julio.quijano@eluniversal.com.mx

Enrique Muñoz hablaba poco en "El calabozo" pero ni falta que hacía. La imagen que proyectaba, siempre vestido con traje de presidiario, provocaba simpatía no sólo en el televidente, también entre los invitados a aquel programa de Telehit conducido por los gandallas Esteban Arce y Jorge El Burro Van Rankin.

Así, sin mucho diálogo, el carisma le alcanzó a Enrique para que una vez Olga Breeskin se le sentara en las piernas.

“Una de mis dos pompas no cabe aquí”, dijo la violinista cuando trató de acomodarse en el mismo sillón que Quique.

Entonces decidió ponerla en el regazo de Muñoz.

“Pero ni así me hace caso”, se quejó en tono de broma la voluptuosa violinista.

El tono desmadroso del programa "El calabozo" fue el escenario perfecto para que Enrique Muñoz encajara con el estreotipo de “el gordo buena onda”.

En la última emisión del programa (que estuvo al aire cuatro años), El Burro le lanza una puya: “¡Qué buena panza eh!” Quique le responde con ese humor seco que le caracterizó: “Es de agotamiento”.

Esteban insiste: “Ahí me regalas un perrito ora que los tengas”.

Ese era su papel en "El calabozo": el del clown digno. Pero en la vida real, Muñoz avanzaba por otros derroteros. Injusto sería juzgarlo por aquel personaje que, aunque fue el más popular, no refleja lo que fue su labor en los medios de comunicación.

Nacido el 2 de noviembre de 1962 en la Ciudad de México, Enrique tuvo el anhelo juvenil de ser músico. Rockero para precisar. Su colección de discos de rock and roll era impresionante y en su línea de vida también está una banda llamada Strongs, con la que tocó en fiestas y eventos cuando tenía 17 años.

En aquella época de juventud, los apremios de la vida cotidiana lo llevaron a trabajar en Banamex, como supervisor de la recién creada Cuenta Maestra, en una oficina ubicada por el rumbo de la calle Isabel la Católica, en el Centro de la ciudad.

Pero ser banquero no era lo suyo. En cambio, su inquietud por la música lo llevó a pedirle trabajo a Alejandro González Iñárritu en los tiempos en que el ahora cineasta ganador del Oscar era director de la estación de radio WFM.

Así, Enrique Muñoz se convirtió en el fonotecario de la estación.

Los locutores de aquella estación, entre ellos Arce, Van Rankin y Jorge Poza, acudían a la fonoteca no sólo para consultar y programar la música de sus emisiones, también para platicar con aquel hombre que, de acuerdo con el recuerdo de Poza, era un amigo entrañable de humor puntilloso.

Después de su personaje en "El calabozo" (donde aparecía detrás de una celda y con antifaz) se convirtió en locutor de radio y acompañó a Esteban Arce por varias estaciones de radio, incluyendo Reporte 98.5.

Finalmente, la televisión le hizo justicia en "Matutino express", el programa de revista liderado también por Arce pero en el que tuvo varios segmentos de reportajes periodísticos y cápsulas de humor.

Salía a la ciudad para conocer músicos callejeros o visitaba los locales y puestos de comida entre godínez y albañiles. Con algunos de esos trabajos alcanzó el nivel de cronista urbano; en el estudio, de vez en cuando desempeñaba otra vez su rol de clown con Esteban Arce.

Enrique Muñoz murió ayer por complicaciones provocadas por la diabetes que padecía.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses