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Si se decide, Sebastián Adair podría ser actor.
Su voz es la de un niño de 13 años pero suena tan fuerte que no —para nada— pasa desapercibida.
Una señora lo mira con curiosidad y él, aunque no lo advierte, sabe que atrae a otros.
“Desde que iba a la escuela Fernando (del Solar) me hacía reír”, recuerda el joven con voz clara, determinada.
El chico tuvo que dejar el colegio hace un año. Iba en segundo de secundaria cuando lo frenaron las cirugías por el glaucoma hereditario que padece.
Pero no se muestra triste, al contrario, se zarandea de felicidad: acaba de vibrar el abrazo del conductor quien convocó a decenas para charlar sobre su libro Arriba los corazones.
“Es increíble poder compartir y poder llevar un mensaje de esperanza, amor, de alta vibración”, dice un Del Solar de sonrisa cansada.
Ha estado más de dos horas firmando autógrafos sin parar.
No sólo eso, le ha dedicado unos segundos a cada invitado: algunos le llevan amuletos y cartas, la mayoría historias de enfermedades; en especial de algún cáncer propio o de un familiar.
“Mi papá y mi hermano fallecieron de cáncer”, lamenta Carmen, una mujer que lo escuchó en la radio y decidió verlo acompañada de su hija, Carlota.
“Fer me dijo unas palabras muy bonitas: que no siguiera ese patrón”, dice liberada.
Él profundiza: “Cambia tu paradigma, tu manera de pensar; cuando te dicen que no hay nada que hacer. En mi caso tuve que abrazarme a lo imposible. Dar un salto al vacío”.
Sebastián está en ese proceso de brincar.
El joven ha dejado de mirar con los ojos este último año pero, gracias a sus maestros de braile en su nueva escuela (un instituto especial en Coyoacán), está aprendiendo a contemplar con otros sentidos.
“Es importante que alguien ‘artísticamente’ se baje, siempre los tenemos como héroes, como que no los podemos tocar”, reflexiona su mamá, Dolores.
“Lo más padre es que Sebastián notó que Fernando es un ser humano y que sí se puede tocar, se puede platicar. Ahora los adolescentes necesitan eso, que sus héroes sean seres humanos, que se sienten con ellos”.
Sebastián llora un poco. No queda claro si de felicidad o tristeza: lo hace mientras enfatiza su emoción por conocer a su “héroe” y recuerda cómo que éste afrontó un tipo de cáncer (linfoma no Hodgkin).
La madre dice que enterarse de lo que vivió el conductor les “pegó familiarmente”, casi con la misma fuerza que hoy les da entereza.
Por eso era importante que su hijo conociera a Fernando: “Cuando nos acercamos le dijo a Sebastián...”
La interrumpe el adolescente: “Si yo pude con el cáncer vas a poder con el glaucoma”.
Ahora él le pide algo sencillo, que le mande saludos en el programa Hoy y que escriba un libro de chistes.