Tapachula.— Bajo una pertinaz lluvia provocada por los remanentes de Agatha, más de 6 mil migrantes de 18 nacionalidades abandonaron esta ciudad para movilizarse en caravana con destino a la frontera con Estados Unidos en el marco del Foro de la IX Cumbre de las Américas.
Hombres, mujeres y niños partieron del Parque Bicentenario a las 6:40 de la mañana. Al frente del contingente, migrantes cargaban una cruz de madera color blanco, así como banderas de México, Venezuela, Cuba, Honduras, Nicaragua y de la comunidad LGBTTTQI+.
En esta octava caravana del año viaja en silla de ruedas Jesús González, de 53 años, desde Caracas, Venezuela, acompañado de su esposa y siete hijos con edades de uno a ocho años.
El hombre relata que se fracturó el pie derecho cuando cruzaba la selva del Darién, una franja de menos de 100 kilómetros que une a Colombia y Panamá, en la cual caminó durante 10 días con sus hijos.
Jesús dijo que en Venezuela ya no hay razones para seguir trabajando. “No ganamos para vivir, vives mendigando.
“Para que Venezuela pueda salir adelante se necesita que acabe la dictadura, un cambio de gobierno, que haya democracia, que seamos libres, participativos, y que termine la corrupción que se ha comido al país; se lo han acabado y destruido completamente”, lamenta.
El activista y organizador de esta caravana, Luis Rey García Villagrán, aseveró que este gran movimiento de seres humanos es significativo para la Cumbre de las Américas y el posterior tratamiento a la movilidad humana.
Acusó al gobierno de Andrés Manuel López Obrador de convertir a Tapachula en una gran cárcel migratoria, al tratar de contener a miles de migrantes que buscan llegar a la frontera norte del país, otorgando citas que tardan entre dos y seis meses a través de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados y el Instituto Nacional de Migración.
En el primer retén migratorio, ubicado en el ejido Viva México, un centenar de agentes de la Guardia Nacional y de la Policía Estatal que apoyaban a elementos del INM esperaban al contingente para tratar de detener su avance.
Sin embargo, se vieron rebasados en número y optaron por dejarlos pasar, mientras los migrantes gritaban: “¡Sí se puede!”.
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