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Las series de televisión son divertidas, pero ese entretenimiento puede incidir hasta en la elección de un presidente.

Esta frase removió conciencias en Estados Unidos. La dijo Nina Metz, columnista de Chicago Tribune en enero de 2017, a unos días de que Donald Trump —para muchos encumbrado en el reality show El Aprendiz— fuera nombrado el mandatario número 45 de su país.

La periodista no dijo que Trump había ganado las elecciones gracias a la tv sino que puso en duda la responsabilidad de los productores y sus contenidos a la hora de mostrar la realidad. “Hay hechos que se intentan hacer pasar por reales. Es relativamente fácil engañar”.

Le molestaba principalmente que las series rodadas en su ciudad, “la de los vientos”, apenas y resoplaran momentos verosímiles. En especial en Chicago PD, dedicada a retratar a un pequeño grupo de policías héroes en una ciudad sin matices.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos acababa de lanzar una investigación sobre agentes reales que curiosamente se realizó durante las cuatro primeras temporadas del programa.

El resultado desnudó un Chicago impune y sin orden, con un aumento sin precedentes en tiroteos y homicidios. (En 2016 hubo 762 asesinatos —casi 300 más que el año anterior—, de los cuales 29% fueron resueltos, la mitad de la media en Estados Unidos).

Esto, al parecer, obligó a una revisión de contenidos.

“Sí cambiamos un poco, intentamos traer al Chicago actual”, reconoce Eriq LaSalle, quien recién se integró como productor.

Los creadores de Chicago PD no hablan del reporte federal sino de la necesidad de mostrar los enconos sociales para actualizar la serie.

La quinta temporada —que en México se retoma el 20 de febrero por Universal Channel— afinó sus temáticas. Siguen los conflictos de policías con pandillas, terroristas y narcotraficantes pero con otro tono, que no sólo liga a afroamericanos, musulmanes y latinos a estos delitos sino que muestra cómo las minorías también son víctimas.

Antes de este movimiento, esas historias habían sido esbozadas más en los diarios que en la ficción.

“Tampoco es sólo lo que muestra la prensa —se defiende Rick Eid, otro productor recién llegado—, nosotros hacemos un balance: nos enfocamos en personas”.

El primer episodio —que en Latinoamérica se estrenó el año pasado y puede verse en la aplicación del canal de paga— parece estar inspirado en el reporte del Departamento de Justicia: un policía blanco es investigado por matar accidentalmente a una niña negra, y otros dos inspeccionan a un afroamericano guiándose por su físico.

El informe federal expuso estos casos, meses antes: “Los residentes negros jóvenes son detenidos, sospechosos de participar en actividades delictivas, o de ser miembros de pandillas, basándose únicamente en su apariencia”. También enumeró 170 investigaciones de disparos injustificados de oficiales.

“Los policías también sienten vergüenza, son culpables o inocentes. Es muy fácil juzgar pero nosotros tenemos la oportunidad de contar estas historias”, opina LaRoyce Hawkins cuyo personaje ha cobrado importancia al ser el único oficial negro del equipo.

El actor de 29 años intentó primero entrar a Chicago Fire, otra serie de la misma franquicia enfocada en el cuerpo de bomberos, pero no pudo: le dijeron que su personaje iba a ser blanco. “Ahora lo agradezco. Esto me dio oportunidad de seguir con la universidad y veme aquí, con esta gran responsabilidad”.

Ve una doble misión en su trabajo. Por un lado, demostrar que los habitantes de su natal Harvey —uno de los distritos delictivos de Chicago— pueden alcanzar la fama, por otro, que su personaje represente el lado positivo tanto de su comunidad, como del cuerpo policiaco.

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