Tijuana.— Dos días antes del primer bombardeo a Kiev, Ucrania, Alex, su esposa y sus tres hijos huyeron a España. Lo hicieron para evitar vivir en la penumbra de las calles en medio de explosiones y, aunque lograron escapar de refugiarse en el Metro en su país, ahora en Tijuana duermen junto a más de 2 mil refugiados en la estación de autobús #22 de la ciudad, sobre concreto frío.
Fue un 22 de febrero, aún lo recuerda. Ese día salieron de su ciudad, capital de Ucrania, y llegaron a España. Pensó que allá podría conseguir trabajo, pero no fue así. Ha pasado casi un mes y casi 11 mil kilómetros de distancia para que ahora pase sus noches no en una casa ni en un refugio, sino en una parada del Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT).
A diario llegan a esta frontera entre 200 y 300 desplazados del continente europeo tras el conflicto entre Ucrania y Rusia. Aterrizan en los aeropuertos de Cancún y la Ciudad de México, de donde toman otro vuelo a Tijuana.
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Su objetivo es llegar a Estados Unidos, país que exige visa para entrar, por lo que su opción es llegar directamente a Tijuana, además de que para México sólo requieren un permiso que se tramita en línea.
En la frontera, las familias solicitan asilo en Estados Unidos, cuyo gobierno creó un permiso temporal que les permite ingresar. Sin embargo, aunque cada día cruzan varias familias, cientos esperan su turno en México.
Alex es uno de los mil 100 ucranianos y mil rusos —según el conteo de la Dirección de Atención al Migrante en Tijuana—, que estaban ayer en esta ciudad. Ha dormido dos noches sobre una cobija colocada en el concreto porque, mientras su esposa y sus hijos se quedan bajo un techo de lámina en la estación, él con otros hombres permanece a la intemperie.
Recuerda haber visto en los periódicos las imágenes de miles de ucranianos y extranjeros que dormían bajo tierra en Kiev, en las estaciones del Metro. No todos eran desconocidos, entre ellos estaban sus primos y otros familiares.
Pensó que al salir de Ucrania antes de los bombardeos había salvado a sus hijos de vivir en esas condiciones. Hoy, cuando mira a su esposa dormir sobre el césped y a sus hijos correr, Alex se rompe y deja escapar las lágrimas.
“Escuchar a mis hijos preguntarme ‘cuándo vamos a regresar a casa’ es lo más difícil”, explica en inglés: “Nosotros teníamos una vida allá, trabajo, coche y ¡por el amor de Dios!, justo construíamos nuestra casa de ensueño… si mañana terminara la guerra, al día siguiente juro que regresaría”.
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Dice que retirarse ahora no es una opción, pues para llegar hasta Tijuana han gastado más de 20 mil dólares que costearon vuelos y comidas, por lo que sólo espera entrar a Estados Unidos.
La alcaldesa de Tijuana, Monserrat Caballero, dijo ayer que rentarán un edificio para reubicar a las familias.
Mientras las autoridades analizan opciones de traslado, cientos de familias ucranianas se mantienen en la estación, en las inmediaciones de la garita San Ysidro y también en otra concentración menor en Otay Mesa.