San Primitivo, Tlahuelilpan.— La zona cero, donde el 18 de enero de 2019 ocurrió la explosión de un ducto de combustible en la comunidad de San Primitivo, en Tlahuelilpan, Hidalgo, luce en el abandono.
Las capillas que algunos familiares hicieron en honor de sus muertos se encuentran deterioradas, algunas con flores secas; otras, en el olvido.
En el sitio sería levantado un mausoleo en memoria de las 137 personas que murieron a consecuencia de la explosión, y ahora los familiares colocaron algunas cruces altas, crece la maleza y se acumula basura.
La hierba seca y el polvo que se levanta con el viento en medio de las cruces colocadas en el suelo son los únicos testigos de que ahí ocurrió una tragedia.
También lee: Pide Inai a Segob entregar costos del memorial a víctimas de Tlahuelilpan
En el lugar, una mujer pinta el nicho levantado en honor de su hijo Alfredo, es el único que luce con mayor cuidado. Cuenta que dos veces por semana lo visita para darle mantenimiento y regar las flores.
“Cuando acabó la ceremonia la misma gente que la trajo se la llevó, aquí no dejaron más que la promesa. Si ya la buscó, ya vio que no hay nada”, señala.
Un integrante del ayuntamiento dice que este lunes ellos llevarán una ofrenda floral, además, supervisan el lugar por si llega la prensa, ya que la pandemia provocada por Covid-19 no permitirá una celebración. Sólo esperan una misa o un rosario por parte de los familiares.
También lee: Mau convirtió su pena en un canto para su padre
A Cruz lo buscaron entre el fuego
Los días han sido malos para Guadalupe, la pérdida de tres familiares por Covid-19 y los recuerdos de las llamas que le arrebataron a su hijo mayor la mantienen en cama, con la salud deteriorada. Anahí, su hija, es quien cuenta sobre el segundo aniversario luctuoso de su hermano, a quien buscó entre el fuego y a quien sepultó tres meses después de la tragedia.
Es el segundo aniversario de la explosión, pero este año será diferente, la emergencia sanitaria les ha quitado a los deudos de la tragedia la posibilidad de una misa presencial, de acudir a la zona cero a llevar un ramo de flores, a llorar, a rezar. Ahora será virtual, una misa que deberán seguir en redes sociales, pero no hay ánimo para ello.
Ante la condición de su madre, Anahí dice que le quieren dar vuelta a la página, dejar atrás la tragedia que ocurrió en su familia, aunque, asegura, sabe que eso no es posible, por eso se niega a recordar el día en el que la explosión del ducto en San Primitivo les arrebató a su hermano Cruz, el mayor de su familia.
A él lo buscó entre las llamas del alfalfar, ahí vio cosas terribles: “Si las recuerdo me voy a traumar”, comenta.
También lee: Dedican memorial a víctimas
Anahí asegura que era tal la intensidad del fuego que aún de lejos quemaba, por lo que, ante el riesgo, tuvo que salir. A Cruz no lo encontraron, fue una de las víctimas a cuyos restos le tuvieron que hacer pruebas de ADN. Fue hasta tres meses después que pudo recibir sepultura.
A mediodía las redes sociales comenzaron a inundarse de invitaciones a acudir por gasolina. Había una toma clandestina que derramaba el combustible.
Anahí sabía de la toma pero, como muchas personas, no hizo caso. Las horas pasaron, llegó la tarde y Cruz, empujado por la curiosidad de ver pasar a la gente, salió junto con su pareja y un amigo al ducto. Por el ambiente festivo parecía que sería un día para recordar, y así fue.
También lee: Dolor y tristeza reviven en Tlahuelilpan
“Ese día no sabíamos nada de lo que pasaba en el ducto, pero por la tarde se comenzó a ver movimiento, sirenas, ambulancias, helicópteros, y desde de la casa se veía el fuego, nosotros no sabíamos que Cruz estaba ahí.
“Alguien preguntó por él, comenzamos a investigar y los hijos de su pareja nos dijeron que se habían ido a la toma, yo salí como loca, mi mamá no pudo porque se puso muy mal. Cuando llegamos los soldados no dejaban pasar, pero a mí no me importo. Como pude entré en la milpa a buscar a mi hermano, lo que vi no lo puedo ni contar”, recuerda.
Dice que el calor del fuego le impidió seguir, pero ni Cruz ni su esposa aparecieron. Dejaron en la orfandad a tres menores.
La tragedia dejó 200 niños sin alguno de sus padres y, en algunos casos, sin ambos.
También lee: La tragedia de Tlahuelilpan
Un mausoleo para llorar
Para Magdalena, la pérdida de su hermano Juan en la explosión es como si hubiera sido ayer, el duelo —dice— no lo han podido cerrar. Ella, junto con un grupo de deudos del 18 de enero promueve la construcción de un mausoleo.
Lamenta que, desde hace un año, cuando los gobiernos federal y estatal firmaron un acuerdo para construir esta obra, no se ha hecho nada.
Sobre el accidente y la pérdida de Juan, califica como terrible la forma en la que murió.
“A cada minuto lo recuerdo y pienso: ‘¿Cómo pudo pasar algo así?’, es algo cruel, ¿qué sintieron ellos? En un momento estaban bien y al siguiente ya no estaban.
“Las autoridades no han cumplido, dijeron que harían reuniones mensuales y desde ese día no han regresado. No se sabe qué va a pasar con el mausoleo, el terreno aparentemente se compró, pero sólo eso”, explica.
También lee: Así se conmemoró el primer año de la tragedia de Tlahuelilpan
Magdalena señala que durante la firma del acuerdo, que tuvo lugar en el palacio de gobierno, el compromiso fue que el gobierno federal compraría el predio de 25 metros de ancho por 150 de largo y el estado haría la construcción del mausoleo.
“La idea era que en este año, el sitio ya estuviera construido, pero en su lugar ni la primera piedra permanece”, lamenta.
En cambio, en el lugar, en lo que fue la zanja donde muchas personas perdieron la vida, ahora se encuentran algunas capillas, algunas con el nombre de la víctima, cruces y algunas imágenes de santos.
“El mausoleo, de manera religiosa, para nosotros es darles luz a ellos, convertir ese lugar de tragedia en un lugar de paz.
“Son dos años y a nuestro familiar lo recordamos con tristeza, pienso que fallecen otros por enfermedad natural o accidente y es diferente, pero en esta situación nos duele tanto en cada segundo. No comprendemos por qué en otra circunstancia hay consuelo, pero en esta situación el dolor es igual de fuerte, así hemos vivido estos dos años.
“El deterioro en mis padres ha sido terrible. A mi padre le dio un infarto cerebral y el diagnóstico del médico fue que se detonó por todo lo vivido”, explica.
A dos años de la tragedia que cambió la vida de los habitantes de la región, no hay olvido ni consuelo para las familias de ese accidente. A dos años, una emergencia sanitaria mantiene los templos cerrados, por lo que la parroquia de San Francisco de Asís no podrá abrir.
Este año se había hablado con el sacerdote, quien estaba dispuesto para celebrar la misa de aniversario, pero la pandemia por Covid-19 vive su momento más intenso en Hidalgo, y eso impidió cualquier ceremonia.
Sin embargo, el recuerdo de los seres queridos está presente todos los días.