Villa de Etla.— Liliana Rasgado y Ricardo Barrios, ambos hijos de campesinos, decidieron dejar atrás sus carreras profesionales y empleos para trabajar en el campo, pero con la plena conciencia de demostrar que es posible la producción de alimentos sin necesidad de usar agrotóxicos como herbicidas o fertilizantes para que la tierra sea productiva.

Este año, por segunda ocasión, sembraron cempasúchil sin agrotóxicos en Santo Domingo Barrio Bajo Etla, en Valles Centrales de Oaxaca.

El cempasúchil, dice Liliana Rasgado, no sólo es una flor tradicional de México por la temporada de las festividades del Día de Muertos que se celebran en el país, sino por sus múltiples usos ancestrales, con aplicaciones en la gastronomía, la medicina tradicional e incluso para la pigmentación.

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“También es un aspecto cultural. El cempasúchil, cuando florece, marca el fin de la temporada de lluvias y el inicio de la temporada de la muerte y de la regeneración”, señalan.

El proyecto abarca la siembra de maíz, frijol, calabaza y más de 20 variedades de hortalizas que son ejemplo, aseveran, de que es posible producir sin necesidad de utilizar químicos industriales para elevar la producción y acabar con las plagas.

“Nuestro fundamento principal es: no cultivamos plantas, cultivamos suelo”, señala Ricardo Barrios. Explica que la agricultura industrial surgió a partir de la llamada revolución verde, cuando se simplificó la variedad de cultivos y se inició un ciclo de dependencia de los productos agroquímicos.

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Ellos procuran cultivar bien el suelo para tener una planta saludable y cultivar el suelo, profundiza, es lograr que tenga un buen balance físico: textura, humedad, porosidad, drenaje; un buen balance químico: minerales, y un buen balance biológico: microorganismos.

Esto lo logran a través de la rotación de cultivos, por ejemplo, usan el sistema milpa y después siembran leguminosas con el fin de incorporar nitrógeno de nuevo al suelo.

Adicionalmente preparan abonos sólidos con base de harina de rocas, con el fin de proporcionar minerales a la tierra.

“La planta necesita 72 minerales para tener una salud óptima. Si la planta tiene esos 72 minerales va a formar una síntesis de aminoácidos y los insectos no van a poder partir esos aminoácidos formados en proteínas”, explica Barrios.

Detalla que la presencia de insectos en los cultivos es un indicador de que la planta tiene un desbalance natural, por eso detalla que no se trata de matar insectos, rociarlos con insecticidas, porque también se mata a insectos benéficos.

“Te está anunciando que la planta tiene un desbalance, tienes que cubrir ese balance natural aportando estas harinas de rocas, las cuales se hacen solubles a partir de la vida en el suelo, de la microbiología.

“La microbiología se incorpora prácticamente en los estiércoles, los estiércoles prácticamente fermentados en las harinas de rocas hacen que estos minerales sean solubles y vuelven la vida al suelo”, detalla.

El uso de agrotóxicos no sólo contamina el suelo y termina matándolo, también provoca que se produzcan alimentos contaminados (con veneno, dice) y con pocos nutrientes o sin los suficientes para ser considerados saludables.

“Si te comes una espinaca industrial, no sólo tiene venenos, sino que también no te va a aportar gran cosa y se crea ese círculo vicioso, reducen la nutrición de las plantas, la diversidad y también el humano reduce su ingesta de minerales y diversidad mineral, va a reducir su capacidad de raciocinio.

“Por eso hoy en día somos tan alienables, tan manipulables, por la pobreza alimentaria que tenemos”, afirma.

Anteriormente, agrega Liliana Rasgado, en los pueblos no había la necesidad de regenerar los suelos porque el hombre siempre ha tenido una conexión con la tierra y con su entorno: “Yo lo veía con mis abuelos, no había necesidad de aplicar, ellos no sabían el tema de agrotóxicos, a lo mejor sí tenían un tema de plagas, pero sabían cómo solucionarlo sin una manera invasiva del suelo”.

Por otra parte, la dependencia de los agrotóxicos ha provocado que se tengan suelos erosionados, sin vida, asegura Ricardo.

“Decidimos no trabajar con agrotóxicos y hemos demostrado con las cosechas que hemos tenido que sí se puede a través de un suelo sano”, dice y apunta que es importante seguir sembrando de esa manera, más natural, que el ser humano entienda que debe haber suelos con vida, con microbiología y todo lo que hay en el suelo.

“Lo entendieron nuestros ancestros, por eso hay una historia de 10 mil años de agricultura en México, que no necesitaron en todos esos años agrotóxicos”, sentencia.

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