En Nuevo León las mujeres siguen teniendo miedo. A un año de la desaparición y asesinato de Debanhi Escobar, activistas feministas aseguran que las desapariciones y feminicidios no cesan en la entidad.
“Mi familia se alarmó muchísimo [después del caso de Debanhi]. Están todo el tiempo con el miedo de que algo me pase o se preocupan si no les contesto una llamada, se imaginan lo peor. Yo sentía que no podía desenvolverme como estudiante, conocer museos o ir a diferentes lugares”, asegura Sofía Mar, alumna de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), la misma escuela donde estudiaba Debanhi.
Debanhi Susana Escobar Bazaldúa fue víctima de feminicidio a los 18 años, era estudiante de la Facultad de Derecho y Criminología de la UANL. Desapareció entre la noche del 8 y la madrugada del 9 de abril de 2022 en la carretera Monterrey- Nuevo Laredo, en el municipio General Escobedo.
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De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), durante 2022 en Nuevo León hubo 156 muertes violentas de mujeres, de las cuales 102 fueron catalogadas como feminicidio y 54 como homicidio doloso, siendo Escobedo el cuarto municipio con más casos en la entidad.
El último rastro de Debanhi quedó plasmado en una fotografía que Juan David Cuéllar, el conductor de taxi de aplicación que la trasladaba, le tomó como “prueba” de que “ella se bajó del auto por su voluntad”. El hecho de ver la fotografía circulando en internet, y donde se observaba a Debanhi sola a mitad de la carretera fue un hecho que marcó a las jóvenes neoleonesas.
Hoy, jóvenes organizadas en colectivos destacan que el caso de Debanhi ha sido un parteaguas en el movimiento feminista actual del estado; se crearon más conversaciones sobre las desapariciones y feminicidios entre personas de todas las edades.
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“Hay un despertar de chicas feministas y la gente lo está rechazando”, dice Leydi, del colectivo Morras Feministas Nuevo León, fundado en marzo 2021.
“Fue uno de los momentos más críticos para nosotras aquí, todas vivíamos con el pánico de salir a la calle y siendo feministas todavía más porque somos las que alzamos la voz. No podíamos transitar por Monterrey a gusto, había un constante miedo de que la siguiente puedo ser yo”, añade Leydi.
De acuerdo con las activistas, a raíz del caso de Debanhi las desapariciones de mujeres en Nuevo León han sido más evidentes. Desde su percepción hay un incremento de casos durante los meses de marzo, abril y mayo.
Sin embargo, cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas (RNPDNO) de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) muestran que en 2022 y 2021 el mes con más reportes de mujeres desaparecidas y no localizadas fue septiembre, con 31 y 21 casos, respectivamente, mientras que en 2020 fue julio, con 33.
Por año, en 2022 fueron reportadas 171 mujeres como desaparecidas y no localizadas, mientras que en 2021 fueron 206 casos, y en 2020, 158.
“Gracias a que el movimiento feminista se ha hecho más mediático y nos hemos hecho escuchar más, la gente se ha dado cuenta de que no son casos aislados o esporádicos, sino la realidad que muchas mujeres enfrentan día a día. Ya no es seguro el transporte público o privado porque no sabes a dónde te puede llevar”, menciona Samanta Martínez, joven feminista estudiante de la UANL.
Exigen ser escuchadas
Las autoridades no dan seguimiento a los casos de mujeres asesinadas, hay carpetazos y los funcionarios no muestran empatía hacia los familiares de las víctimas, manifiestan activistas de Girl Up Políticas, colectivo fundado en enero de 2018.
En la Fiscalía General del Estado los tratos son deshumanizantes, aseguran algunas de las jóvenes que se han enfrentado a la burocracia del sistema judicial para realizar acompañamiento a víctimas, denunciar una agresión, intento de secuestro o violencia sexual.
“Mi hermana y yo fuimos víctimas de violación, por eso empezamos la colectiva. Somos mujeres de escasos recursos, ni siquiera hay camiones para llegar a las comisiones, no es como que podamos movernos todo el tiempo en carro y el traslado es como de hora y media”, expresa Leydi, una de las fundadoras del colectivo Morras Feministas.
Para ellas, el Estado “debe tomar la vida de las jóvenes en serio, realmente escucharnos. Las autoridades sólo utilizan el feminismo para ganar popularidad”, señala Camila, universitaria e integrante de Girl Up Políticas.
Para las activistas del colectivo Frente Universitario Nuevo León, creado en febrero de 2020, un punto reprobable en las investigaciones y en el acceso a la justicia es la revictimización.
El caso de Debanhi fue un ejemplo, pues antes de asumir que su muerte se trató de un feminicidio fue revicitmizada por filtraciones de los resultados de la autopsia, peritaje y videos, elementos que eran parte de la carpeta de investigación y que en su momento se usaron para justificar la no acción de la ley, así como las entrevistas televisadas a las acompañantes de Debanhi y al conductor del taxi de aplicación.
“Las autoridades los tomaban [los videos] como un factor importante para exigir justicia o no”, señala Saray, integrante de Frente Universitario Nuevo León.
A fin de conocer su postura sobre este tema, esta casa editorial buscó a la titular de la Secretaría de las Mujeres de Nuevo León, Graciela Guadalupe Buchanan Ortega; sin embargo, no hubo respuesta. La dependencia de la que está a cargo Buchanan Ortega tiene como labor desarrollar acciones que lleven a la erradicación de la violencia contra las mujeres; no obstante, las jóvenes entrevistadas aseguran que los centros de atención llamados Puertas Violetas no funcionan.
“No hay información directa para que las víctimas se acerquen, para que se alejen de su violentador. Falta inversión, no hay abogados, no hay sicólogos, hay demasiadas fallas de parte del gobierno”, añade Leydi, activista del colectivo Morras Feministas.
Entre ellas se cuidan
Las mujeres en Nuevo León están despertando, asegura una de las jóvenes integrantes de los colectivos. Mientras que las autoridades no dan evidencia de que las acciones implementadas combatan la inseguridad que afecta a las neoleonesas, cientos de mujeres organizadas realizan acciones de “acuerpamiento” en marchas y movilizaciones, programan ciclos de lectura y cine feminista, imparten talleres, pláticas sobre salud mental, de amor propio y charlas con perspectiva de género en escuelas.
Las jóvenes son activas en redes sociales, donde difunden contenido que pueda ayudar a otras chicas que se encuentran en situaciones de riesgo y utilizan sus plataformas para dar difusión a los casos y para exigir justicia.
Con los familiares de las víctimas las jóvenes activistas son empáticas y brindan asesorías de abogadas o contención emocional de sicólogas, que muchas veces las especialistas realizan de forma altruista o son financiadas mediante la venta de productos que las mismas integrantes de los colectivos realizan.