Chilpancingo.— Alrededor del mediodía, estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa estuvieron casi una hora frente a frente con los soldados de la Guardia Nacional y agentes de la Policía Estatal.

No se agredieron, pese a que había tensión, mantuvieron distancia. Unos protestaban, otros resguardaban. Después de ese tiempo todo estaba listo para que concluyera la toma de la caseta de Palo Blanco en la autopista del Sol, en Chilpancingo.

Los autobuses donde llegaron los estudiantes se perfilaban con dirección a Chilpancingo. Minutos antes, un mando de la Guardia Nacional había acordado con normalistas que el cerco policiaco terminaba, pero cuando iban saliendo, soldados y policías detuvieron los autobuses.

“Nadie pasa, sólo los autobuses”, gritó un policía estatal a través de un megáfono.

Los policías y soldados intentaron revisar los autobuses, algo que no estaba en el acuerdo inicial. Los estudiantes se resistieron y en segundos todo se volvió confuso, disperso, ruidoso.

Los autobuses y los estudiantes rompieron el cerco, se replegaron al otro extremo, rumbo a Chilpancingo y comenzó el enfrentamiento. No se sabe con exactitud quién lo inició, pero al fin de cuentas comenzó.

¡Pum!, se escuchó. Otra vez, ¡pum! Eran petardos. Otro petardo, luego el gas lacrimógeno. Piedras cruzaban de un lado a otro. El ambiente se volvió denso, nebuloso, la garganta y los ojos comenzaron a picar.

Así fue durante casi 40 minutos. Los policías y soldados comenzaron a avanzar en bloque, compactos. Lo hacían golpeando sus escudos y con gritos, como en las batallas medievales.

“Tráiganme a uno, tráiganme a uno”, gritó un soldado de la Guardia Nacional que siempre se mantuvo detrás del bloque.

Los estudiantes fueron perdiendo terreno, pero no el ímpetu. Desde unos 300 metros dejaron andar un tráiler de la empresa Soriana, sin chofer, hacia la caseta. Conforme avanzaba, el tráiler tomaba velocidad, primero cruzó el cerco de los policías y soldados, luego, como si lo fueran manejando, pasó la caseta de cobro sin llevarse nada en el camino. Se paró hasta que chocó con un módulo de información turística. Nadie lo esperaba, cuando todos vieron pasar el tráiler. “Fue como en las películas”, dijo después un reportero que cubrió toda la acción.

Por el vehículo usado como kamikaze, no hubo lesionados. Los heridos salieron de la batalla. Según la Guardia Nacional, 14 de sus soldados fueron lesionados, mientras que los estudiantes reportaron a dos que requirieron hospitalización, pero cinco fueron detenidos y liberados horas más tarde.

Se vino la tranquilidad y, después de tres horas, retomó la circulación en la autopista.

Conflicto en aumento

A las 11:30 de la mañana llegaron los estudiantes a la caseta de Palo Blanco que desde hace una semana es resguardada por policías estatales y guardias.

Los estudiantes, según dijeron, llegaron a volantear y subir las plumas de la caseta. No pretendían tomarla.

La reacción de los policías y los soldados fue rápida. Unos 600 encapsularon a los normalistas. No los dejaban volantear, ni tampoco que se fueran.

“Así los mandaran a Tixtla, a Chilapa, a detener a Los Ardillos, a Los Rojos”, gritaron los normalistas ante despliegue policiaco.

La tensión ya venía de una semana atrás, cuando los soldados y los agentes le prohibieron a los papás y mamás de los 43 manifestarse en la caseta.

También porque este martes, patrullas de la Guardia Nacional siguieron a los autobuses donde viajaban los papás y mamás de los 43. Esto lo consideraron como un acto de hostigamiento.

El jueves pasado, en un evento, la gobernadora morenista Evelyn Salgado Pineda respaldó la operación de la Guardia Nacional de no permitir protestas en las casetas de cobro: “El operativo es para impedir el vandalismo, no la libre manifestación”, declaró Salgado.

Pero en realidad la tensión entre normalistas, padres y madres de los 43 y el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, viene de meses atrás.

Hace unos días, el abogado Vidulfo Rosales Sierra contó que la solicitud de investigar a profundidad al Ejército en relación al caso Ayotzinapa, molestó al Presidente, al grado que desde septiembre no se han reunido y la indagatoria está detenida.

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