Monterrey.— Por tratarse de un proyecto de la iniciativa privada, la sociedad nuevoleonesa nada puede hacer por evitar el cierre definitivo del Planetario Alfa que padeció la falta de actualización tecnológica después de 42 años de operación, anunció la fundación que lo patrocinaba.
“Aunque el edificio del planetario podría durar otros 40 años prestando el mismo servicio, la tecnología que en su momento fue la más moderna del mundo, por razones económicas nunca se actualizó y ha quedado rezagada”, expresó el arquitecto Fernando Garza Treviño, quien desarrolló el proyecto considerado en su momento como el primer museo interactivo del país.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Garza Treviño declaró que, a principios del mes, con sentimientos encontrados, recibió la noticia del cierre y desaparición del museo que abrió sus puertas el 12 de octubre de 1978, en una ceremonia que fue encabezada por el entonces secretario de Educación Pública federal, Fernando Solana Morales, y el gobernador de Nuevo León, Pedro Zorrilla Martínez, ante numerosos invitados del mundo de la cultura y empresarial.
Por una parte, afirmó el arquitecto, se siente satisfecho porque el espacio cumplió una misión a lo largo de 42 años en los que recibió a casi 15 millones de visitantes, pero por otro lado se mostró nostálgico por la pérdida que representa para la entidad, en un contexto en el que es muy complicado que pueda ser sustituido por un museo igual, ya que incluso espacios más modernos están en la cuerda floja por la escasez de recursos públicos y privados para el rubro cultural.
El lugar concebido como un centro cultural y científico se gestó a principios de 1976, cuando Garza Treviño apenas tenía 31 años de edad y realizaba algunos proyectos arquitectónicos para la empresa Hylsa, filial del Grupo Alfa, uno de los principales conglomerados industriales del país.
El edificio se terminó en 1977, pero fue hasta el 12 de octubre de 1978 cuando se inauguró, después de una serie de pruebas y exhibiciones privadas.
El espacio cultural contaba con jardines, un aviario, un establecimiento astronómico con telescopio y era atendido por 43 empleados.
También estaba el vitral El Universo, de Rufino Tamayo, que se dañó en un incendio, pero tras su restauración fue trasladado al edificio corporativo de Alfa. Hasta ahora no se tiene claro qué será de estas obras.
“Se concibió con la idea de hacer un centro cultural y científico; tuvimos que viajar a San Diego, California, Estados Unidos, y a Toronto, Canadá, para conseguir la mejor tecnología existente en el mundo, enfocada a un proyector de estrellas que es la función del planetario y un proyector de cine que se miraba en una pantalla hemisférica, con la tecnología OmniMax, que en ese momento sólo estaba en esas dos ciudades y ahora hay por lo menos uno en el Museo del Papalote de la Ciudad de México y en Tijuana”, detalló Garza Treviño.
El arquitecto explicó que el edificio principal del planetario es un cilindro de concreto, con una inclinación de 27 grados, debido a que el teatro tiene una inclinación similar por los requerimientos tecnológicos para que los asistentes pudieran ver la pantalla cómodamente sentados en una butaca, simplemente reclinándose hacia atrás, tanto para las funciones del planetario como de cine.
En general, el edificio cuenta con 40 metros de diámetro y su altura es de 34 metros; su estructura es de concreto armado y su inclinación horizontal asemeja un telescopio. A su vez, tiene la futurista imagen espacial, en su inclinación, simuladora de un observatorio o de una plataforma de lanzamiento.
Garza Treviño recordó una anécdota que, en su momento, le hizo pasar algunos apuros.
Ya estando la construcción con 30% o 40% de avance, a un especialista en estructuras cercano al proyecto se le ocurrió decir que “ese cilindro inclinado no iba a resistir ni la gravedad”.
Por lo anterior, trajeron técnicos de Estados Unidos para revisarlo y Garza Treviño con el ingeniero Francisco Garza Mercado (creador del diseño estructural) hicieron un modelo a escala para aplicarle la fuerza que iba a tener que resistir, pero que según su detractor, seguro iba a tronar.
Sin embargo, no fue así, el cilindro resistió perfectamente la presión que se le aplicó y así lo acreditaron los mismos especialistas que habían cuestionado el proyecto; “esto sí funciona”, expresaron aquella vez.
El Planetario Alfa se mantuvo operando 42 años, pero tras su cierre definitivo el pasado 4 de septiembre, hay versiones de que pudiera ser demolido para dar lugar a un desarrollo inmobiliario, reconoció el constructor del edificio.
“Tenemos poca información, pero supongo que para poder utilizar el terreno tendrían que demolerlo y si eso pasara me quedo con la satisfacción de que sirvió por 42 años para los fines que fue realizado. La ley de la vida es nacer, crecer, envejecer y morir”.
Respecto al surgimiento de grupos de ciudadanos que pretenden salvar el planetario, el arquitecto estimó que, por tratarse de un ente privado, la sociedad no puede tener ninguna injerencia en que se use de otro modo y los propietarios verán la mejor forma de utilizar el terreno.
Otro factor que impactó para el cierre fue la difícil situación económica, pues en seis meses de la pandemia se cerraron las taquillas y no tenían ingresos propios, lo que representó pérdidas para los empresarios benefactores.
Garza Treviño admitió que es muy difícil que pueda surgir un proyecto similar, pues museos más modernos también privados y que dependen de donantes también están en dificultades, por los apuros económicos de las empresas que los patrocinan y el cierre de las taquillas por la pandemia de coronavirus.
“Se podría hacer como en Estados Unidos o Europa, donde crean un fondo para asegurar que se pueda sostener el espacio o bien que tengan el apoyo gubernamental por interés social, pero en estos tiempos ni el estado tiene recursos para financiar la cultura”, lamentó.