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Cerca de las 20:00 horas, los pasillos de Art House México se llenan de gente, se escuchan voces que piden formarse aquí o allá para tal o cual obra de teatro pero una buena opción es dejarse sorprender eligiendo una obra al azar o haciendo caso a las señales, en este caso, el grito de una mujer pide formarse para Asfixia. Varios, en automático, le hacemos caso.
Poco después entramos a una pequeña habitación convertida en una prisión femenil con paredes donde se leen mensajes de amor, insultos y por ahí un “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón”.
De pronto el lugar se queda en silencio, se da la tercera llamada y se apagan las luces por unos segundos en los que entran a escena dos mujeres de distintas edades, uniformadas de azul y cargando un morralito con sus cosas. Entendemos que están por salir de la cárcel, pero sus rostros avejentados, su nerviosismo y la forma en la que entre ellas hacen el primer contacto nos deja ver que la amabilidad es lo de menos en aquellas circunstancias.
La mayor se llama Rosaura, es comerciante, tiene un cigarro sin encender en los labios y cuenta que pasó 15 años en prisión por asesinar a su marido. La otra chica es Lucía, odontóloga, prisionera siete años por matar a su hijo. Además de cometer asesinato, lo otro que tienen en común es que a ninguna las motiva la libertad. Tienen miedo, están solas en el mundo.
La autora de la obra es Joanydka Mariel. Asfixia, cuenta, es el resultado de una vez en la que actuó en un centro penitenciario femenil con una obra de Sor Juana que desembocó en tres años de talleres de teatro para mujeres encarceladas. “A las mujeres no sólo se les condena por lo que hicieron sino también a la soledad”, dice al hablar del proyecto en el que actúan Celia Marcué y Dolores Ugalde alternando con Guadalupe Rammath y Joanydka.
Poco a poco las protagonistas cuentan las razones por las que no quieren salir de la cárcel y uno se va achicando en su asiento, se vuelve compañero de espera y comparte su angustia, las entiende, las justifica y quisiera salvarlas pero son ellas las que tal vez pueden salvarse a sí mismas.
También se cuestiona qué tanto de lo que estamos viendo podría ser ficción en un país como el nuestro. Luego de los aplausos y las emociones todos estamos de nuevo en los pasillos buscando la siguiente obra —aún sin reponernos de las emociones de la primera— y es ahí donde surgen las recomendaciones, pues gracias a los comentarios de la gente uno se entera de cuáles van gustando.
Alguien menciona "Innfelices" y varios nos apuntamos, la obra se desarrolla en un consultorio psicológico. Ahí se encuentran recepcionista y paciente, ambas jóvenes y de mundos opuestos completamente; mientras una tiene que ser amable con los clientes y volver a casa agotada en el transporte público, la otra vive en un mundo de apariencias donde lo único que importa es quién se casa con el más adinerado, trae el mejor vestido y hasta más dinero. Tal vez, lo que tienen en común es la sonrisa fingida a los demás la mayor parte del tiempo.
La obra fue escrita y producida por Mariana Ávila y Sara Ávila, también actrices de la obra que alternan con Fernanda Martínez y Susana Aguilar. La sala en la que se presenta cambia radicalmente en lo visual y en las emociones que provoca; momentos antes estábamos con dos mujeres encarceladas y ahora con otras dos mujeres cuya cárcel es distinta pero cárcel al fin: la de las apariencias. En Innfelices entramos a la conciencia de los personajes femeninos y seguro que nos identificamos con uno y con otro en diferentes momentos.
Al salir nuevamente al pasillo pero ahora de la planta alta de Art House se comienzan a identificar los rostros y atuendos de quienes son actores y quienes son público. En cuanto acaba cada obra el elenco sale a tomar aire y aprovecha para invitar a quien no está seguro de lo que quiere ver para que conozca sus historias. Al ver un flayer en colores pastel decido probar por una historia un poco más relajada y me formo en la fila de El amor de tu vida, un texto de Alejandro Belmonte que a manera de musical nos muestra los extremos a los que pueden llegar los seres humanos cuando algo no sale como esperamos.
La deformación del amor. La salita huele a chicle y de entrada vemos que un chico quiere proponerle matrimonio a su novia a seis meses de relación. La respuesta no era lo que esperaba y así comienza un mar de cuestionamientos que van subiendo de tono mezclados con canciones de Juan Gabriel, Alejandra Guzmán y Mecano. ¿En qué momento pensamos que las personas son objetos que podemos manipular a nuestro antojo o que podemos decidir por encima de ellos? La obra cuenta con las actuaciones de Guillermo Ruesga, Brisa Carrillo, Alberto Collado, entre otros.
En medio de los diálogos se cuelan a la habitación pedacitos de otras historias, se escucha de pronto un grito o una carcajada, el tráfico y eso también se vuelve parte de la historia. Para terminar el recorrido de obras me formo para Destino o Albedrío, de Itzel Talavera. Entramos a la sala de una casa donde un hombre, sumamente nervioso espera a su amiga abogada para que lo ayude a resolver un serio problema en el que se ha metido.
Minutos después la conversación va tomando tintes violentos hasta que uno se siente también nervioso, es posiblemente la obra más intensa de esa noche y la que deja un sabor de boca extraño al salir porque esa obra de teatro podría ser el previo a cualquier nota roja, de hecho todas podrían serlo.
Hace unos días Art House estrenó su séptima temporada con un abanico de obras que no buscan entretener sino confrontarnos con situaciones que hemos vivido o que vive gente cerca de nosotros, nos habla de los olvidados tambien. Las funciones son de jueves a domingo a partir de las ocho de la noche hasta el 10 de septiembre.
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