Torreón.— A las afueras del Centro de Día para Migrantes Jesús Torres, en Torreón, un grupo de extranjeros descansa en la acera.
En los últimos días, varios de ellos han dormido en la calle porque los albergues para migrantes no están permitiendo que pasen ahí la noche por la pandemia, así como por el incremento en el flujo de personas durante las últimas semanas.
Javier Rodríguez, administrador del Centro de Día para Migrantes Jesús Torres, comenta que el flujo de migrantes se ha duplicado en el primer trimestre del año, inclusive a comparación de las cifras previas a la pandemia de coronavirus.
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Detalla que actualmente hay un flujo diario de hasta 30 migrantes y, en tres meses, han superado en 50% todas las atenciones del año pasado.
Rodríguez menciona que muchos hondureños han salido de su país derivado de los desastres de los huracanes Eta e Iota.
Uno de ellos es Salomón Tabora, hondureño de 61 años que después de haberse quedado sin empleo porque las tormentas —como le llama él a los huracanes— destruyeron los campos donde sembraba maíz y frijol, optó por salir de su país.
El migrante salió del lugar hace más de un mes, junto con su hijo Nelson Noé, de 19 años, pero se perdieron en Tapachula, Chiapas. Ahora su hijo está en Mexicali, pero buscarán encontrarse en Piedras Negras, Coahuila, frontera con Texas.
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Salomón ya pasó una noche en Torreón. El albergue dispuso de colchonetas y cobijas, pero él durmió en la banqueta. El Centro de Día Jesús Torres les ofrece almuerzo, comida y les permite el acceso para bañarse; cuando terminan, les dan un kit de viaje; sin embargo, Rodríguez afirma que están saturados.
Salomón quiere llegar a Estados Unidos para “chambear”. Dijo que en su país, Honduras, no hay trabajo. Allá dejó a más hijos y “a la viejita”, su esposa. Pero su sueño es ganar unos billetes y regresar a su nación.
Éxodo laboral
Rodríguez cuenta que han llegado bastantes personas que buscan refugio en México, pero muchos otros insisten en buscar el sueño americano de cruzar hacia Estados Unidos.
Añadió que también muchos migrantes buscan llegar a trabajar a Monterrey o, inclusive, en cualquier ciudad a la que llegan, si les dan trabajo se quedan.
José Isidoro Rivera, también migrante, pero de El Salvador, lleva ocho días durmiendo en la calle porque los albergues para migrantes no están permitiendo que pasen ahí la noche.
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El salvadoreño fue deportado en 2016, después de estar 30 años en Estados Unidos, donde trabajaba como albañil o en la cocina de algún restaurante.
Desde que fue deportado, ha intentado dos veces pedir asilo, pero se lo han negado. En México ya lleva tres meses y dice que, después de 30 años, en su país de origen no le queda nada ni nadie. “En Estados Unidos tengo un hijo de 12 años”, platicó.
El migrante tiene pensado llegar a Monterrey y quizá trabajar un tiempo antes de intentar cruzar, ahora sí de manera ilegal, a Estados Unidos.
Javier Rodríguez también refiere que otro fenómeno es que cada semana pasa, por lo menos, una familia completa, es decir, padre, madre e hijos, cuando antes el flujo era mínimo: de unas cinco familias al año.