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Durante las funciones el público no se da cuenta de su presencia, pero es gracias al trabajo que Ana Lilia Espinoza Bustos hace con los reflectores en lo más alto del Teatro Telcel, que se puede ver a detalle el trabajo interpretativo de un actor en el escenario, sin contar que si sucede un desperfecto en la iluminación, debe repararlo enseguida incluso en la oscuridad con tal de que la función continúe.

“Es un trabajo más para hombres, somos pocas las mujeres que estamos en iluminación, la gran mayoría está en vestuario, maquillaje o pelucas”, indica.

Desde pequeña ha estado en las piernas de un teatro porque su padre es tramoyista; Ana Lilia cuenta que él no quería que se dedicara a nada de esto y ella obedeció hasta que tuvo necesidad de trabajar y recurrió a lo que le era conocido, así que pidió la oportunidad a un amigo de su papá y en la actualidad va por su tercera producción en el Teatro Telcel, primero fue con Wicked, después El rey león y ahora lleva la responsabilidad de iluminar a Les misérables.

“En mi vida había agarrado un reflector que, además, son enormes. Me explicaron rápido y de inmediato me aventaron a hacer una obra, me fui dando maña y aprendiendo sobre el camino”.

Al principio fue complicado, reconoce Ana Lilia, porque su condición de mujer hacía pensar a sus superiores que no podría con la labor, porque no sólo es operar el equipo de iluminación, también instalarlo, moverlo de lugar y hasta repararlo, lo que requiere fuerza física. También tiene que moverse en las alturas, en el llamado paso de gato que es como un puente colgante en lo más alto del teatro, pero ha demostrado que se puede y ahora, cuenta, la tratan como uno más de ellos.

“Lo más complicado de esto es reparar un aparato en el momento, porque no es que tengas un taller donde si se descompone algo lo cambias, sino que tienes que abrirlo y repararlo, y tiene que quedar porque tienes que dar una función”, asegura Espinoza Bustos.

Ana es madre de dos niños, uno de seis y otro de 15 años, que la ven poco tiempo debido a que los fines de semana es cuando mayor actividad tiene el teatro, pero cada que puede los lleva a ver una función y sus pequeños le han dicho que se sienten orgullosos de lo que hace, explica Ana Lilia.

“Ellos entienden que es para estar mejor, pero eso requiere sacrificios”, reflexiona.

Han pasado alrededor de nueve años desde que pidió una oportunidad para trabajar en teatro, al igual que su padre, y Ana Lilia tiene en claro algo.

“Quiero estar en esto hasta que esté viejita, porque el teatro me gusta mucho; quiero continuar aquí hasta que las fuerzas me lo permitan”, asegura.

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