Guanajuato.— “Feliz año 2020”, reza una enorme frase hecha con piedras blancas en la cima del cerro que envuelve a la comunidad Mineral del Cubo. “¡Sí, vamos a estar muy felices, con la boca seca y la panza vacía!”, ironiza Jesús, quien se cuenta entre los 400 trabajadores que este viernes perderán su empleo por el cierre de la mina El Cubo.
En la tienda de abarrotes de Candelaria Muñoz Villa se canceló el crédito para los clientes por el fin de la mina. “Hoy no fío, mañana tampoco…”, escribió a su modo en un cartón. Dice que los mineros se van a ir “¿y luego cómo los encuentro para que me paguen?”.
Detrás del mostrador del negocio, ubicado en la intersección de los caminos a la mina y al poblado, Candelaria dice que a sus clientes los ve contentos porque ahorita van a traer “dinerito” por la liquidación; otros andan agüitados y han comenzado a platicar que van a “jalar” para las minas de Zacatecas, Durango o Chihuahua en busca de trabajo, porque es lo único que saben hacer.
Su vecino Gilberto García avizora una situación difícil para el pueblo, enclavado en la zona montañosa del sureste de esta capital. Aquí todos viven de la minería. “Si no hay trabajo, ¿quién compra?”, inquiere.
El padrón municipal registra 498 habitantes de la comuna, a la que no llega el transporte urbano y es deficiente el servicio de telefonía móvil. El agua, sólo en pipas.
La gente va a tener que salir a otros estados en busca de empleo. “No sé a dónde vamos a correr, si con la familia o no, o se quedan aquí hijos y mujeres... ora va a haber un robadero”, lamenta Gilberto en el exterior de una tienda de comestibles.
En la parte alta del municipio, una góndola pintada de amarillo anuncia la ruta a los distritos mineros. Son 10 kilómetros de caminos sinuosos de tierra suelta desde la Presa de la Olla.
El desplazamiento de camionetas con el logotipo de “El Cubo”, cargadas de equipo de oficina, dan cuenta de que la compañía canadiense Endeavour Silver, concesionaria de la mina El Cubo, ha empezado la mudanza.
Sus historias de éxito en la extracción de oro, plata y otros minerales están en la memoria de los lugareños. Se acabaron las vetas, comentó Francisca a las afueras del templo comunitario.
El miércoles pasado fueron los últimos disparos de dinamita, “de las 2, 5 y 6 en el interior de la mina”, para la extracción de materiales. Ahora sigue la limpieza de los molinos y sacar los minerales.
Dos días antes salieron cuatro góndolas de mineral molido.
El personal administrativo citó para el 29 de noviembre para realizar las liquidaciones a los trabajadores. También estarán la representación de la Sección 142 del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana.
La empresa canadiense Endeavour Silver anunció la liquidación de sus empleados por el cese de El Cubo, por estar agotadas las vetas de oro y plata. Las operaciones de minado concluirán este 30 de noviembre. Las tareas de molienda continuarán por una semana más, en lo que se procesa el mineral extraído que se encuentra en patio y se limpia la planta de concentrados.
En julio de 2012, Endeavour Silver adquirió las acciones de la Minera El Cubo, clasificado como el segundo distrito minero de tipo histórico más grande en México. En 2018 logró una producción de 2.6 millones de onzas de plata, 26 mil 616 onzas de oro y 4.6 millones de onzas de plata equivalente. “Ya nomás estamos esperando el cierre”, dice José, quien es perforador de oficio.
Ahora serán al menos 400 personas a las que cesen, que dependían de los ingresos de la mina, algunos ligados a contratistas que prestan sus servicios a El Cubo.
Ni a José, Jesús y Marcelo, también minero, les consuela el discurso del gobierno municipal de ofrecerles otras alternativas de empleo.
“¿En dónde te acomoda el gobierno si operas un jumbo de perforador? Y no te van a pagar lo que te llevas en una mina, que puede andar de 4 mil a 15 mil pesos semanales”, revira Jesús.
Gilberto García es hijo, hermano y yerno de mineros. Recuerda que de chiquillo su padre trabajó en el tiro de la mina hasta 1976, cuando murió, porque se le dañaron los pulmones por trabajar en seco la piedra (sin protección).
Su suegro vive conectado al oxígeno; el polvo de la mina también lo dañó y un vecino está internado en el Seguro Social, “muy malito de sus pulmones”, explica.
Hace ocho años lo liquidaron en la mina y ahora Gilberto se mantiene con las ventas de su tienda ubicada frente a la exhacienda El Cubo y la plaza del Monumento al Minero, que en 1980 inauguró Napoleón Gómez Sada, secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana.
Muestra con su índice el abandono que ha sufrido la comunidad, que al paso de los años ha ido decayendo. Las bancas de piedra de la Plaza del Minero están destruidas, trozos de cemento cuelgan de varillas vencidas, los pisos levantados; cerraron las oficinas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Delegación Norte y la Unidad de Medicina Familiar del IMSS opera con la puerta abierta a medias.
El sacerdote del templo sólo da misa los domingos.
Candelaria Muñoz dice que la comunidad vivió periodos de progreso, sobre todo porque había empleos y la minera aportaba recursos para dignificar la imagen de la comunidad y llevarle servicios.
Hasta un cajero automático se instaló en la exhacienda El Cubo para los trabajadores, comenta. Ahora el panorama es incierto.
Otra cosa sería de haberse concretado las promesas que hicieron autoridades, en diversos periodos, de impulsar el distrito minero como zona turística.