Hermosillo.— La por regresar a sus seres queridos a casa les ha provocado luto, dolor y sangre; se han convertido en blanco de criminales, quienes las amenazan para que desistan.

Incluso las han expulsado a punta de pistola de los sitios donde realizan su búsqueda o donde encuentran los restos de personas desaparecidas.

La noche del jueves 15 de julio de 2021, cuando hombres armados irrumpieron en la casa de la activista Aranza Ramos para llevársela y asesinarla, también marcó la vida de Ceci Patricia Flores Armenta.

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“Señora, cuídese mucho porque sé que de ahí sigue usted”, fue la amenaza de muerte que recibió. Desde entonces, la líder del colectivo Madres Buscadoras de Sonora fue acogida por el Mecanismo de Protección para los Defensores de Derechos Humanos y Periodistas.

A pesar de la protección gubernamental, ella señala que a diario recibe ataques y amenazas; en ocasiones son para difamarla, otras veces son para aterrarla.

“Me están torturando sicológicamente todos los días, me mandan mensajes con personas descuartizadas, con personas torturadas, me dicen que así voy a acabar. Para mí es muy doloroso que me estén mandando eso porque ya me imagino”, dice en entrevista con EL UNIVERSAL.

Detalla que siempre se pregunta por qué tanto odio contra una madre que lo único que hace es luchar por sus desaparecidos, por darles esa paz que como humanos se merecen de ser buscados.

“¿Qué daño les puede hacer una madre que lo único que ha hecho es buscar para encontrar a sus hijos y en esa esperanza ha encontrado muchísimos hijos que no tenía?”, cuestiona.

De izquiera a derecha: José Nicanor ( buscaba a su hijo) / Ana Luisa Garduño (Exigia justicia por su hija) / Jorge Cardona Zavala (buscaba a su hermano). Fotos: Amalia Escobar / Especial
De izquiera a derecha: José Nicanor ( buscaba a su hijo) / Ana Luisa Garduño (Exigia justicia por su hija) / Jorge Cardona Zavala (buscaba a su hermano). Fotos: Amalia Escobar / Especial

Y lanza un mensaje: “Les suplico que nos ayuden a buscar y a encontrar a nuestros desaparecidos, que no nos amenacen, que no nos desaparezcan y que no nos maten a las madres buscadoras.

“Prefiero que me maten a que me desaparezcan, porque yo me imagino que me van a hacer, porque he tenido compañeras que las han levantado por muchas horas y las han torturado sicológicamente y las han golpeado”, asegura la señora.

La lideresa del grupo busca a sus hijos Alejandro de 21 años, y Marco Antonio, de 31. Su desaparición la motivó a la creación del colectivo Madres Buscadoras de Sonora, el más grande y con mayores resultados en el estado.

“Cuando ando en búsqueda, ando pensando en qué momento llega alguien y nos hace daño. Yo traigo dos escoltas, pero cuando quieren hacer daño son muchos elementos. Yo siento que estoy en peligro constantemente y la gente que me rodea también”, dice Ceci Patricia.

“Está muy dura la situación, pero ¿qué hago? Tengo que seguir buscando a mi hijo porque si no lo busco yo, nadie lo busca... Cuando mi hijo sea buscado por la autoridad yo voy a dejar de hacerlo, porque voy a tener la certeza de que lo van a encontrar”.

De izquiera a derecha: Rosario Rodíguez (buscaba a su hijo) / Esmeralda Gallardo (buscaba a su hija) / María Carmela Vázquez (buscaba a su hijo) / Teresa Magueyal (buscaba a su hijo). Fotos: Amalia Escobar / Especial
De izquiera a derecha: Rosario Rodíguez (buscaba a su hijo) / Esmeralda Gallardo (buscaba a su hija) / María Carmela Vázquez (buscaba a su hijo) / Teresa Magueyal (buscaba a su hijo). Fotos: Amalia Escobar / Especial

Agresiones, cada vez más frecuentes

Francisca Leticia Álvarez Rivera, también integrante de las Madres Buscadoras de Sonora, estuvo desaparecida 17 horas, entre el 30 y el 31 de julio de 2021.

Ella narra entre lágrimas a EL UNIVERSAL cómo, a pesar de haber sido privada de la libertad por hombres armados que la torturaron física y sicológicamente, terminó dándoles las gracias por perdonarle la vida.

Ella busca a su hijo Alick Alfredo Rousse Álvarez, desaparecido el 27 de julio de 2020, y a su esposo, Julián Francisco Castillo, desaparecido en agosto del mismo año.

“Me hacían preguntas, pero si contestaba me golpeaban, si me quedaba seria, pues igual. Me ponían el rehilete [sierra circular] por aquí, por allá. Me decían que qué pie quería que me cortaran primero, y no les contestaba, me quedaba callada, nomás sentía el airecito del rehilete”, recuerda y le corren las lágrimas.

Al final le dijeron que la iban a soltar, “porque traían mucho relajo los del gobierno.

“Les di las gracias por haber tomado esa decisión, terminé agradeciéndoles porque volví a nacer, era algo con lo que yo ya no contaba. Dije, no salgo de aquí. Las madres no deberíamos pasar por eso, porque si ya nuestros hijos pasaron por eso, a nosotras que nos dejen buscarlos en paz”, señala.

A pesar de todo, Francisca Leticia continúa participando de forma activa en el colectivo Madres Buscadoras de Sonora.

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