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La alcaldesa electa de Acapulco, Guerrero, Adela Román Ocampo, afirmó que el domingo, cuando asuma la presidencia municipal, recibirá una administración colapsada, con una sociedad arrodillada ante la delincuencia y una economía estancada por el creciente cobro de piso.
Acapulco, uno de los balnearios más importantes del Pacífico mexicano, ocupa el tercer lugar entre las ciudades más violentas del mundo, abajo de San Pedro Sula, Honduras, y de Caracas, Venezuela, de acuerdo con el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal.
No es una ciudad de contrastes, como se le quiere hacer ver. Es una ciudad empobrecida cuya población —casi un millón de habitantes— es la primera en pobreza extrema, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. “La gente se está muriendo de hambre”, dijo Román a EL UNIVERSAL. Por eso, cuando expresó su interés por la candidatura, sus cercanos pensaron que debía estar “deschavetada”. Román, de 63 años, era magistrada del Tribunal Superior de Justicia del Estado y la habían ratificado por ocho años más.
—¿Cómo piensa sacar adelante un municipio así?
—Tenemos proyecto. Sabemos que el reto es extremadamente difícil, porque nos entregan un ayuntamiento quebrado, colapsado. La sociedad está de rodillas ante la delincuencia y ese es uno de los grandes retos: si hay seguridad habrá inversión, la gente podrá llevar los alimentos a su hogar. El problema de la extorsión, lo que llaman el cobro de piso, tiene a la economía parada.
Entrevistada antes de que fuerzas federales asumieran la seguridad del puerto, la primera mujer que lo gobernará expuso que se trata de una tarea permanente. “Quien llegue después debe preocuparse por mejorar la calidad de vida de los policías, de mejorar su situación laboral, económica, social para que le piensen al cometer un ilícito”, dijo.
—¿Qué diagnóstico tienen de la Secretaría de Seguridad Pública?
—Policías mal pagados, obesos, diabéticos o hipertensos, maltratados por sus superiores; algunos son obligados a cometer actos indebidos: multar por multar, con tal de llevarle la cuota al jefe. Vamos a convocar a gente con cierto nivel de preparación para ser parte de la Policía Municipal.
Postulada por Morena, confió en que pertenecer al mismo partido que ganó la Presidencia de la República puede significar la diferencia. “Somos la autoridad más cercana a la sociedad, pero además gobernar a este nivel nos obliga a coordinarnos con las otras dos esferas de gobierno, por eso debemos llevar una relación cordial con el presidente y el gobernador.
Tendremos la ventaja de que gobierne el mismo partido a nivel federal, porque ése siempre ha sido el problema en este país. Si el alcalde es de un partido, el presidente de otro y el gobernador de otro, pobre pueblo. ¿Hacia dónde va?
—¿Hasta dónde llega la competencia del municipio en la inseguridad, ante la que los tres órdenes de gobierno se lanzan la responsabilidad?
—La pauta nos la da el artículo 115 constitucional. Al municipio nos toca la prevención del delito. No de la investigación. No de la persecución.
Cada centímetro de Acapulco, está reñido y cotizado por quienes —dijo Román en una reunión con transportistas antes de la entrevista— se sienten dueños de la ciudad. Y lo son, más allá de la resignación, lo son. Los asesinatos a vendedoras de aguas frescas o de tortillas, los incendios a puestos de ropa de fayuca o de lotes de autos usados se han hecho comunes.
—A donde te pongas —señaló como para acabar pronto doña Adela—, las calles están mal, mal. “Tenemos que reordenarlas. Vamos a liberar las banquetas, lograr que se respete el derecho al libre tránsito. Mira qué peligroso está que te tienes que bajar de la banqueta para transitar y esto del comercio informal se debe arreglar”.
Los tres órdenes
—Y el factor de la delincuencia que, insisto, dicen los tres órdenes de gobierno, no es de su incumbencia.
—Sí, pero no se puede obviar que se cometa un delito en tu territorio; por eso la coordinación con las otras instancias. No de combatir el narcotráfico, el narcomenudeo, la extorsión, sino de dar seguridad a la sociedad. Los recorridos en los mercados, en las calles porque ahí se están cometiendo delitos que tiene que perseguir otra instancia de gobierno.
Y la desigualdad. Moderar la opulencia y la indigencia, ofreció Andrés Manuel López Obrador en campaña. Acapulco es eso, la mezcla más clara entre esos dos estratos sociales. El jet set más clasista que sigue viviendo en Acapulco como si fuera Ibiza o Dubai, dueños de yates y residencias en Las Brisas y Acapulco Diamante, ignorando a quienes viven a un par de kilómetros, en barriadas con drenaje a flor de suelo, sin parques ni alumbrado donde niños y ancianos hacen una comida al día.
La solución, aseveró Román, viene desde la sociedad “que tiene que involucrarse, y nosotros tenemos que ser lo suficientemente responsables. Eso nos obliga a buscar la mejor manera de eficientar los recursos”.
—¿Qué planteamientos nuevos tiene para superar estos problemas?
—Ya estoy platicando con varios de los secretarios de Estado virtuales. Pero tendré que llegar con planteamientos concretos. Tengo confianza en que no nos van a dejar de tender la mano. Por ejemplo, con la deuda de la Comisión Federal de Electricidad, sólo el gobierno de la República nos puede apoyar. Y que se finquen responsabilidades, pero ellos tienen que decidir. Porque se deben, creo, 500 millones de pesos.
—¿Es posible Acapulco todavía, más allá del eslogan?
—Tiene esperanza. No me hubiera metido a competir si no la tuviera. Es más la gente que quiere un cambio, que está dispuesta a trabajar. Por eso me dijeron si estaba deschavetada. “No, mira la edad que tienes. Magistrada, con sueldo, con prestaciones y mira, ve cómo está Acapulco”. Yo decía ése es el reto, poner toda tu creatividad, tu preparación y rodearte de un gran equipo, sensible, comprometido para poder hacer algo.