aula y esta nueva modalidad.
La nieta asegura que no son vacaciones para ella. Recuerda que el primer día que tomaron clases a distancia les pusieron un examen sorpresa para el que no estaba preparada. “No habíamos estudiado y no sabíamos cómo hacerle”, cuenta.
A pesar de seguir estudiando, extraña ir a la escuela y jugar con sus amigos. Afirma que aunque está lista para pasar a segundo grado, desconoce cómo hacer las tareas de las otras materias.