Cancún.— El desove de corales en arrecifes del Caribe mexicano registró una sensible disminución durante la reciente temporada de reproducción, lo cual ha alertado a científicos e incrementó su preocupación por el futuro de este ecosistema marino, sometido a diversas amenazas como el calentamiento global, la contaminación del agua, la sobrepesca, el turismo masivo y, recientemente, los abundantes florecimientos de sargazo y el síndrome blanco.
Los arrecifes son estructuras de corales blandos y duros, animales marinos que forman colonias y al crecer sirven como sitio de anidación, reproducción y refugio de una gran diversidad de especies.
Frente a las costas de Quintana Roo se encuentra el Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM), macizo coralino que se extiende hasta Belice, Guatemala y Honduras.
Científicos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), campus Puerto Morelos, y de la Universidad de Guadalajara, han detectado que desde 2018 los corales desovan menos, justo en un momento crítico para el arrecife, que enfrenta dos eventos inéditos: uno, que incrementa su estrés —el recale masivo de sargazo— y otro, el síndrome blanco, que mata el tejido vivo del coral a gran velocidad.
Para dimensionar la importancia del SAM y la gravedad de la pérdida de corales, el doctor Lorenzo Álvarez Filip, del Laboratorio de Biodiversidad Arrecifal y Conservación de la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales del ICML, resalta que más de 500 millones de personas dependen de ese arrecife, como fuente de alimento y trabajo.
Además, el arrecife provee servicios ambientales, como formador de la arena de las playas, protector natural de las costas ante huracanes e importante atractivo turístico, que aporta ganancias de hasta 6.2 billones de dólares.
Oleada mar adentro. En entrevista, la titular de la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales del ICML, Anastazia Banaszak, indica que desconocen las razones para el decremento del desove, pero afirma que es evidente que “los corales nos están mandando un mensaje”, como respuesta a una serie de factores que deben estudiarse más a fondo.
El cambio climático y la temperatura del mar son factores determinantes en el estrés para el arrecife: para que estas estructuras crezcan y vivan sanas, la temperatura del agua debe estar sobre los 26 o 27 grados centígrados. Sin embargo, ésta se mantiene sobre los 31.
Las altas temperaturas provocan además “blanqueamiento”, una enfermedad que puede llegar a matar al organismo coralino, explica la investigadora.
Otro factor que podría incidir es la presencia masiva de sargazo, que aumentan la producción de algas que sofocan a los corales.
Un tercer factor fue que, esta vez, para la quinta noche del desove de corales —luego de la luna llena— azotó una tormenta que pudo influir para frenar la liberación de los paquetes de gametos en el mar.
Independientemente de las razones, el conjunto de presiones a que está sometido el ecosistema coralino, hacen que la investigadora concluya que “el futuro de los arrecifes aquí, no es bueno”.
“En Puerto Morelos los desoves eran increíbles hasta 2017, a partir de 2018 vimos que disminuyó (...) Este año no hubo desove en Cancún y vimos menos en Cozumel, Puerto Morelos y Punta Venado”.
El fenómeno implica que los corales se están reproduciendo menos, pero mueren más rápido por el síndrome blanco, una enfermedad detectada hace cinco años en La Florida, Estados Unidos, presente en arrecifes de Puerto Morelos y Cozumel desde mayo de 2018.
Este síndrome afecta hasta ahora a 22 especies. Puede matar a una colonia de cuatro metros de altura y cuatro de ancho en semanas.
Reproducción asistida, una esperanza para conservar el arrecife
Dentro de uno de los laboratorios del ICML, en Puerto Morelos, el Doctor en Biología Marina, Pedro Medina Rosas, explica cómo intervienen, desde el 2007, en la reproducción sexual de los corales para ayudarlos a sobrevivir, crecer y luego ser sembrados en el arrecife, como parte de un proyecto liderado por Banaszak para repoblar el macizo coralino con nuevos corales.
Medina, proveniente de la Universidad de Guadalajara, explica que este proceso ocurre sólo una vez al año, aprovechando el desove masivo de corales durante la fase de luna llena del verano.
En esa temporada todas las colonias de coral -que no se pueden desplazar pues están adheridas al substrato marino- liberan simultáneamente paquetes de gametos, es decir, de espermatozoides y óvulos, que rompen, se encuentran y se mezclan gracias al vaivén de las olas, la marea y el viento.
En ese momento, biólogos y buzos recolectan los paquetes de gametos con mallas especialmente diseñadas para esa faena y los llevan al laboratorio, acondicionado con la temperatura y luz adecuadas.
Ahí depositan los paquetes en una suerte de incubadoras con agua limpia, para propiciar la fecundación y el nacimiento de reclutas de coral, es decir, los primeros pólipos que forman un coral y después una colonia coralina que será plantada en arrecifes dañados o degradados, para repoblarlos.
El proceso no termina ahí -añade Medina- pues incluye un monitoreo permanente y el mapeo para evaluar los resultados.
Esta técnica forma parte del proyecto desarrollado por Banaszak para reproducir y restaurar arrecifes de coral, especialmente de la especie Acropora palmata, mejor conocida como coral Cuerno de Alce, que es formadora de arrecife.
Otro de los objetivos, explica Anastazia, es formar un Centro de Capacitación de Restauradores de Arrecife, que hasta el momento ha instruido a 135 estudiantes de 13 países.
En este año se lanzó además una Guía Práctica para la Restauración Coralina, dirigida a políticos, maestros y alumnos, sobre la reproducción sexual de los corales y su restauración.
“Era un proyecto local, pensado para expandirse al Pacífico, pero ha excedido las expectativas y se ha vuelto internacional. Se replica en República Dominicana, en Cuba y en Belice, gracias a nuestro ‘dream team’”, relata la investigadora, quien ha destinado la mayoría de recursos de su área para financiar este esfuerzo, que ha recibido apoyo inicial del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (Conacyt) y de organizaciones civiles e instituciones privadas o públicas.