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Hace ya casi dos años que Toño Mauri volvió a vivir. El Covid-19 lo tuvo contra las cuerdas al destruir sus pulmones y tuvo que ser sometido a un doble trasplante de ellos.
Inicialmente, cuando llegó al hospital, pensó que sería una consulta normal. No respiraba bien, pero nada lo hacía pensar en la gravedad por la que estaba pasando su organismo.
Esta semana toda su experiencia es lanzada por medio de un libro titulado "Mi nueva vida, un milagro", editado por Urano, contado en primera persona.
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“Son momentos que tengo muy frescos, fue tan fuerte que no se olvida”, comenta Mauri.
EL UNIVERSAL te presenta, en exclusiva, un extracto de la obra que será lanzada el próximo lunes en el marco de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara.
El libro
Abrí mis ojos lentamente y pude percibirlo… Dios se manifestaba en forma de una cálida luz que entraba por la ventana, envolviendo como un ángel a ese ser humano maravilloso que siempre me ha acompañado, Carla, mi esposa. La vi sentada frente a mí. Instantáneamente me sentí tranquilo, seguro, a pesar de que aún estaba desorientado. Lo primero que reconocí fue su sonrisa y, después, aquella mirada capaz de iluminar mi mundo por completo. No podía sentir más que paz. “¡Estoy vivo!” fueron las dos palabras que cruzaron como estrellas fugaces por mi mente.
“¿Cómo estás? Qué bueno que despertaste”, me dijo Carla con suavidad, pero, sobre todo, con una emoción que parecía haber estado contenida por mucho tiempo, mientras apretaba mi mano y yo la suya.
Me costaba mucho trabajo respirar, pero estaba ahí, al lado de Carla y eso era lo único que importaba. Según yo, solo había dormido en esa cama de hospital unas horas, tal vez unos pocos días. Una semana quizá. ¡Qué equivocado estaba!
No era mucho lo que sabía del mundo en ese momento. Los doctores le habían pedido a Carla que me dijera únicamente lo que yo preguntara y así lo hizo. Poco a poco comencé a descargar una a una las dudas que me abordaban y cada respuesta que recibía me llevaba a una nueva pregunta. En algún momento de la conversación le comenté que imaginaba que ya tenía todo listo para los cumpleaños de nuestros hijos, los cuales, según yo, se avecinaban en los próximos meses. Su respuesta me dejó helado y en ese momento empecé a entender la complejidad de la situación.
“Los cumpleaños ya pasaron, Toño”, me respondió con cara de ternura, de compasión, pero muy segura de sí misma, como si ella ya estuviera esperando esa pregunta y hubiese ensayado su respuesta.
¿Ya pasaron? No podía creerlo. Un nuevo sentimiento de confusión me abordó por completo, pero en esta ocasión con mucha mayor intensidad.
“¿Cuánto tiempo llevó aquí?”, pregunté con miedo a enterarme de la respuesta.
“Toño, llevas 4 meses. Estuviste en coma”.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo completo, sentí terror y mi corazón se aceleró. En ese momento, mi apreciación del tiempo se alteró y nunca ha vuelto a ser igual. Tantas cosas habían pasado en mi vida y en la de mi familia, y fui un total ausente del mundo; es una paradoja entenderlo, pero mi propia vida continuó sin mí. Comencé a buscar en mi memoria, a hurgar entre mis recuerdos, pero no encontré ninguno que rellenara ese espacio de tiempo. Me perdí por cuatro largos meses de mi propia existencia, de mi propia historia. ¿Cómo puede ser eso posible? Aún recordaba nítidamente cómo había llegado a ese lugar, como si tan solo hubiesen pasado unas horas.
Todo empezó con los típicos síntomas de los que muchos hablaban, sin embargo, arropado por mi constante optimismo y mi amor a la vida, siempre pensaba: “Eso no me va a pasar a mí, eso no nos va a pasar a nosotros”. Escuchábamos noticias en la televisión de los estragos en la salud a causa del virus. De este virus que nos tomó por sorpresa a todos: el Covid 19.
En casa siempre vimos a este enemigo silencioso con respeto y, sobre todo, lo manejamos con mucha responsabilidad. Hicimos todo lo humanamente posible para cuidarnos, por lo que me era difícil entender que aquel domingo por la tarde en que llegué al hospital, eso que tanto leíamos en las noticias, me estuviera pasando a mí.
Quería hacerme a la idea de que unas horas después regresaría a casa a ver nuestra serie favorita de televisión como siempre. Todos juntos, Carla, mis hijos y yo.
Aun cuando recuerdo entrar al enorme y solitario pasillo del hospital, rodando en una silla de ruedas y con una máscara de oxígeno en la cara, nunca imaginé que la cosa sería para tanto. Sin embargo, ahí estaba yo… cuatro meses después de esa tarde que jamás olvidaré, sin saber qué había pasado conmigo. Y, sobre todo, sin siquiera imaginar lo que vendría a continuación…
El haber despertado de un profundo sueño de más de cien días y mi dificultad para respirar empezaban a generar cierta incertidumbre dentro de mí, como si mi cuerpo me estuviera tratando de avisar que “algo” más estaba por venir. Trataba de mantener la calma repitiéndome en voz baja que todo estaría bien. “No será la primera vez que un Mauri tiene que enfrentar una batalla”, pensé. Sé que la resiliencia, el amor por vivir y la fuerza ante la adversidad las traigo en la sangre. Así es mi historia, así ha sido.
Lo que sé de mi existencia es que la gran batalla por la vida empezó muchos años antes y muy lejos de la cama de ese hospital.
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