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christian.leon@eluniversal.com.mx
En el mundo cinematográfico hay pocas mujeres dirigiendo y cuando se trata de filmes infantiles son aún más escasas. Por eso, el que en la nueva apuesta de Universal Pictures y Dreamworks esté una mujer al frente, habla de los nuevos caminos del cine animado. Al menos así lo considera Jill Culton, la mujer detrás de Un amigo abominable, cinta que estrenará en septiembre próximo.
“Hay más mujeres en la industria del cine de las que las gente cree, en mi casa llevo más de 25 años en esto y creo que llegó en el momento indicado, antes tuve que pasar por ser escritora de guiones, productora y animadora y eso me ha dado las herramientas para entregar algo de gran calidad visual y narrativa”, indicó Jill en entrevista con EL UNIVERSAL.
Para esta nueva cinta, la directora quiso que la historia fuera universal y no sólo contara un cuento de hadas, sino una trama madura, sin subestimar la inteligencia de los pequeños.
“A los niños hay que hablarles de manera inteligente y eso tratamos de hacer desde que concebimos la historia”, señaló.
En la película se habla sobre la familia y la amistad pero también sobre la muerte y sobre no estigmatizar o eliminar el racismo.
“Quisimos llevar la historia más allá, con personajes asiáticos, con un protagonista yeti y una niña que ha sufrido una pérdida humana. La película habla sobre la amistad y tiene aventura pero hacia el final se vuelve peligrosa, da miedo, las imágenes están ahí, no es una cinta fácil y también trata temas difíciles. No quiero que estas películas sean sólo entretenimiento, donde la gente sale del cine y se olvida de ello. Trabajo tantos años en estas cintas que tienen que significar algo”.
El filme inicia cuando la protagonista de nombre Yi sufre una pérdida familiar y enojada descubre que en el techo de su casa hay un yeti, quien fue alejado de su familia, por lo que se dará a la tarea de reencontrarlo con sus seres queridos. Para ello, emprenderá una aventura hacia El Himalaya junto a la criatura y su inseparable violín.
Culton, quien antes dirigió la película Open season, quiso hacer una película distinta en la que el protagonista yeti, de nombre Everest, no hablara o se comportara como humano y respetara su esencia “animal”.
“No queríamos que esto fuera un simple película sobre un animal que cantando o baila. Buscábamos que nuestro personaje tuviera su esencia que lo distinguiera de los humanos pero que a su vez pudiera tener alguna especie de conexión con ellos”.
Culton dijo que la película fue hecha para que se sintiera como si en verdad se desarrollara en Pekín.
“Se trató de crear de forma auténtica estos escenarios magníficos que existen en Asia hasta en el más mínimo detalle”.