Pachuca.— Para los residentes de la Casa de la Tercera Eda d, las fiestas decembrinas transitan entre la alegría y la tristeza.
Los recuerdos se agolpan en sus caras y la memoria vuela a esos años en que eran jóvenes y había familia, por lo que extrañan la cena, los regalos y los abrazos. Hoy la mayoría sólo tiene un deseo: tener salud.
Ubicada en el sur del estado, la Casa de la Tercera Edad depende del Sistema DIF. El edificio luce un poco descuidado, no sirve el drenaje y se llega a inundar.
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La Navidad ha traído un poco de alegría: algunos adornos en las paredes y los árboles dan color al edificio. Adentro, un montón de piñatas donadas comparten espacio con los 39 residentes.
Saray Cadena es la coordinadora del lugar, aunque apenas tiene dos meses en el cargo, debido a que llegó con la nueva administración estatal. Es especialista en derechos humanos y explica que el lugar es un centro asistencial, con capacidad, en teoría, para 90 personas, aunque ha llegado a tener hasta 104 habitantes. Por ahora sólo son 39 ocupantes (23 hombres y 16 mujeres), uno de ellos tiene 103 años.
Saray cuenta que la historia de cada uno de ellos es triste: “La mayoría llega por abandono; hay algunos que fueron dejados por sus familiares en la puerta y jamás volvieron a ocuparse de ellos; otros más fueron ingresados por amigos y familiares, y la mayoría ha vivido una situación de violencia y abandono.
“Hay casos en que llegaron en un taxi, los bajaron y los dejaron en la puerta; algunos más vivían en situación de calle y otros han sido remitidos por los sistemas de DIF municipales”, detalla.
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Pierde a su familia
Norberto Cruz tiene 66 años de edad. Llegó en 2016 y cuenta que es originario de la comunidad del Vithe, en el municipio de Cardonal, en Hidalgo. De joven trabajó como albañil y gracias a su trabajo vivió un tiempo en Veracruz, donde, dice, le pagaban muy bien, pero reconoce que todo el dinero lo gastaba en alcohol.
Recuerda que muchos le pedían que dejara de tomar porque se iba a enfermar, pero nunca hizo caso y pensó que siempre estaría sano. Lo cierto, cuenta, es que un día ya no pudo caminar y tuvo que ser internado en un hospital, donde estuvo seis meses con un padecimiento de cirrosis hepática.
Todo se complicó y un día escuchó cómo le dijeron a un familiar suyo: “Llévenselo a su pueblo a que se muera allá, aquí no podemos hacer nada”. Fue cuando lo llevaron a la Casa de la Tercera Edad y ahí recibió atención médica y pudo salir adelante.
Cuenta que de joven se casó y tuvo un hijo, pero su esposa no toleró su alcoholismo y lo abandonó. Actualmente no sabe nada de ellos y dice que sólo tiene una hermana, quien en alguna ocasión se comunicó.
“Estas fechas son tristes, porque recuerdo que de joven la pasaba con mi familia, rodeado de amigos, sobrinos y hermanos, pero todo eso se acabó”.
Por ahora, la felicidad de Norberto está en la frazada y los guantes que le regalaron, pues asegura que su cuarto es “como un congelador”, además de que en junio, cuando sea su cumpleaños, la coordinadora le prometió un pastel, y con un poco de suerte, volverá a ver a su familia.
Para Navidad su deseo es simple: “Que tenga salud y lo mismo para todos mis compañeros”.
Salud, por los que se quedan
María Dorotea Romero Lara, de 90 años de edad, dice estar feliz en este lugar, porque ha encontrado la protección que durante muchos años no tuvo al quedarse sola.
Cuenta que, aunque eran seis hermanos, todos murieron y ella era la más joven, por lo cual no se casó, debido a que sus papás le negaron el permiso. Sin embargo, no se arrepiente, aunque no tiene hijos ni familia, afirma que en este lugar sus compañeros han sido su refugio y su compañía.
Con la tez blanca arrugada por el paso del tiempo, Dorotea está totalmente lúcida, se ayuda a caminar con un bastón y comenta que a ella siempre le han gustado las cosas bonitas y por eso la Navidad es de sus fechas preferidas.
Para esta Nochebuena, Dorotea espera que haya vino, uvas y bacalao, y de regalo sólo quiere unas calcetas calientes, que le lleguen hasta las rodillas.
Para ella, el vino es importante, lo mismo que las uvas, ya que en sus deseos está “que las personas que se quedan aquí sean felices y vivan muchos años”.
En tanto, ella y sus compañeros esperan pasar una Navidad con sus cuidadores; aunque no son consanguíneos, se han convertido en su familia.
Alegría por adelantado
La celebración de Navidad en este lugar se adelantó por parte de las autoridades, y el pasado 14 de diciembre los residentes fueron sorprendidos con una comida especial.
Pollo a la naranja, enchilado, galletas, chocolates y espagueti chino fueron servidos en una mesa especial, donde estuvieron algunos invitados, como los funcionarios de la junta de asistencia y personal del sitio.
Una taquería ofreció un servicio de tacos al pastor, además de que se contó con una fuente de chocolate y vino sin alcohol para el brindis. Para alegrar el ambiente, estudiantes de una escuela de enfermería de Zumpango, Estado de México, montaron una pastorela, además de que una tienda de conveniencia envió máquinas de café.
Los residentes recibieron obsequios y el voluntariado de la Secretaría de Educación entregó frazadas y guantes.
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