Con el propósito de evitar el castigo corporal a niñas, niños y adolescentes, esta mañana la "Ley Anti-Chancla" se aprobó de manera unánime por el Congreso de Sinaloa.
El Pleno aceptó dicho dictamen con el fin de armonizar la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Sinaloa, con la legislación general, señalando que la violencia familiar no se justifica en ningún caso como educación formativa.
La reforma a esta ley se establece en la fracción VIII del artículo 83 de la siguiente manera:
“Abstenerse de cualquier atentado contra su integridad física, psicológica o actos que menoscaben su desarrollo integral; así como de ejercer cualquier tipo de violencia en su contra, en particular el castigo corporal. El ejercicio de su patria potestad, tutela o guarda y custodia no podrá ser justificación para incumplir la obligación prevista en la presente fracción”.
Medios locales la han nombrado "Ley Anti-Chancla" o "Ley Chancla", haciendo referencia a la usual práctica, por parte de padres o tutores, de pegarles a sus hijos con este tipo de calzado a modo de castigo por alguna conducta impropia.
Usuarios de redes sociales manifestaron su desaprobación argumentando que este tipo de dictámenes sólo darán como resultado que los menores crezcan rebeldes y groseros.
"Pues yo seguiría chanclando a mi hijo o hija... y si a mis hijos no les gusta como los trato que se los lleven al DIF", "De mal en peor, más vale una nalgada a tiempo a que los hijos crezcan flojos", "No se quejen cuando aumente aún más la delincuencia", son algunos de los comentarios que expresaron los cibernautas sobre el tema.
En entrevista con EL UNIVERSAL, la psicoterapeuta infantil Rafaela Tarín Quintana, señaló que los castigos físicos suelen generar huellas en los niños, especialmente en los más pequeños, mismas que eventualmente pueden traducirse en un desarrollo de la personalidad de los menores en dos extremos:
violento, replicando lo que vivió de pequeño, o inhibido, limitándolo a potenciar sus capacidades al máximo.
Tarín expresó que hay alternativas más eficientes para educar a los niños sin tener que recurrir a la violencia física; “hay que dejar que los niños aprendan de su experiencia, en medida que esto no represente un peligro para ellos, y establecerles límites claros de consecuencias que no impliquen el contacto físico”.