Era el momento que los fanáticos de " Juego de Tronos " habían estado esperando durante mucho tiempo: la batalla entre los vivos y los muertos. Pero no cumplió con las altas expectativas que muchos tenían . Aquí te cuento por qué.
* Advertencia: este artículo contiene "spoilers" sobre el episodio 3 de la temporada 8 de "Juego de Tronos".
Realmente es apropiado que el capítulo con la batalla de Invernalia fuera emitido en el primer fin de semana de Avengers: Endgame, una película que se percibe como si fuera el final de una serie de televisión que duró una década.
Porque aquí, con la duración de casi una película, está la televisión en su forma más cinematográfica, con el espectáculo, escala y efectos especiales capaces de hacer sombra a cualquier éxito de taquilla.
El tercer episodio de la última temporada de "Juego de Tronos" es asombrosamente ambicioso y fue dedicado en su totalidad por el gran enfrentamiento hacia el que la serie se ha ido desarrollado desde su primera escena, aunque eso no significa necesariamente que sea un gran capítulo.
Obviamente, hay grandes momentos. La primera parte del episodio es una clase magistral de miedo y tensión, con la sensación de que la tarea en cuestión es realmente imposible.
La decisión del director Miguel Sapochnik (quien se encargó de otras grandes batallas en otros dos episodios: "Casa austera" y "La batalla de los bastardos") de filmar de la manera más naturalista y oscura posible creará sin duda división de opiniones, pero es devastadoramente efectiva desde el primer momento.
¿Quién de nosotros no se retiraría, con los pantalones mojados, al ver la horda de los dothraki con sus espadas en llamas extinguiéndose una por una en la oscuridad desconocida? El poder en estas escenas está en lo que no ves.
Sin embargo, a medida que avanza la batalla de Invernalia, y cuando la acción se vuelve más fragmentada y caótica, el centro de la acción tiene problemas para mantenerse.
Esto se debe, en parte, al equilibrio de múltiples puntos de vista (un problema que no sufrieron ni "Casa austera" ni "La batalla de los bastardos", ya que eran principalmente historias de Jon Snow). Pero también se debe a la desorientación general provocada.
La dirección y edición hacen que los sucesos sean frenéticos, incompletos y, sí, debido a la falta de iluminación, difíciles de seguir: una articulación visual inteligente de cómo sería realmente esta lucha.
Esta es, en teoría, una elección artística admirable. Pero después de un tiempo comienza a convertirse en un ruido aburrido e incomprensible.
En entrevistas previas al episodio, Sapochnik citó la batalla del abismo de Helm de "El señor de los anillos: las dos torres" como su principal inspiración. Pero la batalla de Invernalia nunca logra del todo la elegancia o claridad de la secuencia de Peter Jackson, ni coincide con su notable equilibrio de carácter y acción.
Esto no quiere decir que la batalla de Invernalia sea mala. No lo es. Pero basado en la primera visualización, tal vez no sea lo suficientemente impresionante como para estar a la altura de su promoción y despliegue publicitario.
Esto se siente especialmente cuando se trata de la muerte de personajes, un aspecto enormemente sobrevalorado de este episodio que, en realidad, supone una serie de elecciones seguras y predecibles.
Algunos eran tan inevitables que los condenados bien podrían haber iniciado el episodio usando camisas rojas. El amigo de la Guardia de la Noche de Sam, Eddison Tollett, nunca estuvo destinado a sobrevivir la larga noche; ni Beric Dondarrion y su espada de fuego.
La muerte de Jorah Mormont, que cae defendiendo a Daenerys, es un final noble para un personaje con muy poco por hacer en adelante. Lo mismo ocurre con Theon Greyjoy, quien finalmente obtiene su momento de héroe redentor, muriendo protegiendo al niño que una vez traicionó.
Una de las escenas más poderosas del episodio es la muerte de la pequeña Lyanna Mormont en manos de un gigante, pero no antes de que ella logre apuñalarlo en el ojo.
El mero horror que evoca este momento, que muestra la implacable e irreflexiva crueldad de los zombies, capaces de acabar con la vida de una niña con tanta indiferencia, es algo que falta en otra parte.
Por ejemplo, las escenas en la cripta, que resulta que no es el lugar más seguro en Invernalia sino que se asemeja más a ir a protegerse de un incendio en un barril de gasolina, no se sienten tan aterradoras, dramáticas o claustrofóbicas como se imagina la situación. En su lugar, simplemente, se pierden en el ruido.
Hay que destacar, sin embargo, a la principal amenaza del episodio: el Rey de la Noche. Es, con diferencia, lo más interesante y carismático de la batalla de Invernalia, y en cambio, no dice una palabra.
Solo sonríe cuando Daenerys fracasa al intentar matarlo con fuego de dragón (¿una señal de que tal vez sea un Targaryen?) y luego camina a través de Invernalia a cámara lenta con su séquito de caminantes blancos, como la estrella de un video musical.
Dice mucho acerca de la presencia en pantalla del actor Vladimír Furdík y la vibra del personaje de "vivir para el drama", por lo que verlo partir es un shock y una decepción.
Al final no es Daenerys ni Jon Snow quienes terminan con el Rey de la Noche (pasan la mayor parte del episodio luchando inútilmente) sino la superasesina Arya Stark.
Esta, sugiere Melisandre, fue siempre la manera como iba a ocurrir. De hecho, ahora parece plausible que Arya, y no Jon Snow, sea "el príncipe que fue prometido".
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