Tepic.— En 2018, la comunidad wixárika de Mesa de Chapalilla, en el municipio de , Nayarit, decidió crear una secundaria pública para evitar que los niños tuvieran que andar cuatro o cinco horas por caminos inhóspitos a fin de llegar a la más cercana, o que tuvieran que quedarse en albergues para poder estudiar.

Llamaron a esta escuela Tei M+ayema (florecimiento del maíz) y se convirtió en la única secundaria intercultural que hay en el estado, pero hoy, cuatro años después, la Secretaría de Educación de Nayarit no reconoce a esta escuela que combina las materias que exige la SEP con las tradiciones y cultura wixárika.

Para echar a andar la escuela, la comunidad buscó a Ubaldo Vázquez, un joven que acababa de terminar su licenciatura en Informática en la Universidad Autónoma de Nayarit.

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“Yo estaba de apoyo en las gestiones porque tenía trabajo en la ciudad de Tepic, ya que salí de la universidad, la comunidad decide acudir conmigo para darle seguimiento al proyecto de la escuela y fuimos al Conafe [Consejo Nacional de Fomento Educativo] y dijeron: ‘Si quieren hacer crecer el proyecto educativo, primero necesitan personal de la comunidad y que conozca la cultura’, y yo era el único de los que acompañaba y que había estudiado.

“Entonces dijeron: ‘Tú tienes que ser’, y así empezamos; sin querer queriendo era mi trabajo, darle seguimiento al proyecto, entonces renuncié a mi trabajo en Tepic y me fui para mi tierra después de tantos años fuera”, relata el joven.

Al principio, el Conafe otorgó una clave para dar validez a los estudios de los primeros alumnos, y mientras la comunidad asignaba un terreno y construía las aulas y el baño, Ubaldo y un profesor nombrado por el Conafe daban clases a 17 estudiantes en un pequeño cuarto que funcionaba como bodega de la autoridad comunal.

“Me asignaron a un compañero, siempre y cuando fuera de cultura wixárika para que encajara muy bien con nosotros, y luego nos dimos cuenta, como siempre, que si no eres de la comunidad, no te entregas de la misma forma. Tuve un compañero, luego otro, luego otro, eran de otras poblaciones, estábamos muy poco organizados, iba el otro compañero, luego otro”, señala Ubaldo, quien nunca ha recibido un salario oficial por parte de las autoridades educativas y sólo tiene un apoyo temporal por parte del ayuntamiento de La Yesca.

Después de esta primera experiencia, la comunidad decidió explorar otros caminos y encontró una telesecundaria que arropó a Tei M+ayema como una extensión y así funcionó hasta que intentaron obtener su propia clave.

En el proceso vino el cambio de administración estatal, la actual sostiene que hay algunas irregularidades administrativas que deben subsanarse, pero la complejidad de una escuela intercultural en la que las matemáticas son tan importantes como los talleres de cultura wixárika (bordado, chaquira, telar, música tradicional), y a veces se entretejen, no está contemplada en las estructuras del sistema de educación estatal.

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Efraín Jiménez e Irene Alvarado, integrantes del Programa Indígena Intercultural de la Coordinación de Programas de Incidencia Social del Iteso, que desde 2019 acompaña el proceso de Tei M+ayema, explican que hay un diálogo abierto con las actuales autoridades de Nayarit, que han mostrado interés en el proyecto, pero aún no analizan el caso a fondo y todo está en un punto muerto.

“Es muy importante el acercamiento de las autoridades, que la Secretaría de Educación conozca, que confíe, que cobije este tipo de iniciativas y se trabaje para desarrollar todo el documento de un modelo educativo a nivel curricular donde se aterriza todo esto”, refiere Irene.

Mientras las cuestiones administrativas caminan a paso lento, Ubaldo continúa trabajando con los alumnos de la secundaria y han logrado, con apoyo del Iteso y la Red de Centros Educativos Interculturales de la región wixárika y na’ayeri en Jalisco, Nayarit y Durango, publicar el libro +xatsika nekie Miemete (Las narraciones de mi comunidad), uno de los pocos textos escritos en lengua wixárika que servirá para que las siguientes generaciones estudien su legua materna.

El proceso involucró prácticamente a toda la comunidad, pues surgió de tardes de convivencia en que se contaban chistes, adivinanzas o historias y se compartía comida; después, se hizo un taller para ilustrar los textos y finalmente se incluyó una traducción al español.