A sus 15 años, Edwin viajó desde El Salvador hasta Tijuana. Lo hizo para huir de pandillas como la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 que, asegura, reclutan a jóvenes como él para traficar con drogas.
Uno de los coordinadores de la caravana, Leo Olsen, detalla que vino gente de El Salvador, Honduras, Guatemala y Belice. Ningún mexicano en esta ocasión. Inicialmente unas 150 almas comenzaron con el trayecto, entre ellos unos 15 menores de edad, de los cuales al menos ocho son no acompañados.
“Esta caravana tiene tres fines muy específicos: es por el derecho a la migración, el derecho al tránsito y el derecho al asilo. Hemos visto cómo aquí en México se viola sistemáticamente ese derecho con Comar (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados)”, señaló el activista.
Junto con Edwin, llegó Leticia y sus tres hijos. Ella vino desde Honduras, un país en el que, dice, las mujeres no tienen derecho a vivir sin violencia.
El casi medio centenar de migrantes recorrieron más de 5 mil kilómetros desde el sur del país hasta el norte para llegar hasta la garita El Chaparral, en Tijuana, y caminar al mismo tiempo resguardados por organizaciones civiles y activistas, como el Refugio Juventud 2000 y Al otro Lado, una organización binacional que asesora a migrantes.