Acapulco.— La reconstrucción de avanza lento, muchas cosas están a medias, otras tiradas y muy pocas, renovadas. El recuerdo del huracán Otis, en 2023, es permanente entre los acapulqueños. Marcó un antes y un después; nada es igual y, tal vez, nada volverá a ser igual.

En 2024 Acapulco tenía un objetivo: volverse a poner en pie, recuperar algo de lo perdido, no lo logró, y eso no pasó por dos obstáculos: el primero, la violencia perenne que tras la emergencia por el huracán se volvió inclemente, y el segundo: John, un nuevo huracán que inundó lo que no estaba destruido.

En este contexto, empresarios señalan que rescatar a Acapulco “es una cuestión urgente”.

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La violencia es uno de los factores principales que impiden la recuperación de la zona. Hoteleros advierten que sin
seguridad los negocios no pueden prosperar, mientras que los turistas se alejan de este destino. Foto: Arturo de Dios Palma / CUARTOSCURO
La violencia es uno de los factores principales que impiden la recuperación de la zona. Hoteleros advierten que sin seguridad los negocios no pueden prosperar, mientras que los turistas se alejan de este destino. Foto: Arturo de Dios Palma / CUARTOSCURO

En manos de la violencia

En 2024 la tendencia de homicidios dolosos en Acapulco fue en aumento, el primer semestre fue el más violento en los últimos seis años.

En julio se vio uno de los peores momentos. Las organizaciones criminales tiraron por lo menos 17 cadáveres desmembrados en las calles. Acapulco ahora está en medio de la violencia extrema.

Tras el paso de Otis, el gobierno federal ordenó la construcción de 22 cuarteles de la Guardia Nacional (GN) por todo el puerto, además del despliegue de 10 mil soldados, lo cual no sirvió de nada.

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La infraestructura de la ciudad sigue en obra tras los fenómenos climáticos. Falla el servicio de agua, la recolección de basura y el transporte. Foto: Arturo de Dios Palma / EL UNIVERSAL
La infraestructura de la ciudad sigue en obra tras los fenómenos climáticos. Falla el servicio de agua, la recolección de basura y el transporte. Foto: Arturo de Dios Palma / EL UNIVERSAL

El papel de la GN es cuestionado. El presidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco (AHETA), José Luis Smithers Jiménez, considera que los agentes son sólo observadores y recogedores de cadáveres.

“Yo creo que aquí se debe aplicar mano dura en todo, y que la Guardia Nacional deje de estar de simple observadora porque esto se está saliendo de las manos”, consideró el empresario.

La destrucción de John

El huracán John acabó con muchos sitios que Otis destrozó. En la zona Diamante, cientos de viviendas y comercios quedaron bajo el agua. Lo poco que se había reconstruido, en cuatro días de intensas lluvias quedó destruido. Los refrigerados, colchones y estufas que dio el gobierno federal a los damnificados de Otis, se perdieron de nuevo.

A su vez, John dejó claro que el problema de fondo en Acapulco no se tocó: miles de viviendas en las zonas de humedades y barrancas, consideradas lugares de riesgo tras Otis, seguían ahí. Las autoridades locales tampoco tenían —una vez más— un plan para atender el desastre, tampoco un plan a futuro.

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Los desafíos

El empresario hotelero y expresidente de la AHETA, Jorge Laurel, afirma que Acapulco enfrenta “serios desafíos que amenazan su supervivencia como destino turístico de primer nivel”, y agrega que “la falta de inversión, la inseguridad y los desastres naturales han debilitado la infraestructura de la ciudad y disminuido su atractivo”.

La recuperación de Acapulco, dice Laurel, depende en gran parte de la recuperación de su oferta turística, pero los hoteles están en crisis.

“La falta de inversión ha provocado que muchos de estos lugares se vuelvan obsoletos, y sin apoyo federal, los dueños de hoteles y condominios simplemente no pueden competir con los nuevos destinos turísticos en el país”, señala.

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Advierte que el problema no se limita al sector hotelero, pues los cientos de pequeños, medianos y grandes negocios que también dependen del turismo están igual o en peores condiciones.

“La falta de ingresos debido a la disminución de visitantes y la inseguridad han puesto a estos negocios al borde de la quiebra.

“Acapulco necesita una inversión federal en infraestructura y seguridad. Las calles y avenidas necesitan mantenimiento y modernización para hacer la ciudad más accesible y atractiva, tanto para turistas como para inversionistas”, señala.

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Jorge Laurel concluye que “el combate a la inseguridad es vital para que los turistas se sientan seguros y los negocios locales puedan operar sin temor. Un Acapulco seguro y bien mantenido es la base para una economía turística fuerte. Es crucial entender que la situación de Acapulco no sólo afecta a los empresarios de la región, sino a toda la economía de Guerrero y, en un sentido más amplio, a la imagen de México como destino turístico”.

La pobreza

La recuperación no sólo es física, el puerto está en medio de la pobreza extrema. Los últimos tres informes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ubicaron a Acapulco como el municipio con más personas en pobreza extrema en el país.

En el reporte de 2015, el Coneval informó que 93 mil 513 personas en Acapulco estaban en situación de pobreza extrema.

En 2020, subió a 126 mil 672 el número de personas sin ingresos suficientes para la alimentación, mientras que la cifra de personas en pobreza subió a 394 mil 861.

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El último censo del Inegi contabilizó 779 mil 566 habitantes. Más de la mitad de la población en situación de pobreza y pobreza extrema.

En 2025, el Coneval publicará el siguiente reporte. El resultado para Acapulco puede ser peor por los efectos de los huracanes que azotaron la región, sobre todo, a la franja donde habitan las personas más pobres.

Ciudad a la deriva

La ciudad se ha deteriorado, cada vez es más hostil. No funciona la recolección de basura ni la distribución de agua potable; la vialidad y el transporte público son caóticos. No hay empleos dignos, tampoco hospitales y escuelas suficientes, menos, espacios recreativos.

Gabino Solano Ramírez, académico e investigador de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), y fundador de la maestría en Estudios de Violencias y Gestión de Conflictos, plantea algunas de las causas que tienen a Acapulco hundido: la pobreza y la marginación, la violencia y políticos que no generan ninguna expectativa.

“Acapulco es marginal, con una mano de obra muy grande y con una tasa de desempleo muy alta. El promedio de ingreso es de los más bajos del país, es bajísimo. Una ventaja es que los costos también son bajos sino no se podría vivir”, explica el investigador.

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Señala que en este contexto se ha sistematizado un mercado ilegal y las organizaciones criminales se apropiaron del territorio. Eso lo complica todo.

“No hay condiciones seguras para que se instalen empresas. Las posibilidades de tener un negocio local próspero son limitadas”, dice el académico.

Por su parte, Jorge Laurel señala que ignorar la problemática del puerto sería un error que impactaría negativamente en la economía.

Considera que “el deterioro de Acapulco no sólo afecta su economía, sino que también daña la reputación de México como un destino turístico seguro y atractivo (...) afecta la percepción de seguridad, estabilidad y desarrollo del país”.

“Si México no actúa rápidamente para restablecer la seguridad, modernizar la infraestructura y revitalizar Acapulco, corre el riesgo de ser percibido como un país que descuida sus destinos turísticos clave. Rescatar Acapulco es una cuestión urgente que va más allá de lo económico. Es una necesidad política y diplomática, una apuesta por la imagen de México ante el mundo y un acto de compromiso con su propia identidad”, concluye.

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