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A Virginia lo que más le indigna es que a Alexander le intentaron poner una pistola en las manos. Lo hicieron luego de que la bala de la escopeta de un policía municipal se incrustó en su cabeza y borró su sueño de ser futbolista y jugar en primera división.
Sentada frente al cuerpo de su hijo, que yace en una mesa cubierto con una sábana y rodeado de flores, veladoras y un balón de fútbol, Virgina grita y llora. Se desgarra. Exige justicia porque a los 16 años, Alexander fue asesinado por uno de aquellos que debían cuidarlo.
“¡Todavía se encargaron de ponerle una pistola en las manos a mi hijo, mucha gente lo vio! ¡Mi hijo era futbolista, jugaba en tercera división, tenía una beca, no era un delincuente pero le tiraron a matar, porque le dispararon en la cabeza!, grita Virgina.
Luego se para y con rabia y destapa el cuerpo inerte: ¡Miren cómo me lo dejaron! ¡Yo quiero a mi hijo!, clama mientras un grupo de mujeres exige justicia al mismo tiempo, como una sola voz. “¡Queremos justicia! ¡Justicia!”.
A matar
Son las 22:30 horas del 9 de junio y en la comunidad de Vicente Camalote, en el municipio de Acatlán de Pérez Figueroa, un tiro acaba de rasgar la oscuridad de la noche. Sobre la carretera El Amate-Acatlán, a la altura del crucero “La Cruz”, el cuerpo de Alexander se desangra tras recibir un tiro en la cabeza, bala que salió del arma de un policía.
De acuerdo con la versión más reciente de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca (FGEO), Alexander circulaba a bordo de una motocicleta Vento color roja en compañía de otros jóvenes. Regresaba de comprar un refresco pues celebraban un cumpleaños.
Fue entonces cuando la patrulla 023 de la policía municipal, que venía en sentido contrario y con las luces apagadas, les cerró el paso abruptamente.
Según la investigación, de la cabina trasera de la patrulla descendió el policía S. R. R., quien portaba una escopeta y realizó un disparo contra la cabeza del futbolista. Uno solo: a matar.
Como resultado del ataque, otro adolescente que viajaba junto con Alexander, resultó lesionado y sigue internado en el Hospital de Tuxtepec, donde se reporta estable. Este sábado, al policía municipal que disparó contra los jóvenes se le impuso prisión preventiva, pues se le acusa de homicidio calificado.
El último gol
Antes de que el cuerpo de Alexander fuera acompañado al cementerio de Acatlán de Pérez Figueroa por una multitud de personas vestidas de blanco, los amigos con los que jugó y con quien compartía el sueño de llegar a la Selección Nacional lo despidieron con último partido, un último gol y un último festejo.
Con el féretro en el centro de la cancha, los jóvenes hicieron una última jugada, el balón llegó en un pase, se anguló con el cajón de madera y anotó el gol ante una multitud con el dolor en carne viva. Luego, los jóvenes se fundieron en un abrazo colectivo, un festejo-despedida para honrar a su compañero ausente.
“¡Vamos, Chander!” y “Arriba mi campeón”, eran los gritos nacidos del ánimo que la multitud dejó como constancia de la vida de Alexander, cuyo nombre se repetía una y otra vez desde las gradas, en las porras que del júbilo se transformaban en reclamos. La rabia había vuelto como única forma de exigir justicia.
El video en el que Chander se despide de la cancha a dado vuelta al mundo y es comentado por medios internacionales. Incluso Alex Stone, el vocero de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), tuiteó que “Nunca había visto algo así”. Lo que no sabe la voz autorizada de la FIFA es que el asesinato de Alexander es el cuarto de cinco casos en México donde el abuso y la violencia policial terminó con la vida de hombres jóvenes. Todos dados a conocer en una semana.
En el caso de Oaxaca, la vida de Alexander destapó algo que ha estado ahí y nadie volteaba a ver. La Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) la definió como “una crisis estructural” que lacera a las policías municipales de todo el estado y que sólo en lo que va del año ha dejado 120 quejas por el actuar de las corporaciones policíacas y sus mandos.
“¿Esos son los policías, los que matan a nuestros hijos? ¿Esa es la gente que nos cuida?” cuestiona con rabia Virginia frente al cuerpo de su hijo. Y, hasta ahora, nadie le ha dado repuesta.