Acapulco.— Desde la colonia Nueva Era, en el poniente de Acapulco, se ve la inmensidad del mar. Es un lugar privilegiado, pues desde ahí se observan las mejores puestas de sol; sin embargo, para Cándido Trinidad de la Cruz eso ahora ya no es sinónimo de belleza.
Cuando el sol está cayendo inicia el momento más difícil del día. Se agolpan todos sus recuerdos, los mejores momentos de su familia y luego viene la tristeza. Las tardes marcaban el inicio de la reunión familiar: su esposa, hija e hijo llegaban a la casa para estar juntos. Eso no volverá a ocurrir.
Cándido es un sobreviviente de Otis. Los primeros minutos del 25 de octubre, la corriente de agua se llevó su casa y a su familia. El hombre se salvó por unos segundos. La muerte lo rozó, lo rasguñó.
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Eran las 22:00 horas del martes 24 de octubre. En la casa de Cándido todos estaban despiertos, terminaban de cenar carne de puerco en salsa de jitomate con arroz blanco. Los alimentos los preparó Yanet Ortega González, esposa de Cándido. La plática, inevitablemente, fue la entrada del huracán Otis al puerto. Lo que habían visto en redes sociales es que entraría hasta las 04:00 o 06:00 de la mañana.
A las 12:00 de la noche comenzó el viento. El hombre recuerda que era un viento como el de cualquier otro huracán. Nadie se alarmó. Se metieron a la recamara principal. Ahí estaban Yaneth, de 37 años; su hija, Camila de Jesús Trinidad Ortega, de 13; su hijo, Ángel Martín Trinidad Ortega, de 16; su nuera, Areli Testa Sánchez, de 16 años, y Estefanía Orozco Báez, amiga de Yanet, de 25 años.
A las 12:20 la lluvia se intensificó y el agua comenzó a meterse a la casa. Entonces Cándido salió de la recámara buscando que su hogar no se inundara. Su esposa le sugirió no hacerlo, pues el agua se iba a meter de cualquier modo. Él insistió, salió y con una cubeta comenzó a sacar el agua.
“Apenas unos dos o tres botes había sacado cuando el agua me levantó, ya no toqué el piso, me levantó. Sentí que allí voy, me arrastró el agua con piedras. Yo estaba dentro del agua, pero estaba consciente, sentí el golpe de una piedra en mi pie. Yo traté de agarrarme de algo en desesperación y sí me agarré, no sé de qué, si fue una rama, un tronco, no sé.
“Salí como a tres metros como pude. Yo pensé que me había arrastrado sólo a mí, salí pensando en ir directo por mi familia y ver cómo estaban”, relata Cándido.
Dice que intentó correr hacia su casa, pero no pudo, la herida del pie se lo impidió, también la oscuridad y la corriente de agua que bajaba desde el cerro.
Una hora después, la corriente bajó y pudo cruzar, pero no halló nada, ni la casa ni a su familia.
“Lo de esa noche fue devastador para mí. Me mató en vida. Esa noche me arrebató a toda mi familia en segundos. Es algo que no se puede creer”, lamenta.
Yanet, Camila, Ángel...
“Mi familia, como todas, teníamos problemas, reconciliaciones, preocupaciones, aspiraciones. A mi esposa la conocí cuando trabajaba en un taxi, se subió ahí en la colonia La Laja y ahí comenzamos a hablar, y no nos volvimos a separar.
“Con mi esposa teníamos muchos planes, pensábamos en el futuro, en el futuro de nuestros hijos. Pensábamos en que la vida fuera bonita, en llegar a viejos. Yo le decía: ‘Primeramente Dios, nuestros hijos van a ser unos grandes muchachos, hay que echarle las ganas’. La casita también era nuestro futuro, pensábamos seguir la construcción, un segundo piso.
“Mi esposa era muy trabajadora desde que éramos novios. Cuando tuvimos los hijos, luego quería irse a trabajar. Ella trabajó casi siempre en tiendas comerciales, como demostradora, pero ahorita estaba trabajando en una empresa de aires acondicionados. Le encantó ese trabajo: tenía tiempo para nosotros... tenía de descanso mediodía el sábado y el domingo completo, eso a mis hijos les gustaba, estábamos todos juntos.
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“El domingo planeamos una ida al cine. Eso me quedó. Desde una semana antes planeábamos ir al cine. Teníamos muchos planes.
“Mi hija Camila tenía el sueño de ser de la Marina. El domingo anterior fuimos a una expo de la Marina, mi esposa le tomó una foto con el traje de la Marina. Estaba bien emocionada, bien alegre. Fue su última foto. Quería ser de infantería. Fue un momento muy hermoso para ella. Y me gustó que lo haya vivido.
“Incluso, ese día le explicaron de la labor de la Marina que ayudaba en los desastres. ¡Qué ironías de la vida! Iba en segundo de secundaria. Era muy tranquila, no se metía en problemas, muy tierna.
“Ángel ya buscaba ganarse su dinero, era muy sociable, muy amable (...) Si veía que traías algo te ayudaba. Con nosotros siempre estuvo en los momentos difíciles, en las buenas y en las malas.
“Quería seguir estudiando para ingeniero automotriz. Le gustaban mucho los carros y se la pasaba hablando de eso. Ese era su sueño, pero el destino no le dio la oportunidad. Estudiaba en Cutis 14, junto con su novia, iba en tercer semestre de electromecánica.
“En el cielo debe estar disfrutando, se fue con su novia, con el amor de su vida, siempre andaban juntos. Iba a traer agua, iban juntos; iban a comprar los refrescos y allá iban juntos. Tenían como cuatro meses viviendo juntos.
“Si Dios me dijera: ‘¿Quieres otra vez a tu familia?’, le digo que sí sin dudarlo. Los tuve 15 años y fueron lo máximo”, recuerda.
Sin resultados
Al día siguiente del huracán los hermanos de Cándido comenzaron a buscar, pero no hallaron a ninguno, sólo cosas materiales. Hasta el tercer día dieron con Areli, la novia de Ángel.
Llegaron grupos de rescate, como Los Topos y otros de Querétaro. A Areli la hallaron sepultada a 100 metros de la casa. Todos pensaron que ahí estarían los demás, pero no fue así.
El cadáver de Estefanía lo hallaron en Playa Icacos, a unos 10 kilómetros de la colonia.
De la familia de Cándido, a 26 días de que pasó el huracán, no se sabe nada.
La Fiscalía General del Estado y el Ejército han hecho trabajos de rescate en la colonia, han escarbado en los alrededores de lo que quedó de la casa sin hallar nada.
Es posible que los cuerpos fueran arrastrados hasta el mar.
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“Trato de no pensar cómo fue, me voy a sentir mal. No puedo pensar que mi familia fue arrastrada, no quiero imaginarlo. No quisiera pensar que llegaron hasta el mar, aunque puede ser un hecho.
“Pensar que se fueron hasta el mar es pensar que va a ser difícil que salgan, pero es una realidad.
“Es raro que no aparezcan, porque un cuerpo en el mar sale a la orilla a los días y no han salido.
“Desde el principio me hice a la idea de que ellos están con Dios. Qué más quisiera que me dijeran ‘están en un refugio, los rescataron’, golpeados, como sea, pero con vida. Y ya, en el último de los casos, que me dijeran ‘están acá en el Semefo’”, narra.