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Torreón, Coahuila
Antonio Lee Chairez tiene 88 años y es hijo de Juan Lee Cuan, un migrante chino que escapó de la matanza que ocurrió el 15 de mayo de 1911 en Torreón y que cobró la vida de 303 chinos a manos de maderistas de La Laguna.
Lee se encuentra en su cubículo de Oficentro, su empresa de mobiliario de oficina que está cerca de cumplir 50 años de existencia. No se mueve como alguien que en dos meses llegará a los 89 años, tiene una lucidez envidiable y frente a él hay una lap top donde se miran correos electrónicos. Don Antonio sigue trabajando. “Si me siento, me caigo”, bromea.
Trabajo, es lo primero que dice Antonio sobre la aportación de la comunidad china a Torreón. Pero fue quizá también la razón por la que hace 108 años, los habitantes de la ciudad sintieron recelo y fomentaron un odio hacia la comunidad de asiáticos.
Para Lee, la matanza de chinos representa un suceso lamentable que, pese a que se pensaría que se buscaría olvidar, “fue tan grande, que es difícil de olvidar”, opina.
Castañón Cuadros, quien es director del Archivo Municipal y autor de varios libros, refiere que durante mucho tiempo se quiso guardar silencio de manera reiterada en la sociedad lagunera, como si hubiera sido un hecho anecdótico o un hecho aislado. “Fue un silencio cómplice, deciden no hablar, ocultarlo”, añade.
Tanto fue el silencio cómplice en la sociedad lagunera, que la gente terminó echándole la culpa a Pancho Villa, cuando según los registros históricos, éste no estaba en Torreón. La historia es otra.
El 13 de mayo de 1911, los maderistas tomaron Ciudad Juárez y de manera paralela Torreón. Castañón relata que los maderistas de las ciudades laguneras avanzaron con rumbo a Torreón y arribaron en la madrugada del 15 de mayo. Era un contingente de 2 mil revolucionarios. El ejército federal, de unos 600 elementos, optó por abandonar la plaza en tren al ver la cantidad de alzados. Torreón quedó desguarecido, sin autoridad ni defensa.
“Los revolucionarios comenzaron a saquear negocios de todo tipo, y en la bola empezaron a surgir comentarios como ‘vámonos contra los chinos’. Eran maderistas torreonenses, laguneros. No vino gente de fuera”, aclara el historiador.
Un año antes, en las fiestas patrias de septiembre, hay expedientes judiciales en los que se registraron gritos de “mueran los chinos”, refiere Carlos Castañón.
De hecho, tres días antes de la matanza circuló un volante escrito en inglés y mandarín en el que la comunidad alertaba del movimiento armado y aconsejaban no salir en esos días. Desafortunadamente, dice el historiador, un grupo numeroso se refugió en el banco chino. “Resultó una ratonera”, describe.
De las cinco a 10 de la mañana del 15 de mayo saquearon y mataron a 303 chinos, inclusive algunos mexicanos que defendieron a los chinos. “Los asesinaron a mansalva, una carnicería, con una sevicia”, relata.
Castañón no quiere contar detalles de la forma, pero testimonios judiciales de aquella época hablan de que los descuartizaron, los reventaron con los caballos, los aventaron vivos desde el edificio y hasta les partían la cabeza con sables.
Una foto de la página Smu libraries muestra a los laguneros revolucionarios posando alrededor de los chinos muertos, como quien recién cazó a su presa. “Con semblante triunfal, en actitud victoriosa, como presentando el trofeo, como quien posa con un venado”, añade el historiador a la descripción.
Otros, como el padre de Antonio Lee, fueron afortunados. Lee platica que su papá era comerciante; algunos clientes se hicieron amigos. Uno de ellos, Manuel Chairez, lo ayudó a esconderse.
“Un día antes, mi papá fue a ver a un hermano que estaba enfermo, donde sembraban las hortalizas y se lo trajo a la tienda y gracias a eso también se salvó”, relata don Antonio.
Racismo y xenofobia
Carlos Castañón asegura que persisten las expresiones de racismo, de odio hacia la comunidad china, “se lo buscaron”, “se lo merecían”, suele escuchar tanto de gente común como de historiadores.
La realidad, cuenta Castañón, es que había un odio profundo por parte de los laguneros, de los torreonenses, mucho a causa de que veían a una comunidad trabajadora, unida, con comercios, próspera, que salía adelante.
“Eran condiciones duras, difíciles, el trabajo te costaba la vida, donde no todos progresaban”, reseña el historiador. La colonia china en Torreón era de alrededor de 600 habitantes, eran chinos laguneros, porque en la ciudad tuvieron sus hijos, se casaron y hasta abrieron un banco chino en 1907 en pleno reconocimiento como ciudad. “Era una colonia próspera, pero también diferente”, agrega Castañón.
La comunidad era percibida con recelo y envidia. Sembraban hortalizas, tenían lavanderías, tenían un hotel y tiendas de abarrotes. Se empleaban entre ellos mismos. Llegaron a trabajar. Antonio Lee recuerda que su padre le platicaba que había mucha animadversión, principalmente porque la gente sentía que los chinos, que llegaron sin dinero y sin hablar español, les quitaban el trabajo.
“Era un sentimiento antichino, de discriminación terrible. Había organizaciones, grupos que se reunían porque estaban en contra de los chinos”, cuenta Lee.
Después de la matanza, platica que su papá huyó y estuvo “a salto de mata”. Su comercio fue saqueado y vandalizado. “A fin de año se fue a México, después de vuelta a China y regresó dos años después”, relata Antonio.
Antonio Lee inclusive recuerda que todavía cuando él era niño, llegaba a escuchar insultos hacia su persona o su familia.
Perdón para dignificar la memoria
Después de la matanza, se fijó por parte del gobierno de Francisco I. Madero una indemnización de 3 millones de pesos para la comunidad, pero como mataron a Madero, no se pagó nada. Ni hubo perdón. Los asesinos, convertidos en jueces, se absolvieron.
El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que en 2021 pedirá disculpas por la masacre de los chinos. En Torreón, en 2007 y 2008 se realizaron ceremonias de desagravio por parte del gobierno municipal. Para el historiador Carlos Castañón, estos actos dignifican la memoria y a las personas.
Para Antonio Lee, el perdón tiene fundamento y se justifica. “Es bueno que se haga, fue un agravio tremendo”, dice. Recuerda que su padre sufrió las consecuencias porque siempre trabajó contracorriente.
Actualmente, don Antonio, a sus 88 años, platica que busca reunir a los descendientes de chinos en Torreón para hacer un directorio y organizar a la comunidad. “Quizá nos pueda ayudar unirnos, como se ayudaron los primeros pobladores”, comenta Lee.
Su papá, Juan Lee Cuan, quien escapó de la peor masacre que se tenga registro en México contra los chinos, se casó con la hija de quien lo ayudó a esconderse. Murió a los 102 años.