Chilpancingo.— El tiempo en esta pandemia ha tomado dimensiones distintas: para los que están en confinamiento, los días son eternos, y para los que tienen un familiar contagiado de Covid-19, cada minuto es indispensable.

Son las tres de la tarde, en OxiLife, uno de los 3 establecimientos de venta de oxígeno en están descargando los cilindros que acaban de llegar de Puebla y en la entrada del local ya están cuatro personas formadas para abastecerse.

Todos se mueven rápido: los que descargan, los que despachan y los que llegaron a comprar. Varios llevan más de seis horas esperando que les surtan oxígeno, así que cuando lo tienen no desperdician minutos: rellenan, pagan y salen casi corriendo.

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En este momento, el tiempo es valioso, pero en Chilpancingo la escasez de oxígeno ha obligado a esperar. Esperar porque no hay ese producto en la ciudad, y quienes lo venden tienen que salir a buscarlo. Sin embargo, esperar en la pandemia puede implicar muchas cosas.

“Ahora entiendo por qué se está muriendo mucha gente”, dice una mujer que apenas se detiene unos minutos.

La mujer tiene enfermo a su tío de 84 años de edad. Es sacerdote, y desde el domingo, no puede despegarse del oxígeno.

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Un día antes le hicieron la prueba para detectar Covid-19; resultó negativa y los médicos lo mandaron a su casa con medicamentos. Al otro día comenzaron las complicaciones respiratorias hasta que le fue indispensable el oxígeno.

Desde ese día, conseguir oxígeno para su tío es una odisea. Sobre el cilindro, dice la mujer, por ser sacerdote, muchos les ofrecieron ayuda y se lo prestaron, pero lo más complicado continúa: conseguir el oxígeno.

La noche del miércoles no pudieron conseguirlo, fueron a OxiLife, pero estaba cerrado. “Lo vimos cómo se estaba poniendo morado; lo bueno que llegó un médico amigo y traía un tanquecito y eso sirvió mientras conseguimos más”, recuerda.

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El miércoles se agravó su tío luego de que lo llevaron a Acapulco para que lo atendieran en un hospital privado por contar con un seguro de gastos médicos, pero lo rechazaron. El viaje lo agotó.

Desde el domingo, por lo menos tres veces al día salen a buscar oxígeno porque su cilindro, de 9 mil 500 litros, sólo les rinde unas seis horas. El pasado jueves, asegura, corrieron con suerte, porque pudieron rellenar tres cuartos del cilindro porque una amiga los recomendó en un lugar.

Los establecimientos

Desde que inició enero, a OxiLife su proveedor (una empresa de Acapulco) dejó de suministrarle oxígeno.

En Acapulco, les informaron, la empresa no se da abasto y tomaron una medida: dejó de suministrar a sus clientes del puerto y de otros puntos del estado y se concentró a la demanda de los hospitales.

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En Chilpancingo, sin suministro, los vendedores han tenido que salir a buscarlo. En OxiLife todos los días salen a las tres de la mañana a Puebla, a la planta central del proveedor. Hacen fila por horas para rellenar sus tanques y de inmediato regresan. Traer el oxígeno de otro estado está impactando en el precio.

Los proveedores han tenido que agregarle al precio el gasto que genera el traslado desde Puebla, pero hasta ahora esa es la única forma que tienen para cubrir la demanda.

Rellenar la mitad de un cilindro de 9 mil 500 litros cuesta mil 100 pesos y comprar un tanque de éstos en estos días es casi imposible para una familia promedio: cuesta 40 mil 000 pesos, 1000% más de lo que costaba antes de la pandemia.

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Aun así, muchas familias salen a las calles dos o tres veces al día en busca de oxígeno.

El jueves, OxiLife ofreció oxígeno después de las tres de la tarde, cuando regresaron de Puebla con 20 cilindros. En estos días, se les vacían regularmente en tres horas.

“En un día hemos rellenado hasta 100 cilindros de distintos tamaños, pero los que más traen son los grandes, los de 9 mil 500 litros”, explica una empleada.

OxiLife no logra cubrir la demanda, así que tomó una decisión: todos los cilindros grandes sólo los rellenan a la mitad.

“No podemos dejar a los que vienen sin oxígeno, que se lleven por lo menos un poco, todos la están pasando mal”, dice la joven.

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En la fachada de OxiLife está un anuncio que dice que ofrece el servicio las 24 horas, pero en esta semana, dice uno de los trabajadores, ha tenido que cerrar en dos ocasiones porque se le agotó.

“Hemos cerrado por horas, mientras esperamos que nos lleguen más y ese tiempo descansamos porque han sido días muy agotadores”, dice la empleada.

Guerrero pasó al rojo en el semáforo epidemiológico este miércoles, un mes después de que los contagios y los fallecimientos tomaran un ritmo feroz: al día, en promedio, están muriendo 22 personas por el virus. Enero superó todas las cifras, sobre todo, las de fallecimientos. En noviembre murieron 226 personas; en diciembre, 342. Este mes van 616. Lo triple que en noviembre y el doble de diciembre.