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Al entrar al contenedor, el público se encuentra con un escenario contrastante, una elegante sala victoriana con una larga mesa y sillones, iluminada a media luz. La gente se sienta entorno a la mesa, una mujer aparece y da instrucciones muy claras: no quitar las manos de la mesa por seguridad, entonces el lugar se oscurece y el contacto con los espíritus comienza.

“Invitamos a la gente que venga con la mente abierta, que entienda que no necesariamente es una experiencia de terror, no están entrando a un juego de feria donde los van a espantar, es algo más sútil”, explicó Esteban Sheridan, miembro del equipo creativo de Séance, una obra de teatro inmersivo en la cual se recrea una sesión espiritista del siglo XIX, dentro de un contenedor ubicado en la explanada del Museo Tamayo.

“Más que conectarte con fantasmas, es que reflexiones sobre esa relación que tienes con lo desconocido, con tus propios miedos, con tus propios espíritus”.

Utilizando únicamente sonidos y un par de movimientos inesperados, todo en completa oscuridad, el espectador experimentará presencias que no sabrá si están o no en el mismo espacio, pero al interactuar con ellas se volverá parte del montaje.

“Hay una protección instintiva en el cerebro cuando le quitas la vista, entonces cuando empiezas a escuchar cosas, el cerebro no sabe qué es real y qué no, por eso hay gente a la que le da miedo o llora; no se trata tanto de la historia sino de tu experiencia dentro de ella, de lo que tú sientes cuando estás adentro”, dijo Esteban Sheridan.

El productor Claudio Sodi explicó que este concepto fue traído desde Londres, donde la compañía Darkfield está innovando con montajes que que exploran la ansiedad y el miedo, pero que además responden a la exigencia de los espectadores de enfrentarse a historias que provoquen otra clase de sensaciones.

“En México son proyectos que funcionan muy bien, porque nos encanta el horror, por eso nos interesaba traer este espectáculo, que sobre todo es una experiencia, para que el público venga a vivirla en los 15 minutos que dura”, señaló sobre este montaje, que se presenta de jueves a domingo en agosto.

Sodi comentó que si bien la obra puede resultar fuerte para personas muy sensibles, no es algo que no puedan experimentar, porque en el momento que sientan que es mucho el miedo, con quitarse los audífonos que se utilizan, pueden darse un respiro.

“Ahora que tenemos crisis de que se cierran teatros, la generación de nuevas experiencias es importante para seguir teniendo este contacto, que no es a través de una pantalla, sino de vivencia y esto funciona muy bien”, explicó el productor, quien ya ha montado obras fuera del teatro, el año pasado fue Mendoza en un redondel colocado en una explanada y recientemente La guerra fría, que se presenta en una sala del Museo Tamayo.

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