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San Cristóbal de las Casas.— Desde que los secuestradores llevaron a los inmigrantes a una casona en San Juan Chamula, el hondureño Óscar “N”, de 23 años, se propuso escapar del lugar.
El joven narró que después de tres semanas de cautiverio sus captores también mostraron síntomas de cansancio y fue cuando aprovechó para dejar la cabaña, saltar la cerca de alambre y bordear el predio por un camino de terracería hasta alcanzar un punto donde pudo observar las luces de la cabecera municipal de Chamula, pero no sabía en qué lugar estaba.
Esa madrugada del 21 de agosto, el hondureño se internó en el bosque y durmió bajó los cipreses y ocotes. A la mañana siguiente, tomó de nuevo el camino de terracería y metros adelante paró al conductor de un vehículo, quien lo llevó al Instituto Nacional de Migración (INM), donde contó lo que le había ocurrido.
Óscar describió que los extranjeros secuestrados sólo recibieron al día un vaso con agua para tomar y una porción de alimentos fríos, también tenían derecho a otro vaso con agua para mojarse la cabeza. Y permanecían con la amenaza: “Si sus familiares no entregan el dinero, entonces los vamos a matar y vamos a vender sus órganos, para que podamos recuperar el dinero”, lanzó uno de los hombres que parecía comandar al grupo.
Con la información que proporcionó Óscar se supo que la casa podía estar en un camino que enlaza Chamula con San Cristóbal. Agentes vestidos de lugareños localizaron el inmueble y ayer se desplegó el operativo de fuerzas federales y estatales que liberó a los 22 migrantes.