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Todos los días, Martha Flores y su hijo Ángel Derek caminan unos dos kilómetros de su casa a la escuela, lo hacen bajo la inclemencia de un sol que ocasiona temperaturas de hasta 45 grados.
Martha
, de 50 años y Derek , de 9, acuden a hasta la escuela Severo Cosío , ubicada en pleno centro del municipio de Guadalupe , debido a que el pequeño sufre de Trastorno de Déficit de Atención (TDA) y este centro educativo cuenta con el Servicio de Unidades de Servicio y Apoyo a la Educación Regular (USAER).
Antes de salir de casa ambos se ponen bloqueador solar , producto que ha impactado en su economía según nos cuentan. Ángel tiene una piel sensible y su madre fue operada hace años de unos lunares malignos en la cara ; es obligatorio protegerse de los rayos ultravioleta.
Martha Flores
carga una sombrilla y también un litro de agua para que su hijo vaya tomando durante el recorrido. Lleva uno más para las clases.
"Entre el agua y el protector solar se va el dinero, hay más gastos", por ello no siempre utilizan el transporte de ida y vuelta. Ambos deben salir de su domicilio al mediodía para llegar puntual a su destino. “Llegamos asoleados, pero a tiempo”, cuenta.
Al interior de la escuela también acude Rito Jacobo Cordero , de 39 años, originario del municipio de Trancoso , quien diariamente carga sobre sus hombros cerca de 70 kilos distribuidos en dos cubetas llena de fresas, chabacanos, nopalitos y pan de rancho.
Rito vive un éxodo bajo el sol, las altas temperaturas lo hacen sudar cuando camina por la zona centro de Guadalupe . En el trayecto de más de cinco kilómetros que camina para vender sus productos, su mejor amiga parece ser una botella de agua.
Menciona que sale de su pueblo desde las 8:00 de la mañana pero siente que el sol impacta cerca del mediodía. A esa hora es cuando siente que “el sol pica la piel, por eso estoy bien tostado”, pese a que usa una gorra, dice que no queda otra más que salir diario a la calle a hacer lo que le “ha dado de comer desde hace 25 años”.