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Estrella tenía 25 años, apenas arrancaba su experiencia laboral con tres trabajos y fue ahí que lo supo: en ese momento no podía ser madre, no quería ser madre. Su única opción en ese momento era el aborto en su casa , con sus medios y sus amigas como acompañantes.
En ese momento, Estrella no tuvo el derecho de un hospital, tampoco de un médico que le brindara atención, ella no pudo contarle a su familia de su embarazo porque entonces era ilegal y socialmente no podía decidir sobre su cuerpo.
“Preferí no arriesgarme a ser juzgada”, señala cuatro años después. A la distancia recuerda cómo fue enterarse de un embarazo no deseado . Cuenta que tenía una pareja con la cual no tenía futuro y sus caminos y expectativas de vida eran diferentes. “Hasta ese momento yo pensaba que eso de ‘no me di cuenta que estaba embarazada’ no pasaba”.
Y así fue hasta que la cuentas no coincidían con su periodo menstrual, “aún así traté de engañarme, de pensar que era el estrés del trabajo, pero pasaban los días y cada vez era más evidente, hasta que un día me paré enfrente del espejo y dije no hay de otra estoy de embarazada”. Una prueba de farmacia dio positivo , y posteriormente lo confirmó una de laboratorio.
En un primer momento dice que estaba en shock por el embarazo, pero también sabía con claridad lo que quería.
“Yo entonces tenía amigas de una colectiva que se dedica a dar apoyo y acompañamiento en este tipo de casos, sabía con quién tenía que
dirigirme y tenía los medios para ello”, relata.
Su pareja se desentendió de toda responsabilidad, no quería tener hijos y tampoco quería apoyarla, pero no hacía falta Estrella ere solvente. El siguiente paso, recuerda, fue contactar a sus amigas y pedirles el apoyo.
“Yo sabía lo que tenía que hacer, pero siempre es mejor contar con alguien, con ayuda y contención”, asegura Estrella.
La colectiva Di Ramona le abrió las puertas, ellas fueron el médico, las amigas y familia que necesitaba en esos momentos. Además, Estrella tenía un amigo que le proporcionó el medicamento con descuento.
“Ya todo estaba programado, llegué a mi casa y dije que me sentía mal, que la comida me había hecho daño y me encerré en mi cuarto.
“Mis amigas me monitoreaban por teléfono, tenía también pastillas para el dolor y el vomito, y así comencé mi primera dosis de pastillas.
La primera fue fácil, la segunda dosis vino con mucho vomito y dolor. Hubo un momento en que quise parar todo, pero pensé ya llegué hasta aquí, ya solo me falta una dosis, así que continué. Mi madre no supo que me pasaba, pensaba que era el dolor de estómago por la comida, así que estuvo al pendiente por ese supuesto malestar. Pero en realidad yo había abortado en mi casa.
“Todo fue bien y al otro día me fui a trabajar, hasta hoy no lo saben y creo que fue la mejor decisión”, relata Estrella.
Reconoce que hay riesgo, sobre todo si no se sabe lo que se hace, “por ello la importancia de la información, que cuentes con alguien que te oriente”.
Tras su experiencia empezó a formar parte de Di Ramona como acompañante, para ser el soporte que otras mujeres necesitan, como ella lo requirió.
“La decisión que yo tomé fue la mejor. Ese día mi vida cambió , pero fue para bien, recuerdo que al acabar pensé si pude con esto, puedo con todo”.
Mujeres que ayudan a Mujeres
En estos años en Di Ramona ha tenido muchos casos de acompañamiento, uno que la marcó, cuenta, ocurrió con una mujer que pidió ayuda para su hermana.
“Ella llegó a la organización y nos pidió la información para su hermana, le dijimos que era mejor que la llevara pero no pudo. Nos dijo que su hermana estaba casada y con dos hijos y había quedado embarazada pero su esposo la había alejado de toda su familia y no la dejaban ver a nadie.
“Tampoco contaba con teléfono. Ella se las había ingeniado para pedir ayuda. Durante algunos días estuvimos en contacto y sabíamos que era víctima de maltrato y violencia familiar. Los días pasaron y dejamos de tener noticias, ya no supimos qué pasó, fue un caso inconcluso con todos los ingredientes de violencia”, lamenta Estrella.
La mayoría de mujeres que llegan a Di Ramona son jóvenes entre los 18 y 25 años de edad, muchas con información incorrecta tomada de internet, con miedo al futuro, a su familia y sin el apoyo de una pareja.
La carga social es muy fuerte y pocas se animan a contarlo a sus familiares. Hay una gran constante en que los hombres se olvidan de las mujeres y sus hijos, pero también hay un porcentaje importante que las acompañan.
“Aquí nosotros no juzgamos, no preguntamos solo apoyamos. Al aprobarse la Interrupción Legal del Embarazo (en Hidalgo, el pasado 30 de junio) pensé: ‘ya no tendrán que pasar por esto’, y pensé también en todas las mujeres para las que llegó demasiado tarde, muchísimas mujeres no tuvieron la información adecuada y esas limitaciones legales y sociales les han costado la vida”, señala Estrella.
El pasado 30 de junio Hidalgo se convirtió en el tercer estado en aprobar la Interrupción Legal del Embarazo, luego de la Ciudad de México (2008) y Oaxaca (2019). Posteriormente, el 20 de julio también fue despenalizado en Veracruz, en todos los casos hasta las 12 semanas de embarazo.
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