Torreón.— El albergue del auditorio municipal, uno de dos que habilitó la ciudad por las bajas temperaturas, es apenas un salón con una pared pintada de un paisaje verde con cascada que contrasta con el clima que vive la entidad. Dentro hay ocho colchonetas viejas y delgadas que ahora usan seis personas que huyen de los cinco grados centígrados a la intemperie.
El albergue estaba pensado para instalarse hasta el 20 de noviembre, pero la entrada del frente frío adelantó todo, inclusive agarró desprevenido a José Ángel Martínez, de 75 años, quien viste un abrigo negro y gorra roja. Comenta que tenía tres días sin dormir por la baja temperatura en Torreón. Recordó que hace un año, en la misma temporada, se fue a dormir a uno de los refugios que habilitaron para la época invernal. Y aquí llegó.
Y arribó porque no tiene nada: ni casa ni ropa ni papeles. Dice que es de Pánuco de Coronado, Durango, y que llegó a Torreón a chambear. “En la obra, en lo que sale; le barro porque ya no me ocupan por la edad”, platica.
Dormía en el Seguro Social, en la Plaza de Armas o simplemente “donde se me oscurece, en la calle”, cuenta. Narra que hace días unos malandros le quitaron su ropita, su cartera y papeles. “Me aventé siete días descalzo”, dice, y agrega que los zapatos que lleva los recogió entre la basura. “No traigo ropa, sólo la que traigo puesta, chance y aquí consigo”.
Las seis personas que están en uno de dos albergues que se habilitaron en Torreón tienen la misma historia: provienen de la indigencia y llegaron al refugio espantados por el frío o fueron rescatados por la policía o Protección Civil. Sólo hay una mujer.
Como Sergio Páez, de 66 años, quien llegó la noche del martes luego de que Protección Civil lo recogiera de la banqueta, escondido entre las calles Leona Vicario y Morelos, cerca de un templo.
Viste una chamarra gruesa con gorro y tiembla del frío. “Andaba en el agua, soy organista, toco en las funerarias, en las misas de los difuntos”, platica.
Protección Civil lo recogió en un callejón, no había nadie, únicamente don Sergio, tirado, enconchado, empapado por la lluvia. “Tengo mucho frío. Se requiere un Desenfriol”, comenta, y recuerda que la Maruchan calientita de anoche le cayó de maravilla.
Sergio dice que seguirá en el albergue hasta que se acabe el frío, y cuando le pregunto si ya había estado antes en uno, relata que más bien había estado en centros de rehabilitación, primero en uno, luego en otro; “ai la llevo”, dice, y entiendo que habla de su recuperación por las drogas.
José Ángel y Sergio no se conocían. Son dos de 92 personas que se refugiaron en uno de los 139 albergues disponibles en Coahuila, según cifras del estado. Cuando les pregunto cómo es dormir en un albergue, Sergio dice que es “buena onda”, que gracias a Dios les hacen un favor y que se hacen amigos en el cotorreo. José Ángel refiere que es según se comporte uno y que como él no toma ni fuma, es a gusto. “De ahí en adelante, en la calle [he estado]”, recuerda.
El albergue ofrece tres comidas. En la noches les dieron sopa Maruchan, luego un almuerzo y por la tarde arroz, papa con picadillo y tortilla, dice Alejandro Mendoza Osorio, de 42 años.
Alejandro refiere que es de Monterrey y que llegó el martes al albergue porque ya no aguantó dormir en la calle, tampoco la lluvia. Dice que suele dormir sobre el paseo Morelos. “Ayer estaba fuertecillo, la lluvia”, comenta. Cuando intento saber qué anda haciendo en Torreón, sostiene que anda “conociendo”. No conocía Torreón, no sabía que hacía frío.