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aridiana.banos@eluniversal.com.mx
El desempeño de un teatro debe ser como maquinaria de reloj: funcionando con exactitud y a tiempo, mucho más cuando está en temporada una obra, para eso es necesario que un gerente técnico esté al tanto de todo y en el Teatro Zéntrika Santa Fe, Sandra Olivares está al mando. Ella es publicista de profesión, pero el gusto por el teatro la llevó a iniciar su carrera hace siete años.
“Empecé a conocer a gente que trabajaba en esto desde hace 20 o 25 años, y afortunadamente me comenzaron a enseñar cada área; los técnicos me decían cómo se hacían las cosas y con el tiempo fui aprendiendo”.
Sandra explica que en México no hay una carrera o curso como tal que prepare a la gente para este puesto, pero ella tuvo como mentor a Pepe Valdés, quien entre su amplio currículum tiene prácticas con el Cirque du Soleil y los musicales Jersey boys y Music man.
Pero sus inicios no fueron sencillos, Sandra recuerda que por ser mujer pensaban que no podía ser la jefa de un equipo compuesto por hombres y desempeñar un puesto como éste.
“Los colegas con el tiempo me van tratando mejor, como todo, el conocimiento te da respeto y al final del día ellos han aprendido a reconocer ese nivel. Me he topado con gente que me ha enfrentado, pero es cuestión de saber llevar las cosas y que vayas aprendiendo, éste no es un trabajo en el que te puedas quedar con la información de hace 20 años, es actualizarte, demostrar que sabes, con eso te respetan”.
Sandra dice que se reúne casi todos los días con los responsables de cada departamento (tramoya, audio, video e iluminación) para revisar juntos que todo esté perfecto, y en caso de que sea necesaria una reparación o ajuste, puede realizarlo sin problema, incluso si se trata de usar la fuerza física.
“Si nos quedamos cortos de personal o por tiempos entre funciones, si hay que empujar o cargar, lo hago; me ha tocado subir a andamios, cargar escenografía, agarrar contrapesos”.
Su puesto tiene dos grandes desafíos: son pocos los gerentes técnicos en la Ciudad de México (alrededor de siete personas) y de los pocos que hay, sólo ella está en esto.
Su labor no conoce tiempos cuando se está montando una nueva producción, puede trabajar todo el día e incluso velar jornadas, es decir, parar a las 22:00 horas y reanudar labores en la madrugada.
“El teatro en general te hace sacrificar muchas cosas, como la familia, amigos, vacaciones, días de descanso, relaciones, todo, pero al final del día es como una adicción, es algo que no puedes dejar y no dejarías por nada del mundo”, indica.