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cesar.huerta@eluniversal.com.mx
La idea surgió cuando Jimena Montemayor escuchó el relato de alguien que había perdido a su padre, pero la mamá le aseguraba que éste regresaría pronto a casa.
“Era una cuestión metafórica, pero para ella fue terrorífico eso”, recuerda la cineasta.
Entonces comenzó a escribir "Restos de viento", con un guión en el que además de una pérdida, hubiera una relación de hermanos y una madre que no sabía cómo reaccionar.
Después pensó en la cultura navaja y, con su equipo, ideó a un ser fantástico que irrumpe en la historia, pero sólo puede ser visto por el niño.
“Era ver cómo estos seres están medio fuera de la realidad, asimilando el dolor”, señala.
Durante el proceso de guión, Jimena perdió a su padre (el escritor Eugenio Montemayor) y unos pequeños de su familia quedaron huérfanos.
La historia entonces tuvo ya definidos a sus tres personajes: la mamá (Dolores Fonzi) y dos niños (Paulina Gil y Diego Aguilar), quienes se alejan del mundo adulto y viven en la fantasía, respectivamente.
“Las cosas llegan cuando deben y esto me hizo hacer las cosas un poco más real y saber más del tema”, dice Jimena.
Restos de viento estrenó ayer en la Ciudad de México, Zacatecas, Nuevo León, Baja California, Querétaro, Oaxaca y Estado de México.
Con el elenco trabajó de una manera especial, pues a la argentina Fonzi la conoció físicamente cuatro días antes de arrancar rodaje.
“Con ella tuvimos comunicación un año y medio antes, nos pasamos lecturas, hablábamos de recuerdos de la infancia y cuando nos encontramos tuvimos química.
“Con los niños tuvimos un taller de actuación para que entendieran los objetivos, pero no necesariamente estaban actuando; al pequeño lo llevábamos al proceso de maquillaje del ser fantástico, para que no se impactara y lo viera”, relata Jimena.
El personaje de fantasía, interpretado por Rubén Zamora (Su nombre era Dolores y Paramédicos) fue confeccionado de acuerdo a cómo un niño que vivió hace más de 50 años, sin tanta tecnología, podía visualizar un espíritu.
