Guadalajara.— En el estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara no hay rastro que recuerde que el 24 de mayo de 1993 fue asesinado ahí el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Aunque han pasado 30 años, ni siquiera existe una sentencia firme a pesar de que hubo más de 30 detenidos y nueve de ellos están en prisión por otros delitos.
No se prepara ninguna conmemoración por parte de la Iglesia católica, pero el vocero del Arzobispado de Guadalajara, Antonio Gutiérrez Montaño, señala que más allá de la fecha hay una exigencia permanente para que se esclarezca el caso.
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Según la narrativa oficial, iniciada por el procurador de la República de ese entonces, Jorge Carpizo, el cardenal Posadas Ocampo fue confundido por pistoleros del Cártel de los Arellano Félix que buscaban asesinar a Joaquín El Chapo Guzmán Loera. Sin embargo, la presión de la jerarquía católica y de muchos políticos del país abrió las investigaciones y a partir de eso se ha logrado articular otra narrativa que apunta a un crimen de Estado.
Fernando Guzmán Pérez Peláez, exsecretario de Gobierno de Jalisco, quien en 2004, como diputado federal, encabezó la Comisión Especial para dar seguimiento al caso, considera que se trata de un “monumento a la impunidad” que abrió la puerta a la violencia que durante tres décadas se ha extendido por el país. Recordó que desde el inicio el procurador Carpizo MacGregor ocultó y manipuló evidencias, tanto que hasta el entonces secretario de Gobernación, Patrocinio González Garrido, se lo reclamó señalando como poco seria la “hipótesis del Nintendo”, con la que se intentó sustentar que Posadas Ocampo murió víctima del fuego cruzado entre dos bandos.
“Ya con el presidente Ernesto Zedillo se supo que la situación fue diferente, que no hubo ningún enfrentamiento y que lo primero que sucedió fue la ejecución directísima del cardenal; nunca hubo voluntad para investigar y luego se evidenció la manipulación de los expedientes... Es prácticamente imposible llegar a la verdad”, señaló Guzmán.