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Para mantener viva la tradición y pese a la pandemia de Covid-19, danzantes, acompañados de músicos, salen a bailar y a entonar sus tradicionales melodías en Toluca de Guadalupe, comunidad rural en Tlaxcala.
Los danzantes de esta pequeña localidad no pudieron celebrar sus fiestas durante la Pascua, por lo que, después de ocho meses de haber permanecido en confinamiento, un grupo reducido de participantes salió a recorrer los cerros que rodean su pueblo para manifestar su pasión por las tradiciones, que en su núcleo social se desarrollan desde hace más de 80 años.
A lo largo de la sierra nororiental de Tlaxcala se ubican decenas de exhaciendas que, en su momento, fueron las encargadas de controlar y disponer de la mano de obra de decenas de familias campesinas de la región, según cuenta don Ruperto, uno de los danzantes locales más longevos en este momento.
De esas prácticas de explotación laboral y de abusos de poder por parte de los hacendados surgió un levantamiento campesino que tuvo lugar a principios del siglo XX, y que puso fin a dicha situación.
Estos primeros danzantes retomaron la historia de la opresión hacendaria y la posterior revuelta campesina para contar a las nuevas generaciones la historia de cómo los habitantes de Toluca de Guadalupe obtuvieron la libertad para poder trabajar las tierras ejidales y defender la identidad de su pueblo.
Durante el baile, los nahuilas portan camisas y faldas largas muy coloridas; ellos representan a los campesinos sublevados y danzan en círculos, acompañados por la guitarra y el violín.
La música tradicional es una serie de varios sones originales de este pueblo.
Los nahuilas llevan también un chicote que hacen sonar para simular el sonido de un trueno, acompañado de cascabeles, que simbolizan la lluvia.
Otro de los rasgos que dan identidad a este grupo social es lo que ellos denominan “hablar al revés”. Esta manera de expresarse consiste en utilizar antónimos para referirse a acciones o mensajes que emplean durante sus danzas.
De acuerdo con la tradición, esta práctica permitió a los campesinos en rebelión hablar entre ellos a espaldas de los capataces, situación que les facilitó planear la revuelta que puso fin a la opresión y explotación por parte de los hacendados.