En México, dos de cada 10 mujeres reconocen haber sido víctimas de violencia económica. Los principales factores son la falta de acceso a mercados laborales formales, la repartición de tiempo en actividades no remuneradas y de cuidados, así como la desigualdad de oportunidades de trabajo, aseguran expertas.

La violencia económica es toda acción u omisión que afecta la supervivencia económica de las mujeres y se manifiesta a través del control del ingreso o de sus percepciones económicas, así como la obtención de un salario menor por un trabajo igual dentro de un mismo centro laboral, establece la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Poco se habla de este tipo de agresiones, porque está normalizada. Existe en espacios laborales y familiares, al ser las mujeres quienes trabajan por sueldos menores o quienes cumplen con actividades de cuidado no remuneradas e invierten más tiempo en actividades de la casa, a diferencia de los hombres.

En este marco, la educación financiera para las mujeres es importante porque contribuye a procesos de empoderamiento, explica Edith Ortiz Romero, economista e investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG).

“El empoderamiento de las mujeres está relacionado con la educación financiera, las mujeres tenemos que poder acceder a un mercado laboral, tener un ingreso propio, tener una capacitación o ascender a otro puesto” señala la investigadora.

De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres, la violencia económica usualmente se ejerce en relaciones de pareja y puede manifestarse con vigilancia y control del dinero, prohibición para desempeñar un trabajo o exclusión en las decisiones de la economía del hogar.

También puede darse en un contexto laboral, cuando existe una brecha salarial entre hombres y mujeres que hacen el mismo trabajo, cuando se les excluye por género para tener un puesto de liderazgo o si se cuestiona su maternidad, comenta la economista.

Sistémicamente, para las mujeres emplear el tiempo en actividades de cuidado o no remuneradas limita el crecimiento profesional o genera dobles jornadas de trabajo: “Tiene que reconocerse que hay una violencia económica. De fondo hay un control y no sólo es del ingreso, sino también el control del tiempo… incluso, si tienes ingresos pero son bajos difícilmente vas a tener un ahorro porque ese dinero lo empleas para vivir al día”, explica Edith Ortiz.

“Mejor deja de trabajar”

Control del dinero, prohibición para trabajar, chantaje e insultos, fueron características de la relación que tuvo Cristal Ayala durante seis años con su expareja.

Cristal, de 26 años y originaria de Morelos, por años apoyó en sus objetivos y metas laborales al hombre que era su novio, sin tener conciencia de la violencia económica que él ejercía sobre ella.

“Cuando lo conocí lo apoyé mucho en sus metas, en un principio me decía ‘vamos a ser socios, hay que hacer esto juntos’.

“Yo siempre lo apoyé en sus objetivos, pero él a mí no; un día me dijo que mi trabajo le consumía mucho tiempo a él y sus proyectos, que mejor dejara de trabajar para prestarle más atención a él”, recuerda la joven.

Primero, él le prometió que si dejaba de trabajar se encargaría de ella y de todas sus necesidades; luego, el hombre le empezó a reprochar sus gastos y ante sus conocidos la exhibía y decía que ella era quien no quería trabajar.

“Los pagos de la casa él los controlaba, el pagaba servicios, él se encargaba de esas cosas y sólo me daba dinero cada cierto tiempo. En su momento me parecía normal y cuando me atacaba pues creía que era porque estaba estresado o porque había tenido un mal día”, relata la mujer.

“Fue una relación de mucha violencia emocional, depresión y baja autoestima. Me decía floja y que yo no iba a lograr nada sin él… yo no me había dado cuenta que también era violencia económica hasta que mi amiga Ana me dijo, ella fue quien me invitó al Banco de Mujeres”.

Cristal terminó con esa relación y actualmente trabaja en las oficinas de una tienda de autoservicio y ha participado en el Banco de Mujeres por más de un año.

Resalta que con esta organización entre mujeres se ha vuelto más consciente de la importancia del ahorro y de tener una red de apoyo: “Estar en el banco me motiva a seguir mis propios objetivos y aunque no nos conozcamos, porque somos de varios lados, he aprendido mucho, me siento más capaz y con mejor autoestima”, agrega.

Dice que siente satisfacción cuando puede comprar sus propias cosas y apoyar también a su familia económicamente.

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El Banco de Mujeres

Para alcanzar un bienestar financiero y contrarrestar la violencia económica, alrededor de 50 mujeres originarias de Morelos, Michoacán, Veracruz, Coahuila, Puebla, Estado de México y Oaxaca, se han integrado en un grupo que llaman Banco de Mujeres.

“El Banco de Mujeres es un proyecto comunitario en el que durante cuatro meses las integrantes realizan un ahorro semana a semana, fomenta los préstamos entre las compañeras y realiza inversiones en diversas plataformas para generar un mayor rendimiento. También se enseña sobre educación financiera y cada ciclo se imparten algunos talleres, además de compartir conocimientos y consejos”, explica la socióloga y activista feminista, Jacqueline Estrada Bautista, una de las coordinadoras.

Formado en mayo de 2021, durante la pandemia de Covid-19, un grupo de mujeres, entre investigadoras, estudiantes, así como trabajadoras del hogar y del sector informal iniciaron un proyecto de ahorro, el cual estaba apegado al manual de Bancos Comunitarios del Instituto Mexicano de Investigación de Familia y Población, y que les sirvió de base para impulsar el banco, además de su conocimiento sobre tandas y cajas de ahorro.

Guiadas por una organización comunitaria decidieron que se trataría de “un proyecto de mujeres y para mujeres, pensamos en la necesidad de fomentar el diálogo entre las integrantes del banco, recordar que es un proyecto sororo donde los contextos sociales importan”, por lo que se han realizado adecuaciones que sean más cercanas a la realidad de las integrantes, relata Mariana, integrante del Banco de Mujeres.

“Fue alentador encontrarnos y apoyarnos entre todas en ese momento de pandemia”, dice Luisa María Ramos, quien también es integrante de la organización. Ella es emprendedora, tiene una hija que estudia la primaria y uno que asiste a preescolar, ambos en diferentes turnos por lo que para ella emplearse en un trabajo con horarios fijos le resulta complicado.

“Me gusta estar en el banco porque ahorramos juntas, nos motivamos, puedo promocionar mi emprendimiento y gracias a los consejos que se han dado [en el grupo] he aprendido a administrar mejor mis finanzas, y también me ha servido para crear un hábito de ahorro en mí y en mis hijos”, expresa Luisa.

Para Estrada Bautista, “la educación financiera para mujeres es importante porque existen estereotipos que erradicar; uno de los estereotipos más comunes es que las mujeres somos buenas administradoras, pero del hogar. La educación financiera para mujeres ayuda para generar procesos de empoderamiento, no solamente en el ámbito económico, sino también procesos de empoderamiento que impacten en una vida digna para las mujeres a través de objetivos personales o profesionales”.

La socióloga explica que una de las características del Banco de Mujeres es que apoya el crecimiento de las capacidades de las integrantes a través de algunos talleres o pláticas sobre educación financiera.

Los objetivos de las integrantes del banco son variados, cuenta la socióloga. Algunas de las mujeres están interesadas en capitalizar sus ahorros para la compra de propiedades, para invertir en sus negocios o para incrementar sus fondos para el retiro.

“El dinero que ahorré en estas semanas lo pienso invertir en otro negocio de venta de comida con una de mis primas porque un solo gasto en casa no alcanza, además de que al tener a mis hijos en diferente horario escolar me resulta muy complicado trabajar en algo fijo, cuidar de ellos, y aparte realizar tareas de casa”, cuenta Luisa.

En México, 56.2 % de las mujeres de la población ocupada se desarrolla en la economía informal, esto de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de octubre 2023, cifra que es mayor en comparación de los hombres en dicho sector, la cual es de 54.8%.

Las especialistas Edith Ortiz Romero y Estrada Bautista coinciden que esta proporción de las mujeres en la economía informal se debe también a que existe cierta restricción para emplear su tiempo, ya que dedican más horas a labores del hogar o actividades de cuidado no remuneradas que los hombres.

Araceli Melgarejo es otra de las integrantes del banco, ella cuenta que durante años se ha dedicado a la venta de tamales y gelatinas, además de sus labores del hogar.

La comerciante, de 63 años, señala que lo que más le gusta de ahorrar en comunidad es juntar su dinero con otras mujeres y aprender entre sí, explica que sus ahorros los ha invertido en diferentes necesidades de su casa, para su negocio, e incluso para alguna emergencia de salud.

Tanto Araceli, Cristal y Luisa resaltan que “siempre es bueno tener dinero propio” y “no depender de nadie y mucho menos de la pareja”.

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