La pandemia por no ha sido impedimento para que Alma Juárez, salga todos los días a ganarse la vida y ayudar a su familia a salir adelante; “Yo soy una madre que no se raja” , dice mientras ofrece aguas frescas a los automovilistas en un crucero vial de la capital de Sonora.

A sus 49 años de edad, es madre de cuatro hijos y abuela de cinco pequeños, está casada y su contribución es vital para la economía familiar.

Como todos los días, desde hace diez años, llega al crucero de Lázaro Cárdenas y Solidaridad, al norponiente de la capital de Sonora, donde vende botellas de agua fresca de sabores. A veces sus hijas le ayudan, otros días lo hace sola.

En ese lugar ha vendido periódicos, naranjas, mandarinas, cacahuates, lo que puede, depende si hace calor o hace frío.

Ahí ha soportado las inclemencias de un clima extremoso, de días de invierno de casi 0 grados centígrados y de veranos ardientes, cuando el termómetro sube a más de 48 grados.

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En tiempo de calor prefiere caminar entre los carros con sandalias, se siente más cómoda a pesar de que describe cómo se pueden percibir ondas de gases y humo que emanan del pavimento y que le llegan a quemar desde los pies hasta la cabeza.

Todo tiene el mismo fin, ayudar a su familia y en especial a su hija de 18 años que tiene un bebé 3 años y otro de tres meses. A parte dos nietos que no se quieren ir a casa de sus padres porque les gusta estar con ella.

La carga es pesada; así ha sido siempre, desde que sus hijos estaban pequeños debía ir a trabajar en los cafetales, allá en su tierra, en Unión Costa Rica, en Chiapas.

Pero un día quiso darle un destino diferente a sus hijos; su esposo y ella, vendieron lo que pudieron y juntos emprendieron el camino hacia el sueño americano.

Llegaron hasta Carolina del Norte, donde nada fue fácil, tres de sus hijos eran pequeños y tenía que colaborar en el gasto, así que le tocó trabajar en las “pizcas” de calabaza.

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Tras años de batallar en calidad de indocumentados, con una niña con nacionalidad norteamericana, regresaron a México y en el municipio de Altar fueron asaltados, así que de nuevo tuvo que ir a trabajar de sol a sol en las pizcas de espárrago, en los cultivos de Caborca. “Estuvimos mucho tiempo a pan y agua”, relata.

Una de sus hijas se casó en ese lugar, después, tuvo complicaciones en su embarazo, y fue trasladada a Hermosillo, para que recibiera atención médica.

Sin tener otro recurso más, por instinto de supervivencia, con la fuerza que solo tiene una madre, se daba tiempo para salir del hospital para vender lo que pudiera en las calles. Regresó por su familia y desde entonces radican en la capital de Sonora.

A pesar de la pandemia por Covid-19, no ha dejado de trabajar un solo día vendiendo en las calles. “Yo no tengo ni desconfianza, ni miedo, debo trabajar porque mis hijos me necesitan”.

La pandemia ha provocado tristeza y luto en muchas familias, pero Alma tiene confianza en que no se va a contagiar a pesar del contacto diario con muchas personas.

“Dios sabe la fecha y la hora en que me va a llamar, mientras, yo debo trabajar con pandemia o sin pandemia, los niños comen”, sentencia al referirse ahora a sus nietos.

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El sol ha puesto huella en su rostro, tiene marcado el cubrebocas; sus pies están quemados y su cabello también… para ella nada de eso tiene importancia, “solo soy una madre que no se raja”, expresa con una sonrisa.

7 de cada 10 mujeres de 15 años y más han tenido al menos un hijo nacido vivo: Inegi

En México se celebra el Día de la Madre desde 1922 y su propósito es generar un espacio de reflexión para valorar la labor de las mujeres que han tenido hijos .

Con motivo de esta conmemoración, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía ( Inegi ) difundió indicadores sobre las características sociodemográficas de las mujeres de 15 años y más que han tenido al menos un hijo nacido vivo, es decir, que son madres.

Esta información proviene del Censo de Población y Vivienda y del Censo Nacional de Gobierno, Seguridad Pública y Sistema Penitenciario Estatales, ambos de 2020.

En 2020, siete de cada 10 mujeres de 15 años y más han tenido al menos un hijo nacido vivo (72.4%).

En el país residían 48.6 millones de mujeres de 15 años y más en 2020, de las cuales 72.4% tenían al menos un hijo nacido vivo, es decir, son madres (35.2 millones). De este total 7.1% son hablantes de lengua indígena (2.5 millones ).

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La Tasa Global de Fecundidad (TGF) es un indicador que refiere el número de hijos que en promedio tendrá una mujer al final de su vida reproductiva. Las cifras muestran que las mujeres cada vez tienen menos hijos. En 1999 la tasa global de fecundidad fue de 2.86 y se redujo a 1.88 hijos por cada mil mujeres en 2019.

En particular, la TGF para las mujeres que hablan lengua indígena fue de 2.85 en 2019, cifra menor a la de 1999 que fue de 4.15 hijos por cada mil mujeres; mientras que para las mujeres que no son hablantes de lengua indígena fue de 1.82 hijos por mujer en 2019 y de 2.76, en 1999.

La tasa de fecundidad por edad para 2019 muestra para las mujeres que hablan lengua indígena una cúspide temprana que se centra en el grupo de 20 a 24 años.

Por el contrario, en las mujeres que no hablan lengua indígena, se observa una cúspide dilatada que se centra en los grupos quinquenales de 20 a 24 y 25 a 29 años, lo que indica una transición en la cual la fecundidad se distribuye en un rango de edad más amplio.

En las adolescentes que hablan lengua indígena, la tasa de fecundidad fue de 73.5 hijos por cada mil mujeres de 15 a 19 años, dato que contrasta con respecto a la fecundidad de las adolescentes que no hablan lengua indígena (41.2 por cada mil).

Según reportes internacionales, las madres adolescentes tienen mayor probabilidad de enfrentarse a situaciones que vulneran sus derechos como es la violencia, y son más propensas a repetir ciclos de pobreza.

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