La luna llena de fondo no era suficiente compañía para The Weeknd, que en medio del estadio del Foro Sol, junto con toda la producción ya de por sí compleja, optó por bajarla: un satélite inflable de poco más de cuatro metros de altura que se mantuvo flotando desde media hora antes de que el cantante estadounidense saliera al escenario.
Frente a esa otra luna, permanecía también la estatua metálica de tres metros de alto que se situó al final del pasillo para conectar al escenario frente a la zona general, donde todos permanecían de pie.
Ahí se erigió la estatua con forma de mujer, inclinada como si pretendiese entregarse al astro y al público a la vez. Y bajo la complicidad de los 65 mil asistentes, que no pararon de hacer olas y gritar, arrancó, con múltiples juegos de luces, las primeras notas de la voz de The Weeknd, al tiempo que del escenario desfilaron sus bailarinas.
Por fin, ahí estaba The Weeknd, quien luego de una larga pandemia de por medio, salió con un casco y cubierto por una capa negra. Y al quitarse esta, un traje militar y un brazo robótico, el mismo que emocionó al público al tocar un teclado, con un trap que retumbó en todo el Foro. La estatua metálica comenzó como despertando a todos.
“Ey, Ciudad de México, ¿qué pasa? Quiero que todos levanten las manos y sigan brincando”, fue el primer mensaje que el canadiense dio a todo su público, que respondió igual que las bailarinas, coordinados y siguiendo los movimientos del cantante.
Este hacía rugidos emulando a un robot, en medio de una escenografía que representaba una ciudad casi postapocalíptica, por los edificios dañados y otras estructuras que remitieron a destrucción.
Llegaron así los éxitos “La fama”, “Party monster”, “Take me breath”, “Sacriface” y “How do i make you love”, acompañados desde las gradas con pulseras que simulaban otro cielo nocturno, estrellado.
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El artista hizo una pausa para saludar con la mano sin decir nada, sólo moviendo su brazo metálico, siempre respetando su personaje humanoide con una extremidad robótica, y ese silencio sirvió para que el público hiciera su parte, respondiendo el saludo con un grito.
Para “Lost in the fire”, el escenario comenzó a cubrirse de humo y luego de fuego, que comenzó a emanar de todos lados: detrás de la escenografía y de la tarima en escenario hasta del pasillo.
Cada momento era envolvente, gracias a la pantalla que tenía 10 metros de largo y cuatro metros de altura, además de los movimientos robóticos de los bailarines que acompañaban a The Weeknd.
Tras interpretar “Starboy”, el cantante hizo una pausa para agradecer a su público, dándose golpes en el pecho a la altura del corazón y asintiendo con la cabeza. Después una lluvia de globos, apareció entre el público mientras interpretaba “House of ballons”. Hubo globos en todos sentidos aportando otra vez a la sensación de fiesta y al viaje sensorial de la noche.
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The Weeknd permaneció cada vez más debajo de la estatua, que se mantuvo girando en canciones como “Heartless” o “Low Life” mientras los bailarines hacían coreografías debajo de ella, como si se tratara de una figura a la que había que rendirle culto.
“La noche es muy joven México, puedo verlos a todos desde aquí. ¿Están listos?”, dijo antes de cantar “Die for you”.