Más Información
Cárteles mexicanos reclutan a estudiantes de química para producir fentanilo, asegura NYT; buscan crear una droga más fuerte y adictiva
Comando armado llegó en auto de lujo a Apaseo el Grande; gobernadora promete dar con responsables de masacre en Guanajuato
Ambientalistas condenan manejo de fauna en el Tren Maya; “La biodiversidad de México no debe ser sacrificada en nombre del progreso”
Liga MX: Así se jugarán las semifinales del Apertura 2024; Cruz Azul y América vuelven a verse las caras
Joe Biden indulta a su hijo Hunter; “he visto cómo mi hijo era procesado de forma selectiva e injusta”, argumenta
La idea de pasear a su “shunco” (el más pequeño de la casa), de año y tres meses, en un triciclo por las calles de Juchitán le vino primero por la tragedia y la necesidad.
Don Alfonso Orozco
es una de las miles de víctimas del terremoto del 7 de septiembre. Su familia, conformada por su esposa y cuatro hijos, perdió su casa y todas sus pertenencias. A casi un mes, la ayuda llega a cuentagotas.
La familia que vivía en la colonia Víctor Yodo, pero por la emergencia se tuvo que mudar a un albergue de la Novena Sección de Juchitán.
“Pues sí hay ayuda, hay alimentos, pero no es lo mismo. Nuestra casa quedó totalmente afectada el pasado 7 de septiembre; quedaba una pared y un pedazo de techo donde nos acomodamos para dormir, pero con el segundo temblor se terminó de derrumbar todo”, dice el artista plástico en ciernes.
Así le nació la idea de adaptar un triciclo como refugio ambulante para su pequeño Saulo, y llevarlo por las calles del municipio istmeño para pedir ayuda y buscar trabajo, pues luego de los sismos, nadie encuentra empleo, cuenta. Además su pequeño taller de arte, quedó destruido.
“Albergue de Saulo”, le pintó al frente del viejo triciclo, adaptado como carpa, con pedazos de madera pintados y cubierto con una lona. En el interior, puso una silla para el pequeño, y adornó con macetas. Al frente, un letrero que halló en algún lugar y recicló, donde se lee: “Calidad de exportación”. En el vehículo, carga al niño con su respectivo biberón y dotación de pañales.
“Este triciclo nació de una triste historia de lo que nos pasó, salió la idea porque la casa se afectó, ya no pudimos estar dentro, menos con el niño. En la mañana salgo con mi hijo buscando ayuda; en el albergue nos dan algo pero necesitamos apoyos, ropa, zapatos, alguien que nos diga de algún trabajo”, expone a EL UNIVERSAL.
“Yo me dedico al arte, soy pintor, escultor, algo de cerámica; igual tenía mi taller, pero se cayó totalmente, nos quedamos en la calle; tenemos amigos, familiares que nos están echando la mano para poder salir adelante”, dice.
Explica que puso toldo y madera al triciclo para que la lluvia, el viento o el polvo no afectaran a su Saulito, a quien también le acomoda un cubreboca. Las reacciones por parte de pobladores y visitantes han sido distintas.
“Lo que más satisfacción me da es que cuando salimos y vemos a la gente, cuando nos ven, nos regalan una sonrisa, entonces les da ternura, alegría. Cuando ven el triciclo dicen: ‘oye, qué bueno’. Como que algo despierta, entonces dije pues está dando resultado, estamos aportando algo a la gente, con una sonrisa”, narra.
De la necesidad surgió también la iniciativa de llevar sonrisas. Entonces recorrió colonias y más barrios, como la Segunda, Quinta, Novena, a excepción de la Séptima, la sección más devastada.
Se detienen donde hay otros niños, quienes se alegran al ver el transporte, se toman fotos y sonríen, se divierten.
Así pasa el día Alfonso Orozco, entre calles ahora polvorientas, a veces lodosas, pero aún llenas de escombros y tristes recuerdos por una tragedia nunca antes vista en la región del Istmo.
afcl