Oaxaca de Juárez.— Mientras pela dientes de ajo para preparar la comida del día, Filadelfo Aldaz Deciderio relata la historia de la Comedora Comunitaria Nkä'äymyuj-këmë-Comamos Todxs, iniciativa que en los últimos meses ha brindado alimento a las que se encuentran estacionadas en la ciudad de Oaxaca.

Es un lunes de trabajo en el proyecto comunitario que se sostiene con el voluntariado de personas que donan, preparan o reparten alimentos, según sus posibilidades.

Para este día, el menú que será repartido a 100 personas consiste en sopa de lentejas, frijoles y arroz, que se prepara en una casa en la colonia Primera Etapa, identificada como el más reciente centro de operaciones del proyecto sin fines de lucro y uno de los pocos que ha brindado una mano a los extranjeros en tránsito que cruzan el territorio oaxaqueño.

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Fili, como le llaman afectivamente quienes le conocen, es una persona no binaria y quien dirige el proyecto, aunque otras personas se suman constantemente. Es originaria del municipio ayuujk de Santiago Atitlán, en la sierra norte de Oaxaca.

Foto: Edwin Hernández / El Universal
Foto: Edwin Hernández / El Universal

También a cargo de la cocina, cuenta que la iniciativa nació en la pandemia, cuando las personas sin empleos fijos, principalmente disidentes sexuales, se quedaron sin trabajo, sin hogar y muchas de ellas, sin comida.

En ese entonces el objetivo principal fue ayudarse entre sí y que todas las personas que lo necesitaran tuvieran un plato caliente de comida.

Desde sus inicios, la comedora se sostiene del apoyo mutuo. Son las donaciones las que permiten que la comida caliente y preparada con amor y ganas de ayudar llegue a quienes tienen hambre. Recientemente, los esfuerzos se centraron en atender a extranjeros en tránsito, quienes han encontrado prácticamente ayuda nula en la capital.

Fue en diciembre cuando la comedora comenzó a recorrer las zonas donde se concentran personas migrantes para compartir comida; sin embargo, ante el incremento del flujo de extranjeros, brindar alimentos ya no fue la única tarea de las personas que se suman voluntariamente, semana a semana, a preparar y repartir comida.

“Hemos acompañado y brindado contención a las familias, las personas nos dicen que el paso por México es muy violento, que no vienen con intenciones de quedarse y que necesitan apoyo para sobrevivir”, relata Fili.

A su paso por territorio oaxaqueño, para las y los migrantes las violencias se recrudecen, pues existe rechazo colectivo ante su presencia, aunque repitan una y otra vez que su intención no es establecerse en este suelo.

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Y tampoco habría posibilidad de ello. Consultados por EL UNIVERSAL, los extranjeros, sobre todo sudamericanos, narran que la comida y los pasajes de autobús y taxi, si eres migrante, triplican sus precios, haciendo imposible la subsistencia diaria, máxime si se trata de familias.

Oaxaca se ha convertido en el paso obligado de miles de migrantes originarios de al menos 16 países, quienes buscan llegar a Estados Unidos. Foto: Edwin Hernández / El Universal
Oaxaca se ha convertido en el paso obligado de miles de migrantes originarios de al menos 16 países, quienes buscan llegar a Estados Unidos. Foto: Edwin Hernández / El Universal

No hay manos que alcancen

La necesidad de que una iniciativa como la comedora se enfoque en saciar el hambre de quienes están en tránsito, se debe a que según el gobierno de Oaxaca esta entidad se ha convertido prácticamente en el paso obligado de miles de migrantes de al menos 16 países que buscan llegar a Estados Unidos, y sólo de mayo al 15 de agosto han cruzado por el suelo oaxaqueño 60 mil 280 personas.

Durante su travesía, la mayoría opta por estacionarse por algunos días y hasta semanas en ciudades como Juchitán de Zaragoza, pero de acuerdo con Jesús Romero López, secretario de Gobierno, el municipio de Oaxaca de Juárez concentra la mayor cantidad de personas migrantes, principalmente en parques públicos, terminales de autobuses y en la Central de Abasto, uno de los puntos de mayor concentración.

La comedora lleva alimentos a estos puntos al menos dos veces por semana, y sus integrantes están convencidos que en las últimas semanas el flujo de personas se ha disparado. “Queremos hacer muchas cosas y llevar comida más días, pero por el momento el apoyo que recibimos nos permite recorrer las terminales y la central dos días a la semana”, refiere Fili.

Por medio de donaciones, la comida, preparada con amor y ganas de ayudar, llega a quienes la necesitan, como los migrantes del extranjero. Foto: Edwin Hernández / El Universal
Por medio de donaciones, la comida, preparada con amor y ganas de ayudar, llega a quienes la necesitan, como los migrantes del extranjero. Foto: Edwin Hernández / El Universal

Aunque no es un trabajo asalariado, para Fili y las personas que le acompañan, esta labor les implica jornadas completas donde la recompensa es haber ayudado a las personas que lo necesitan, principalmente a las infancias. “El trabajo comunitario, en el lugar de donde vengo, es una forma de sobrevivir”, afirma.

Las experiencias con infantes son las que más han impactado en la labor de la comedora, pues quienes se suman a la tarea de llevar comida a la Central de Abasto y terminales de autobuses son movidas principalmente por las y los niños, quienes duermen a la intemperie y comen lo que pueden conseguir.

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Fili señala que todas las personas que tuvieron que dejar sus lugares de origen, sin importar la distancia o la razón, son migrantes, y comparte que en su caso lo vivió cuando llegó a la ciudad siendo adolescente, para continuar sus estudios; reconocerse como migrante es una de las razones que le motivó a emprender la tarea de ayudar a otros en esa situación.

Tras estos meses, la comedora ha motivado a otras iniciativas, todas ciudadanas, a apoyar a las personas migrantes, a llevarles comida, cobijas, ropa y artículos de primera necesidad; sin embargo, las manos no alcanzan y las llegadas no se detienen.

Es por ello que quienes han llevado ayuda lamentan que no exista ninguna iniciativa gubernamental con carácter humanitario que pueda ofrecer a las y los migrantes un lugar para comer o dormir, un lugar seguro para que niñas y niños no permanezcan en la calle, sobre todo porque ha sido la decisión del gobierno federal la que desató esta situación.

El Centro de Orientación para Migrantes en Oaxaca (Comi); por ejemplo, está parcialmente cerrado y opera al mínimo de su capacidad, por lo que se abstiene de recibir a la mayoría de las personas que se han acercado a pedir ayuda, explican los propios extranjeros.

Desde la comedora, Filadelfo Aldaz exhorta a la población a la empatía y la solidaridad hacia personas que enfrentan situaciones de dificultad, tuvieron que abandonar sus hogares y viven situaciones violentas a su paso por Oaxaca. “Si mínimamente pudiéramos escuchar sus historias y entender que nadie tiene por qué pasar hambre, la situación cambiaría”, afirma.

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